/ lunes 10 de agosto de 2020

Pospandemia

Vivimos en una época de incertidumbre. No hay nada concreto sobre lo cual se puedan fijar pronósticos futuristas. La pandemia de COVID-19 ha modificado gran parte de la vida diaria. Las cosas no son como antes, y tal vez no lo sean durante un buen tiempo. En espera de encontrar respuestas sobre el mañana, los humanos nos apresuramos a vivir la vida para llegar lo más pronto posible al futuro. Es un barco que ya zarpó, pero navego en él en la imaginación. Como Carl Honoré lo describe en Elogio a la Lentitud (2004): el tiempo se aleja, no lo hay en suficiente cantidad, y debes pedalear cada vez más rápido para mantenerte a su ritmo. ¿Es por esto que preferimos vivir en el desconfinamiento a pesar de los riesgos? Tal vez la inmediatez por llegar al devenir podría ser una de sus causas. Creer que en el porvenir no habrá restricciones es una idea llena de agujeros como un queso gruyere.

Sobre el estado pospandémico algunos pensadores han profetizado escenarios más complejos de los que existían antes del SARS-CoV-2. En Pandemia: la Covid-19 estremece al mundo (2020), Žižek, asegura que después de la crisis global sanitaria no habría ningún regreso a la normalidad, lo difícil será aceptar que atrás de la epidemia actual no existen significados ocultos: “Si vemos las cosas desde una perspectiva más amplia, somos una especie que no posee ninguna importancia especial”. Han (2020) ha señalado en varias ocasiones que uno de los efectos del virus se relaciona con la visibilidad de la muerte, este acontecimiento natural que había sido suprimido por la sociedad ahora se exhibe en los medios de comunicación. Para el reconocido intelectual y lingüista Chomsky (2020) el nuevo coronavirus puede cambiar la forma en la cual los seres humanos se relacionan con la naturaleza, pero este dependerá de la forma en la cual la población joven reaccione. En cualquier caso, el futuro es desconocido.

¿Qué cambiará en el futuro? No encontramos suficientes escenarios alentadores. Las posiciones son más bien pesimistas. Por ejemplo, los economistas han advertido sobre profundas crisis financieras que podrían durar décadas en terminar. Esto incluye colapsos de la banca, pérdidas de empleo, cierre de negocios y empresas, disminución de la recaudación del Estado, precarización del trabajo, etcétera. En el campo médico, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que si bien es posible desarrollar una vacuna contra el COVID-19, aún se desconoce si pueda ser efectiva para toda la población o si los tratamientos tengan el mismo resultado en cada individuo. En la educación, el modelo e-learning continúa siendo la alternativa más coherente para garantizar el distanciamiento social, sin embargo, desconocemos hasta el momento los efectos positivos y negativos de este modelo sobre la vida de estudiantes, profesores y tutores.

La pandemia nos deja más dudas que respuestas. No tenemos la certeza de qué ocurrirá en el mañana por el simple hecho de que el devenir se dibuja sobre un campo de futbol pintado con cal en un día con pronóstico de lluvia.

Vivimos en una época de incertidumbre. No hay nada concreto sobre lo cual se puedan fijar pronósticos futuristas. La pandemia de COVID-19 ha modificado gran parte de la vida diaria. Las cosas no son como antes, y tal vez no lo sean durante un buen tiempo. En espera de encontrar respuestas sobre el mañana, los humanos nos apresuramos a vivir la vida para llegar lo más pronto posible al futuro. Es un barco que ya zarpó, pero navego en él en la imaginación. Como Carl Honoré lo describe en Elogio a la Lentitud (2004): el tiempo se aleja, no lo hay en suficiente cantidad, y debes pedalear cada vez más rápido para mantenerte a su ritmo. ¿Es por esto que preferimos vivir en el desconfinamiento a pesar de los riesgos? Tal vez la inmediatez por llegar al devenir podría ser una de sus causas. Creer que en el porvenir no habrá restricciones es una idea llena de agujeros como un queso gruyere.

Sobre el estado pospandémico algunos pensadores han profetizado escenarios más complejos de los que existían antes del SARS-CoV-2. En Pandemia: la Covid-19 estremece al mundo (2020), Žižek, asegura que después de la crisis global sanitaria no habría ningún regreso a la normalidad, lo difícil será aceptar que atrás de la epidemia actual no existen significados ocultos: “Si vemos las cosas desde una perspectiva más amplia, somos una especie que no posee ninguna importancia especial”. Han (2020) ha señalado en varias ocasiones que uno de los efectos del virus se relaciona con la visibilidad de la muerte, este acontecimiento natural que había sido suprimido por la sociedad ahora se exhibe en los medios de comunicación. Para el reconocido intelectual y lingüista Chomsky (2020) el nuevo coronavirus puede cambiar la forma en la cual los seres humanos se relacionan con la naturaleza, pero este dependerá de la forma en la cual la población joven reaccione. En cualquier caso, el futuro es desconocido.

¿Qué cambiará en el futuro? No encontramos suficientes escenarios alentadores. Las posiciones son más bien pesimistas. Por ejemplo, los economistas han advertido sobre profundas crisis financieras que podrían durar décadas en terminar. Esto incluye colapsos de la banca, pérdidas de empleo, cierre de negocios y empresas, disminución de la recaudación del Estado, precarización del trabajo, etcétera. En el campo médico, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que si bien es posible desarrollar una vacuna contra el COVID-19, aún se desconoce si pueda ser efectiva para toda la población o si los tratamientos tengan el mismo resultado en cada individuo. En la educación, el modelo e-learning continúa siendo la alternativa más coherente para garantizar el distanciamiento social, sin embargo, desconocemos hasta el momento los efectos positivos y negativos de este modelo sobre la vida de estudiantes, profesores y tutores.

La pandemia nos deja más dudas que respuestas. No tenemos la certeza de qué ocurrirá en el mañana por el simple hecho de que el devenir se dibuja sobre un campo de futbol pintado con cal en un día con pronóstico de lluvia.