/ viernes 2 de octubre de 2020

Política de café

Desde muy temprana edad acompañaba a mi padre Santos Antonio González Esparza al Café Acrópolis en el centro de Zacatecas. Ahí se reunía la clase política a dialogar y generar proyectos; aún conservo intactos los recuerdos de largas horas de debate y de muchas amistades que se forjaron hasta la actualidad.

Hoy, a casi 20 años de aquellos días, algunas y algunos actores continúan haciendo política de esa manera: la misma taza de café, las mismas conversaciones, solo que ahora con una constante, una gran apatía hacia las necesidades más profundas de la sociedad.

Se instauró una política de café en la que es muy común ver a actores zacatecanos reunidos en finos restaurantes y cafeterías; lejos de estar interesados en solucionar las múltiples problemáticas que enfrenta el estado, están buscando concretar alianzas para frenar el progreso de la transformación de la vida pública, olvidando que en el centro siempre debe estar la población.

Estos cónclaves -entre copas y elegantes manteles- tienen como único objetivo la conservación del status quo; en otras palabras mantener, por encima del pueblo, los intereses personales de una reducida esfera social que históricamente ha sido privilegiada. Para las mismas conductas corresponden los mismos resultados: corrupción, impunidad, exclusión y marginación social.

Este panorama demuestra la urgente necesidad de renovar el quehacer político y, por qué no, a las y los tomadores de decisiones de nuestro estado, reivindicando la esencia del servicio público como aquel que verdaderamente está comprometido con la causa fundamental: el pueblo. Sólo así podremos asegurarnos de lograr el máximo bienestar para todas y todos.

Nos encontramos frente a una nueva etapa de la vida pública de nuestro país y con ella, la oportunidad de continuar consolidando una sociedad más justa y equitativa. A nivel nacional, el cambio es imparable, nuevos actores e ideas se mueven en la esfera pública; en el caso de nuestro estado, son insostenibles las viejas prácticas.

La nueva generación de políticas y políticos debe dejar de lado la política de café. Es necesario involucrarse con la sociedad, caminar, escuchar, conocer la raíz de las problemáticas y actuar con compromiso y transparencia, hacia la búsqueda del bien común. Virtudes que día con día muchos hemos visto y aprendido de un amigo a quien estimo mucho: David.

El corazón de Zacatecas radica en su gente. Existen muchas personas que comparten el ideal de transformar, que cuentan con talento y nuevas ideas y que están generando mejores resultados. Vayamos en unidad y trabajemos con alturas de miras.

El cantar del gallo se escucha cada vez más fuerte.

Desde muy temprana edad acompañaba a mi padre Santos Antonio González Esparza al Café Acrópolis en el centro de Zacatecas. Ahí se reunía la clase política a dialogar y generar proyectos; aún conservo intactos los recuerdos de largas horas de debate y de muchas amistades que se forjaron hasta la actualidad.

Hoy, a casi 20 años de aquellos días, algunas y algunos actores continúan haciendo política de esa manera: la misma taza de café, las mismas conversaciones, solo que ahora con una constante, una gran apatía hacia las necesidades más profundas de la sociedad.

Se instauró una política de café en la que es muy común ver a actores zacatecanos reunidos en finos restaurantes y cafeterías; lejos de estar interesados en solucionar las múltiples problemáticas que enfrenta el estado, están buscando concretar alianzas para frenar el progreso de la transformación de la vida pública, olvidando que en el centro siempre debe estar la población.

Estos cónclaves -entre copas y elegantes manteles- tienen como único objetivo la conservación del status quo; en otras palabras mantener, por encima del pueblo, los intereses personales de una reducida esfera social que históricamente ha sido privilegiada. Para las mismas conductas corresponden los mismos resultados: corrupción, impunidad, exclusión y marginación social.

Este panorama demuestra la urgente necesidad de renovar el quehacer político y, por qué no, a las y los tomadores de decisiones de nuestro estado, reivindicando la esencia del servicio público como aquel que verdaderamente está comprometido con la causa fundamental: el pueblo. Sólo así podremos asegurarnos de lograr el máximo bienestar para todas y todos.

Nos encontramos frente a una nueva etapa de la vida pública de nuestro país y con ella, la oportunidad de continuar consolidando una sociedad más justa y equitativa. A nivel nacional, el cambio es imparable, nuevos actores e ideas se mueven en la esfera pública; en el caso de nuestro estado, son insostenibles las viejas prácticas.

La nueva generación de políticas y políticos debe dejar de lado la política de café. Es necesario involucrarse con la sociedad, caminar, escuchar, conocer la raíz de las problemáticas y actuar con compromiso y transparencia, hacia la búsqueda del bien común. Virtudes que día con día muchos hemos visto y aprendido de un amigo a quien estimo mucho: David.

El corazón de Zacatecas radica en su gente. Existen muchas personas que comparten el ideal de transformar, que cuentan con talento y nuevas ideas y que están generando mejores resultados. Vayamos en unidad y trabajemos con alturas de miras.

El cantar del gallo se escucha cada vez más fuerte.