/ miércoles 22 de julio de 2020

Por salud mental

A estas “alturas del partido” es ilusorio pensar que pronto volveremos a nuestra vida anterior a la pandemia. Podríamos decir que éramos felices y no lo sabíamos, o no nos dábamos cuenta porque muchas veces no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Así somos de ingratos los seres humanos.

Es bueno por salud mental ir haciéndonos a la idea de que esto va para largo, o al menos para más tiempo del que habíamos pensado. Creo que sobre todo la incertidumbre está causando mucho estrés, porque lo único cierto es que no está claro el futuro. Algunas autoridades insisten en que estamos controlando la situación y que ya vamos saliendo. ¡Ese es el deseo de todos! Pero los números parecen decir otra cosa.

Muchas actividades se han estado aplazando con la esperanza de que pronto volveremos a estar como antes, pero la realidad es que falta tiempo para llegar al deseado semáforo verde, cuando al parecer todo “volverá a su lugar”. Sin embargo, no podemos esperar que las cosas cambien si no cambiamos todos, no solo unos cuantos, nuestra forma de actuar y relacionarnos.

Algunos piensan que todo es una conspiración de fuerzas ocultas que quieren controlarnos. Otros que no existe el virus, o que solo es cosa de viejitos o gente rica. ¡Habría que dar recorridos “turísticos” por los hospitales Covid para convencer a los escépticos! Ahora sí que aunque esté mal dicho, “haiga sido como haiga sido”, lo más difícil es vencer la ignorancia y la necedad. Y de esto hay mucho.

La pandemia ha puesto de relieve el poco sentido de comunidad que tenemos. Lo que cada uno hace, en mayor o menor medida, afecta a los demás. En algunos lugares te voltean a ver como “bicho raro” si no usas cubrebocas, en otros, si lo usas. Algunos te quieren saludar de mano y se molestan si les dices que mejor “de lejecitos”. Otros por el contrario, llevan meses sin ver la luz del sol. ¿Cuál es el punto medio?

Todos estamos viviendo momentos difíciles, ya sea por motivos económicos, falta de salud o exceso de estrés. Necesitamos tenernos paciencia, y al mismo tiempo aceptar que debemos cumplir las medidas necesarias que evitan la propagación de contagios. No saldremos adelante si cada quien se considera “especialista” y sigue su criterio. La falta de interés por el bien de todos puede ser más grave que el propio virus. Me daría gusto saber que he convencido al menos una persona de las que hacen poco caso a las medidas sanitarias. “A Dios rogando y con el mazo dando”. No perdamos la esperanza y nuestra fe en Dios. ¡Gracias!

A estas “alturas del partido” es ilusorio pensar que pronto volveremos a nuestra vida anterior a la pandemia. Podríamos decir que éramos felices y no lo sabíamos, o no nos dábamos cuenta porque muchas veces no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Así somos de ingratos los seres humanos.

Es bueno por salud mental ir haciéndonos a la idea de que esto va para largo, o al menos para más tiempo del que habíamos pensado. Creo que sobre todo la incertidumbre está causando mucho estrés, porque lo único cierto es que no está claro el futuro. Algunas autoridades insisten en que estamos controlando la situación y que ya vamos saliendo. ¡Ese es el deseo de todos! Pero los números parecen decir otra cosa.

Muchas actividades se han estado aplazando con la esperanza de que pronto volveremos a estar como antes, pero la realidad es que falta tiempo para llegar al deseado semáforo verde, cuando al parecer todo “volverá a su lugar”. Sin embargo, no podemos esperar que las cosas cambien si no cambiamos todos, no solo unos cuantos, nuestra forma de actuar y relacionarnos.

Algunos piensan que todo es una conspiración de fuerzas ocultas que quieren controlarnos. Otros que no existe el virus, o que solo es cosa de viejitos o gente rica. ¡Habría que dar recorridos “turísticos” por los hospitales Covid para convencer a los escépticos! Ahora sí que aunque esté mal dicho, “haiga sido como haiga sido”, lo más difícil es vencer la ignorancia y la necedad. Y de esto hay mucho.

La pandemia ha puesto de relieve el poco sentido de comunidad que tenemos. Lo que cada uno hace, en mayor o menor medida, afecta a los demás. En algunos lugares te voltean a ver como “bicho raro” si no usas cubrebocas, en otros, si lo usas. Algunos te quieren saludar de mano y se molestan si les dices que mejor “de lejecitos”. Otros por el contrario, llevan meses sin ver la luz del sol. ¿Cuál es el punto medio?

Todos estamos viviendo momentos difíciles, ya sea por motivos económicos, falta de salud o exceso de estrés. Necesitamos tenernos paciencia, y al mismo tiempo aceptar que debemos cumplir las medidas necesarias que evitan la propagación de contagios. No saldremos adelante si cada quien se considera “especialista” y sigue su criterio. La falta de interés por el bien de todos puede ser más grave que el propio virus. Me daría gusto saber que he convencido al menos una persona de las que hacen poco caso a las medidas sanitarias. “A Dios rogando y con el mazo dando”. No perdamos la esperanza y nuestra fe en Dios. ¡Gracias!