/ miércoles 28 de abril de 2021

Pedir perdón

“Aprovecho este momento solemne para, en nombre de esta Iglesia diocesana, pedir perdón por todos los pecados de sus miembros… no debería haber maldad tan agudizada; perdón por nuestros abusos, por nuestras omisiones”. Así dijo nuestro Obispo Don Sigifredo Noriega Barceló en la homilía de la Misa de Clausura de la Asamblea Diocesana del Tercer Sínodo.

Estaba describiendo el tipo de Iglesia que queremos ser en “la búsqueda de la voluntad de Dios y en la realización de lo que hemos visto, orado, escuchado, discernido y decidido” caminando juntos. Hablaba de ser cercanos y cuando dijo que optamos “por una Iglesia que reconoce sus errores, pecados y omisiones”, completando el texto original pidió perdón a nombre de nuestra Diócesis, sin duda inspirado por el Espíritu Santo en ese momento.

Fueron unas frases breves en medio de una homilía profunda y sentida, pero fue suficiente para que muchos, entre ellos algunos medios de comunicación, captaran la hondura de lo dicho. Pedir perdón de manera pública por las faltas de los miembros de la Iglesia, es una constante desde que el Papa San Juan Pablo II lo hiciera en varias ocasiones durante su pontificado.

¡Qué necesario es para todos reconocer las propias equivocaciones y cuánta humildad se necesita! Es más fácil hablar y escribir sobre esto que hacerlo realmente. A veces “traemos puestos” unos anteojos que nos permiten ver con mucha claridad los errores de los demás e incluso con aumento, pero con las culpas personales solemos ser muy indulgentes.

El hecho de que la Iglesia pida perdón no significa que quien ha fallado pueda evadir las consecuencias de sus actos. Antes, sin mala intención muchas veces, se afrontaban los escándalos tratando de hacer el menor ruido posible. Sin embargo, hemos aprendido que ocultar o disimular la verdad, aunque se buscara con sinceridad salvaguardar a la Iglesia, es siempre un callejón sin salida.

Ninguna institución puede estar por encima de las personas. Las estructuras no son fines en sí mismas, sino medios para ayudar a la gente. Esto deberían aprender también otro tipo de organizaciones. En estos tiempos de campaña algunos candidatos han sido acusados de violación y/o abusos. Lo sucedido en la Iglesia vale para todos: no es correcto defender lo indefendible. Tarde o temprano se pagan las consecuencias por encubrir, como debe ser siempre.

En general los abusos son más claros de identificar que las omisiones. También por ellas ha pedido perdón nuestro Obispo a nombre de la Iglesia de Zacatecas. El silencio y la falta de responsabilidad se vuelven complicidad en cualquier institución. Pidamos a Dios aprender de nuestros errores para construir una Iglesia y un Zacatecas mejor. ¡Gracias!

“Aprovecho este momento solemne para, en nombre de esta Iglesia diocesana, pedir perdón por todos los pecados de sus miembros… no debería haber maldad tan agudizada; perdón por nuestros abusos, por nuestras omisiones”. Así dijo nuestro Obispo Don Sigifredo Noriega Barceló en la homilía de la Misa de Clausura de la Asamblea Diocesana del Tercer Sínodo.

Estaba describiendo el tipo de Iglesia que queremos ser en “la búsqueda de la voluntad de Dios y en la realización de lo que hemos visto, orado, escuchado, discernido y decidido” caminando juntos. Hablaba de ser cercanos y cuando dijo que optamos “por una Iglesia que reconoce sus errores, pecados y omisiones”, completando el texto original pidió perdón a nombre de nuestra Diócesis, sin duda inspirado por el Espíritu Santo en ese momento.

Fueron unas frases breves en medio de una homilía profunda y sentida, pero fue suficiente para que muchos, entre ellos algunos medios de comunicación, captaran la hondura de lo dicho. Pedir perdón de manera pública por las faltas de los miembros de la Iglesia, es una constante desde que el Papa San Juan Pablo II lo hiciera en varias ocasiones durante su pontificado.

¡Qué necesario es para todos reconocer las propias equivocaciones y cuánta humildad se necesita! Es más fácil hablar y escribir sobre esto que hacerlo realmente. A veces “traemos puestos” unos anteojos que nos permiten ver con mucha claridad los errores de los demás e incluso con aumento, pero con las culpas personales solemos ser muy indulgentes.

El hecho de que la Iglesia pida perdón no significa que quien ha fallado pueda evadir las consecuencias de sus actos. Antes, sin mala intención muchas veces, se afrontaban los escándalos tratando de hacer el menor ruido posible. Sin embargo, hemos aprendido que ocultar o disimular la verdad, aunque se buscara con sinceridad salvaguardar a la Iglesia, es siempre un callejón sin salida.

Ninguna institución puede estar por encima de las personas. Las estructuras no son fines en sí mismas, sino medios para ayudar a la gente. Esto deberían aprender también otro tipo de organizaciones. En estos tiempos de campaña algunos candidatos han sido acusados de violación y/o abusos. Lo sucedido en la Iglesia vale para todos: no es correcto defender lo indefendible. Tarde o temprano se pagan las consecuencias por encubrir, como debe ser siempre.

En general los abusos son más claros de identificar que las omisiones. También por ellas ha pedido perdón nuestro Obispo a nombre de la Iglesia de Zacatecas. El silencio y la falta de responsabilidad se vuelven complicidad en cualquier institución. Pidamos a Dios aprender de nuestros errores para construir una Iglesia y un Zacatecas mejor. ¡Gracias!