Le hemos dado al valor del voto una indisolubilidad del vínculo. Es un error. Hay veces que nos equivocamos y los tiempos legales nos obligan a aguantarlos. La gran ventaja que tiene esta democracia es que los errores son inmediatos.
Menos, cuando hay uno más aventurero que nosotros —que siempre lo hay—, y aprovecha la desaparición del papel de las encuestas, de la razón y de la seriedad: “Una mentira repetida constantemente, con la convicción necesaria, se convierte no solo en verdad, sino en la única”.
Porque solo hay una manera de que las noticias y la verdad no tengan ninguna razón de ser: crear tal confusión —entre lo incierto, la mentira y la verdad— que, al final, uno solamente pueda escuchar a su corazón o a sus tripas para que le digan lo que es verdad y lo que es mentira.
Las redes sociales son como la imprenta y la torre de Babel, y en medio una gran pregunta: si el sistema de elección es tan efímero, si nuestros estados de ánimo son dominantes ¿cuánto tiempo sobrevivirán los sistemas, qué fuerzas te obligan a estar en un mal matrimonio? Porque así es el juego, pese a que desde el principio sepas que te equivocaste.