/ lunes 27 de agosto de 2018

¿Por qué perdió el PRI?

La pregunta con la que iniciamos esta breve reflexión sin duda alguna, será la que se hagan todos los priístas y su respuesta será la mejor, pero no es ocioso que difundamos una modesta opinión pública cuando creamos tenerla. Los días inmediatos a la derrota histórica, que nunca antes había tenido el PRI y nunca imaginada, ni por priístas y no priístas, de esa magnitud, abundaron reproches a su dirigencia y al presidente de la república con todo derecho, pero tal vez sin razón.

Después de 1984 este partido empezó a perder votantes en muchos estados de la república y crecieron partidos como Nueva Alianza, el Verde, con los que el tricolor empezó a establecer alianzas previa desaparición de otros; lo anterior no parecía alarmar demasiado cuando muchos otros procesos económicos y políticos avanzaban en nombre de una democratización; no obstante, en el gobierno de Salinas cuando se difundieron muchos beneficios con el programa Solidaridad, se empezó a especular en muchos medios sobre la formación de un nuevo partido, porqueen el PRI algo ya no funcionaba con la normalidad que lo había caracterizado en un largo periodo de sus existencia.

El proyecto económico que había prevalecido hasta el gobierno de López Portillo, estaba siendo remplazado por otro muy distinto y opuesto, al grado tal que ese expresidente dijo: “fui el último presidente de la Revolución”. El nuevo proyecto económico impactó paulatinamente en la clase obrera, en todos los sindicatos, en las organizaciones campesinas hasta la desaparición de algunas, como la CCI y parecía sobrevivir la CNOP, pero terminó también como una sobreviviente. El entorno económico y social mexicano en donde el tricolor había funcionado bien, había cambiado mucho, las organizaciones propias de los sectores quedaron como símbolos de un pasado que no volvería más, y las consultas a los mismos se convirtieron en un ritual a la hora de ungir a un candidato como futuro gobernador.

Dentro del PRI iniciaron procesos desde la llegada de Miguel de la Madrid porque la pugna interna entre “políticos” y “técnicos” de aquellos años se resolvió a favor de los “técnicos”, posteriormente llamados tecnócratas. El dominio de éstos se había consolidado y la “carrera política” que se hacia dentro del PRI también fue cambiando. Lo que parecía excepción de llegar a la presidencia sin pasar previamente por puestos de elección popular, se convirtió en la regla. Se llegó a un punto en que algunos diputados o senadores priístas les dieron las gracias a los panistas por haberlos influido de su cultura política. Algunos columnistas ironizaron diciendo que, en esa relación entre PRI y PAN, el triunfo cultural era del PAN. Ya los nuevos priístas se parecían mucho a los panistas, porque el proyecto económico y sus expresiones políticas que tuvo su auge con Salinas, era muy parecido al que prefiguró el fundador del PAN, Gómez Morín.

Muchos priístas no tuvieron tiempo de pensar, ni individual ni colectivamente, en la nueva trayectoria de su partido ni en los cambios internos inmediatos que experimentaban. A lo anterior hay que agregar el escándalo de la corrupción de algunos gobernadores priístas en un ambiente de descomposición social y política. Cuando cambian los estatutos para postular un candidato sin partido pero parecido a los nuevos panistas y priístas, y por el que votarían ambos partidos, para continuar con el proyecto de los grandes empresarios más excluyentes que incluyentes del proceso económico en curso, muchos priístas ya no lo entendieron. Unos se fueron a Morena y otros permanecieron en su partido, pero al nuevo candidato, ya no lo pudieron hacer ganar, porque su fuerza social y moral se había agotado.


La pregunta con la que iniciamos esta breve reflexión sin duda alguna, será la que se hagan todos los priístas y su respuesta será la mejor, pero no es ocioso que difundamos una modesta opinión pública cuando creamos tenerla. Los días inmediatos a la derrota histórica, que nunca antes había tenido el PRI y nunca imaginada, ni por priístas y no priístas, de esa magnitud, abundaron reproches a su dirigencia y al presidente de la república con todo derecho, pero tal vez sin razón.

Después de 1984 este partido empezó a perder votantes en muchos estados de la república y crecieron partidos como Nueva Alianza, el Verde, con los que el tricolor empezó a establecer alianzas previa desaparición de otros; lo anterior no parecía alarmar demasiado cuando muchos otros procesos económicos y políticos avanzaban en nombre de una democratización; no obstante, en el gobierno de Salinas cuando se difundieron muchos beneficios con el programa Solidaridad, se empezó a especular en muchos medios sobre la formación de un nuevo partido, porqueen el PRI algo ya no funcionaba con la normalidad que lo había caracterizado en un largo periodo de sus existencia.

El proyecto económico que había prevalecido hasta el gobierno de López Portillo, estaba siendo remplazado por otro muy distinto y opuesto, al grado tal que ese expresidente dijo: “fui el último presidente de la Revolución”. El nuevo proyecto económico impactó paulatinamente en la clase obrera, en todos los sindicatos, en las organizaciones campesinas hasta la desaparición de algunas, como la CCI y parecía sobrevivir la CNOP, pero terminó también como una sobreviviente. El entorno económico y social mexicano en donde el tricolor había funcionado bien, había cambiado mucho, las organizaciones propias de los sectores quedaron como símbolos de un pasado que no volvería más, y las consultas a los mismos se convirtieron en un ritual a la hora de ungir a un candidato como futuro gobernador.

Dentro del PRI iniciaron procesos desde la llegada de Miguel de la Madrid porque la pugna interna entre “políticos” y “técnicos” de aquellos años se resolvió a favor de los “técnicos”, posteriormente llamados tecnócratas. El dominio de éstos se había consolidado y la “carrera política” que se hacia dentro del PRI también fue cambiando. Lo que parecía excepción de llegar a la presidencia sin pasar previamente por puestos de elección popular, se convirtió en la regla. Se llegó a un punto en que algunos diputados o senadores priístas les dieron las gracias a los panistas por haberlos influido de su cultura política. Algunos columnistas ironizaron diciendo que, en esa relación entre PRI y PAN, el triunfo cultural era del PAN. Ya los nuevos priístas se parecían mucho a los panistas, porque el proyecto económico y sus expresiones políticas que tuvo su auge con Salinas, era muy parecido al que prefiguró el fundador del PAN, Gómez Morín.

Muchos priístas no tuvieron tiempo de pensar, ni individual ni colectivamente, en la nueva trayectoria de su partido ni en los cambios internos inmediatos que experimentaban. A lo anterior hay que agregar el escándalo de la corrupción de algunos gobernadores priístas en un ambiente de descomposición social y política. Cuando cambian los estatutos para postular un candidato sin partido pero parecido a los nuevos panistas y priístas, y por el que votarían ambos partidos, para continuar con el proyecto de los grandes empresarios más excluyentes que incluyentes del proceso económico en curso, muchos priístas ya no lo entendieron. Unos se fueron a Morena y otros permanecieron en su partido, pero al nuevo candidato, ya no lo pudieron hacer ganar, porque su fuerza social y moral se había agotado.