Desvincular el sexo del amor ha sido el error fundamental del que han emanado las mayores tragedias de nuestra era, tal como hartarse en Navidad de regalos sin haber entendido y asumido que el Nacimiento es celebrar una victoria que no ha tenido lugar.
Masturbarse –y hacerlo bastante– tiene mucho que ver con el facilismo de nuestra era de gastar toda la fuerza en simulacros.
Toda “porno” conduce a la perversión, pero es cierto que la experimentación sexual la carga el diablo; y que cuando has visto mil películas de un cantar, quieres mil de otro; y así sucesivamente hasta que, con todo ya banalizado, es sólo cuestión de tiempo que un día te pases de la raya.
¿Quién no pagaría lo que le pidieran si le chantajearan con hacer público su historial de navegación? La ciencia sin Dios –esto lo dijo Ratzinger– conduce a Auschwitz.
Igual, el desenfreno del sexo sin amor.