/ martes 5 de julio de 2022

Peligro constante

Hace un par de semanas, expuse sobre la inminente crisis alimentaria que pondría en movilización a la población latinoamericana. Un alarmante fenómeno que acrecentaría la migración de latinos hacia Estados Unidos, derivado de los múltiples factores mundiales que obligan a las personas a dejar su residencia en busca de mejores oportunidades. A los pocos días, se hizo noticia el descubrimiento de un camión con remolque, en San Antonio, Texas, donde se trasladaban 64 migrantes y de los cuales 53 perdieron la vida por asfixia.

Incuestionablemente, no es la primera ocasión que ocurre una tragedia en la que se ven involucrados los migrantes, se trata de una situación que por décadas y décadas han sufrido ellos y sus familias. Resulta complejo atribuir a una sola causa el fenómeno migratorio, tan es así, que en reiteradas ocasiones se ha señalado a más de un factor, como los detonantes del desplazamiento. Sin embargo, la ilusión y el anhelo de las personas migrantes es compartida: alcanzar nuevas oportunidades económicas para reunirse con sus familias.

La política migratoria en Estados Unidos y sus estrategias por detener la circulación de personas al interior de su país, raya en el fracaso, lo frágil y lo racista. No solo no ha podido evitar el cruce de personas de manera ilegal, también ha provocado una mano de obra casi regalada y sumisa, en condiciones de explotación laboral, dispuesta a trabajar en lo que sea, ante el miedo a la deportación. Y es que, aunque les duela admitirlo, EE.UU. es un país de migrantes, que necesita de ellos y de su incorporación en el mercado laboral, pues de lo contrario, no existiría el flujo migratorio actual y las personas no buscarían cruzar a este país.

Según la información de la oficina de aduanas y protección fronteriza de Estados Unidos, en lo que va del 2022, han sido detenidos por la patrulla fronteriza 379,206 migrantes de origen mexicano. Desde el 2021, con la reapertura de las fronteras y la disminución en las restricciones causadas por la pandemia, el fenómeno migratorio ha ido recobrando fuerza, al igual que las desigualdades y otras problemáticas sociales que lo motivan. Por ello, es importante decir, que nuestro país es corresponsable en dicho escenario; no sólo por el hecho de que la pobreza y la violencia son los principales factores que obligan a los mexicanos a migrar – situación que lo convierte en generador de migrantes –, sino que, en México, se viven todas las facetas que la migración implica, el país sirve de tránsito, de deportador y de receptor de personas migrantes.

Frente a un mundo reconocido como “globalizado”, resulta imperante que se mejoren las condiciones de vida para las personas que deciden migrar. Los esfuerzos no deben limitarse a la libre circulación de mercancías y capital, también deben alcanzar a las personas, portadoras de sueños, pero, sobre todo, de derechos.

Hace un par de semanas, expuse sobre la inminente crisis alimentaria que pondría en movilización a la población latinoamericana. Un alarmante fenómeno que acrecentaría la migración de latinos hacia Estados Unidos, derivado de los múltiples factores mundiales que obligan a las personas a dejar su residencia en busca de mejores oportunidades. A los pocos días, se hizo noticia el descubrimiento de un camión con remolque, en San Antonio, Texas, donde se trasladaban 64 migrantes y de los cuales 53 perdieron la vida por asfixia.

Incuestionablemente, no es la primera ocasión que ocurre una tragedia en la que se ven involucrados los migrantes, se trata de una situación que por décadas y décadas han sufrido ellos y sus familias. Resulta complejo atribuir a una sola causa el fenómeno migratorio, tan es así, que en reiteradas ocasiones se ha señalado a más de un factor, como los detonantes del desplazamiento. Sin embargo, la ilusión y el anhelo de las personas migrantes es compartida: alcanzar nuevas oportunidades económicas para reunirse con sus familias.

La política migratoria en Estados Unidos y sus estrategias por detener la circulación de personas al interior de su país, raya en el fracaso, lo frágil y lo racista. No solo no ha podido evitar el cruce de personas de manera ilegal, también ha provocado una mano de obra casi regalada y sumisa, en condiciones de explotación laboral, dispuesta a trabajar en lo que sea, ante el miedo a la deportación. Y es que, aunque les duela admitirlo, EE.UU. es un país de migrantes, que necesita de ellos y de su incorporación en el mercado laboral, pues de lo contrario, no existiría el flujo migratorio actual y las personas no buscarían cruzar a este país.

Según la información de la oficina de aduanas y protección fronteriza de Estados Unidos, en lo que va del 2022, han sido detenidos por la patrulla fronteriza 379,206 migrantes de origen mexicano. Desde el 2021, con la reapertura de las fronteras y la disminución en las restricciones causadas por la pandemia, el fenómeno migratorio ha ido recobrando fuerza, al igual que las desigualdades y otras problemáticas sociales que lo motivan. Por ello, es importante decir, que nuestro país es corresponsable en dicho escenario; no sólo por el hecho de que la pobreza y la violencia son los principales factores que obligan a los mexicanos a migrar – situación que lo convierte en generador de migrantes –, sino que, en México, se viven todas las facetas que la migración implica, el país sirve de tránsito, de deportador y de receptor de personas migrantes.

Frente a un mundo reconocido como “globalizado”, resulta imperante que se mejoren las condiciones de vida para las personas que deciden migrar. Los esfuerzos no deben limitarse a la libre circulación de mercancías y capital, también deben alcanzar a las personas, portadoras de sueños, pero, sobre todo, de derechos.