/ sábado 11 de agosto de 2018

Programa de Estímulos a la Innovación, un ejemplo de éxito

Esta semana se llevó a cabo el Foro Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) 2018 organizado por Conacyt, en donde expertos y académicos de todo el país plantearon las políticas públicas de CTI que guiarán el desarrollo de esta área durante los próximos años.

En este marco tuve el honor de comentar el libro “Programa de Estímulos a la Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación (PEI): Resultados y Casos de Éxito”, en donde se detallan los resultados de este programa gubernamental que comenzó en 2009, y del que acaba de lanzarse la convocatoria 2019.

A lo largo de estos diez años en que ha estado vigente el PEI, se puede afirmar que ha sido un parteaguas en la modernización de la industria nacional, y sus resultados demuestran claramente los beneficios de invertir en CTI.

Por ejemplo, más del 50% de las empresas apoyadas por el PEI ahora cuentan con sus propias áreas de Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación (IDTI). Se han generado más de 20 mil empleos, más de mil 300 vinculaciones de empresas con centros de investigación, más de 16 mil innovaciones de productos, servicios y procesos, más de 4 mil 700 registros de propiedad intelectual, y más de 35 mil trabajadores capacitados en procesos de innovación, además de aumentar las ventas y utilidades.

El PEI representa la asociación público-privada más importante a nivel nacional, generando hasta 2017 una inversión en innovación de 52 mil 218 millones de pesos, de los cuales 47% provenían de recursos públicos y 53% de recursos privados.

Hay que ser claros: uno de los mayores obstáculos para la innovación es precisamente el aspecto monetario. La innovación es un proceso de alto riesgo para cualquier empresa, en particular las mipymes, que en muchas ocasiones no cuentan con suficientes recursos económicos y humanos.

Programas como el PEI demuestran que es posible solucionar este reto mediante el financiamiento compartido público-privado y la vinculación de estas pequeñas empresas con centros de investigación e instituciones de educación superior que cuentan con capital humano e infraestructura especializada.

Esta colaboración entre gobierno, academia e industria resulta benéfica para las tres partes: las pymes aprenden a innovar y desarrollan nuevos productos y servicios con alto valor agregado; las universidades y centros de investigación obtienen recursos para sus actividades, además de llevar a la práctica sus conocimientos; y el gobierno contribuye a la generación de empleos y una mejor economía.

No debemos olvidar que las mipymes son la columna vertebral de nuestra economía, ya que constituyen el 99% de todas las empresas y generan el 78% de todo el empleo. Por ello resulta deseable y lógico continuar con el PEI y otros programas similares, en beneficio de millones de familias mexicanas.


Esta semana se llevó a cabo el Foro Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) 2018 organizado por Conacyt, en donde expertos y académicos de todo el país plantearon las políticas públicas de CTI que guiarán el desarrollo de esta área durante los próximos años.

En este marco tuve el honor de comentar el libro “Programa de Estímulos a la Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación (PEI): Resultados y Casos de Éxito”, en donde se detallan los resultados de este programa gubernamental que comenzó en 2009, y del que acaba de lanzarse la convocatoria 2019.

A lo largo de estos diez años en que ha estado vigente el PEI, se puede afirmar que ha sido un parteaguas en la modernización de la industria nacional, y sus resultados demuestran claramente los beneficios de invertir en CTI.

Por ejemplo, más del 50% de las empresas apoyadas por el PEI ahora cuentan con sus propias áreas de Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación (IDTI). Se han generado más de 20 mil empleos, más de mil 300 vinculaciones de empresas con centros de investigación, más de 16 mil innovaciones de productos, servicios y procesos, más de 4 mil 700 registros de propiedad intelectual, y más de 35 mil trabajadores capacitados en procesos de innovación, además de aumentar las ventas y utilidades.

El PEI representa la asociación público-privada más importante a nivel nacional, generando hasta 2017 una inversión en innovación de 52 mil 218 millones de pesos, de los cuales 47% provenían de recursos públicos y 53% de recursos privados.

Hay que ser claros: uno de los mayores obstáculos para la innovación es precisamente el aspecto monetario. La innovación es un proceso de alto riesgo para cualquier empresa, en particular las mipymes, que en muchas ocasiones no cuentan con suficientes recursos económicos y humanos.

Programas como el PEI demuestran que es posible solucionar este reto mediante el financiamiento compartido público-privado y la vinculación de estas pequeñas empresas con centros de investigación e instituciones de educación superior que cuentan con capital humano e infraestructura especializada.

Esta colaboración entre gobierno, academia e industria resulta benéfica para las tres partes: las pymes aprenden a innovar y desarrollan nuevos productos y servicios con alto valor agregado; las universidades y centros de investigación obtienen recursos para sus actividades, además de llevar a la práctica sus conocimientos; y el gobierno contribuye a la generación de empleos y una mejor economía.

No debemos olvidar que las mipymes son la columna vertebral de nuestra economía, ya que constituyen el 99% de todas las empresas y generan el 78% de todo el empleo. Por ello resulta deseable y lógico continuar con el PEI y otros programas similares, en beneficio de millones de familias mexicanas.