/ lunes 13 de diciembre de 2021

Preparar la Navidad

Es una fiesta tan importante la Navidad que siempre se organiza con anticipación. Las luces aparecen por todos lados y el alumbrado público navideño es anunciado con «bombo y platillo». Las tiendas y negocios se previenen para una de las mejores temporadas del año. Se planean las posadas, la cena navideña, las reuniones familiares y la entrega de regalos, así como las vacaciones si es posible.

Suele ser una época de muchas actividades. Sin embargo, los creyentes no debemos vivirla de una manera superficial. El trajín que implica la Navidad es parte de este tiempo, pero no es lo esencial. La Iglesia nos invita a prepararnos sobre todo de manera espiritual, es decir y aunque suene trillado, «disponer el corazón para recibir a Jesús». De esto se trata el tiempo litúrgico de Adviento que estamos viviendo previo a la Navidad.

¿Qué quiere decir preparar el corazón? Primero tomarnos el tiempo de examinar nuestra conciencia, aceptar y reconocer lo que quizá no hemos hecho bien este año que casi termina. Enfrentar la realidad, respecto a nuestras responsabilidades con Dios y los demás, entablando ese diálogo interior con nosotros mismos del cual muchas veces huimos porque no queremos o nos cuesta mucho cambiar.

Con frecuencia somos buenos para hacer el examen de errores de los demás; tenemos claridad de sus vicios e imperfecciones, pero no siempre somos tan agudos para analizar nuestra propia condición. Ahí empieza la disposición del corazón, pues entonces puedo decidirme por un camino de conversión. No basta reconocer las equivocaciones, sino que hay que esforzarse por mejorar.

El amor a los demás no puede ser genérico. Los demás son personas reales con nombre y apellido, diferentes para cada uno de nosotros. Amar a los demás en abstracto es muy sencillo. Amar a las personas concretas con virtudes y defectos tiene su gracia y no siempre es fácil, por eso se dice que la caridad no es solo dar, sino también comprender.

Un acto de amor que podemos hacer en este tiempo, y siempre, es brindar nuestra comprensión ante la situación de los demás. No para justificar lo que está mal, pues la mentira y el error no llevan a ningún lado, pero sí para tratar de entenderlos en su contexto, con su historia personal, sus alegrías y dificultades.

Jesús no andaba siempre juzgando y recriminando. Ofrecía comprensión a las personas para hacerles ver que sus faltas y pecados no los definían y que siempre con empeño eran superables. La preparación más importante y necesaria para la Navidad es la del corazón que se deja interpelar por Dios y que crece en el deseo de ayudar y comprender a los demás. ¡Gracias!

Es una fiesta tan importante la Navidad que siempre se organiza con anticipación. Las luces aparecen por todos lados y el alumbrado público navideño es anunciado con «bombo y platillo». Las tiendas y negocios se previenen para una de las mejores temporadas del año. Se planean las posadas, la cena navideña, las reuniones familiares y la entrega de regalos, así como las vacaciones si es posible.

Suele ser una época de muchas actividades. Sin embargo, los creyentes no debemos vivirla de una manera superficial. El trajín que implica la Navidad es parte de este tiempo, pero no es lo esencial. La Iglesia nos invita a prepararnos sobre todo de manera espiritual, es decir y aunque suene trillado, «disponer el corazón para recibir a Jesús». De esto se trata el tiempo litúrgico de Adviento que estamos viviendo previo a la Navidad.

¿Qué quiere decir preparar el corazón? Primero tomarnos el tiempo de examinar nuestra conciencia, aceptar y reconocer lo que quizá no hemos hecho bien este año que casi termina. Enfrentar la realidad, respecto a nuestras responsabilidades con Dios y los demás, entablando ese diálogo interior con nosotros mismos del cual muchas veces huimos porque no queremos o nos cuesta mucho cambiar.

Con frecuencia somos buenos para hacer el examen de errores de los demás; tenemos claridad de sus vicios e imperfecciones, pero no siempre somos tan agudos para analizar nuestra propia condición. Ahí empieza la disposición del corazón, pues entonces puedo decidirme por un camino de conversión. No basta reconocer las equivocaciones, sino que hay que esforzarse por mejorar.

El amor a los demás no puede ser genérico. Los demás son personas reales con nombre y apellido, diferentes para cada uno de nosotros. Amar a los demás en abstracto es muy sencillo. Amar a las personas concretas con virtudes y defectos tiene su gracia y no siempre es fácil, por eso se dice que la caridad no es solo dar, sino también comprender.

Un acto de amor que podemos hacer en este tiempo, y siempre, es brindar nuestra comprensión ante la situación de los demás. No para justificar lo que está mal, pues la mentira y el error no llevan a ningún lado, pero sí para tratar de entenderlos en su contexto, con su historia personal, sus alegrías y dificultades.

Jesús no andaba siempre juzgando y recriminando. Ofrecía comprensión a las personas para hacerles ver que sus faltas y pecados no los definían y que siempre con empeño eran superables. La preparación más importante y necesaria para la Navidad es la del corazón que se deja interpelar por Dios y que crece en el deseo de ayudar y comprender a los demás. ¡Gracias!