/ lunes 8 de abril de 2019

Por tan solo no ser como él

Cierta noche antes de dormirme, prendí la televisión y comenzaba un documental de un atleta deportivo con capacidades diferentes, me llamó la atención y me centré en ver y escuchar el cómo había logrado de ser un hombre encerrado en su casa a romper récord mundiales en juegos especiales.

Comentaba este atleta con su poca habla y entendimiento mental, que él deseaba ser mejor persona, que deseaba ser un campeón en la vida, y que daría su misma vida por lograrlo. Entró en una escuela especial donde le enseñaron a sus primeros pasos en el deporte, su relación con sus entrenadores fue la clave para comenzar su vuelo, y pasar de ser sólo sueños y deseos para convertirlos en realidades y metas logradas.

Él, trabajó por años completos sin perder su objetivo, ya que en cada competencia, decía al llegar a la meta que estaba logrando sus sueños, pero, que él quería seguir haciéndolos siempre sin importarle nada. Su poca o grande fortaleza mental comenzaba nuevamente a madurar día a día y carrera tras carrera, su vida era competir y ganar, ser feliz y seguir haciéndolo.

Su tenacidad, su disciplina y su carácter lo hicieron ser un hombre sin discapacidades, lograba lo que se proponía, y no tenía miedo a subir más alto al tomar decisiones cada vez más difíciles,

Por las noches caía rendido de sus duros entrenamientos, y por la mañana estaba listo a destrozar los entrenamientos del día anterior. Su vida era feliz, sus problemas los resolvía sin pretextos ni pleitos, lo difícil lo convertía en fácil por el tan solo hecho de ser feliz.

En cada competición por difícil que fuera, él decía que lo primero que tenía era el respeto de sus adversarios, luego a destrozarlos en la competencia, pero, con bases y principios deportivos, pues, nadie le iba a quitar el triunfo… Me transformó al escucharle decir que no dejaría de ser un luchador incansable hasta el último día, porque ese día sería el más importante de su vida, donde juntaría todos sus logros, sus alegrías y satisfacciones y se los entregaría a Dios, quien le permitió vivir un vida llena de sueños convertidos en realidades.

Créanmelo que todo esto me quitó por completo el sueño y lo mejor de todo me hizo comprender lo mal que estoy al tratar de lograr cosas difíciles, cuando las fáciles no las puedo realizar por tan sólo ser indisciplinado y no saber dar todo de mí en cada objetivo que me proponía lograr… También comprendí, que no siempre lograba todo, pues, no lo hacía con la alegría del tamaño que este atleta lo hacía a diario. No podía comprender cómo un atleta especial fuera más inteligente que yo, pues, se entiende que yo comprendo todo, y todo lo tengo en mis manos.

Él hablaba del final de su vida la cual la terminaría con gusto, pues sería el hombre más agradecido con Dios por la vida que le prestó y por todo lo que logró hacer en su trayecto… Y yo nunca me he puesto a darle gracias a Dios por los días vividos y pedirle su ayuda por los días que me restan de vida. No fue tan sólo un documental de un atleta súper grande por sus triunfos, sino, por su corazón; fue la mejor clase de reflexión que he tenido en mi vida, para ser mejor y luchar a diario por lograrlo.

Desde esa noche me di cuenta que el ser humano no vale por su capacidad o discapacidad, sino, por su corazón para vivir en paz y morir con alegría.

Cierta noche antes de dormirme, prendí la televisión y comenzaba un documental de un atleta deportivo con capacidades diferentes, me llamó la atención y me centré en ver y escuchar el cómo había logrado de ser un hombre encerrado en su casa a romper récord mundiales en juegos especiales.

Comentaba este atleta con su poca habla y entendimiento mental, que él deseaba ser mejor persona, que deseaba ser un campeón en la vida, y que daría su misma vida por lograrlo. Entró en una escuela especial donde le enseñaron a sus primeros pasos en el deporte, su relación con sus entrenadores fue la clave para comenzar su vuelo, y pasar de ser sólo sueños y deseos para convertirlos en realidades y metas logradas.

Él, trabajó por años completos sin perder su objetivo, ya que en cada competencia, decía al llegar a la meta que estaba logrando sus sueños, pero, que él quería seguir haciéndolos siempre sin importarle nada. Su poca o grande fortaleza mental comenzaba nuevamente a madurar día a día y carrera tras carrera, su vida era competir y ganar, ser feliz y seguir haciéndolo.

Su tenacidad, su disciplina y su carácter lo hicieron ser un hombre sin discapacidades, lograba lo que se proponía, y no tenía miedo a subir más alto al tomar decisiones cada vez más difíciles,

Por las noches caía rendido de sus duros entrenamientos, y por la mañana estaba listo a destrozar los entrenamientos del día anterior. Su vida era feliz, sus problemas los resolvía sin pretextos ni pleitos, lo difícil lo convertía en fácil por el tan solo hecho de ser feliz.

En cada competición por difícil que fuera, él decía que lo primero que tenía era el respeto de sus adversarios, luego a destrozarlos en la competencia, pero, con bases y principios deportivos, pues, nadie le iba a quitar el triunfo… Me transformó al escucharle decir que no dejaría de ser un luchador incansable hasta el último día, porque ese día sería el más importante de su vida, donde juntaría todos sus logros, sus alegrías y satisfacciones y se los entregaría a Dios, quien le permitió vivir un vida llena de sueños convertidos en realidades.

Créanmelo que todo esto me quitó por completo el sueño y lo mejor de todo me hizo comprender lo mal que estoy al tratar de lograr cosas difíciles, cuando las fáciles no las puedo realizar por tan sólo ser indisciplinado y no saber dar todo de mí en cada objetivo que me proponía lograr… También comprendí, que no siempre lograba todo, pues, no lo hacía con la alegría del tamaño que este atleta lo hacía a diario. No podía comprender cómo un atleta especial fuera más inteligente que yo, pues, se entiende que yo comprendo todo, y todo lo tengo en mis manos.

Él hablaba del final de su vida la cual la terminaría con gusto, pues sería el hombre más agradecido con Dios por la vida que le prestó y por todo lo que logró hacer en su trayecto… Y yo nunca me he puesto a darle gracias a Dios por los días vividos y pedirle su ayuda por los días que me restan de vida. No fue tan sólo un documental de un atleta súper grande por sus triunfos, sino, por su corazón; fue la mejor clase de reflexión que he tenido en mi vida, para ser mejor y luchar a diario por lograrlo.

Desde esa noche me di cuenta que el ser humano no vale por su capacidad o discapacidad, sino, por su corazón para vivir en paz y morir con alegría.