/ jueves 6 de enero de 2022

¿Qué esperar en 2022?

Debemos dejar claro, desde un principio, que las artes adivinatorias definitivamente no son lo nuestro. Crecimos, aprendimos y vamos a envejecer pensando que las directrices del método científico son las adecuadas para llegar a comprender el origen de las cosas, el funcionamiento del universo y entender los vericuetos aparentemente insondables que residen en la masa encefálica de los seres humanos y que determinan la particular forma de actuar, de ser y de pensar de cualquier comunidad, se ubique esta en los áridos desiertos africanos o bien, en las ahora heladas y escarchadas calles de New York.

Aclaro esto porque en este mundo influenciado por el fenómeno nefasto de la post – verdad y la vuelta a ciertas tendencias primitivas, como pudiera ser, el retorno de los dictadorcitos de barrio y líderes mundiales iluminados por el pensamiento mágico – religioso, pareciera que la proposición científica de causa y efecto, y, en general, todas las leyes científicas que nos explican la realidad, están en plena decadencia y que no tienen cabida para comprender los fenómenos también en el ámbito de las ciencias sociales.

En relación con lo anterior, y sin pretender ser catastrofistas de mala fe, nos vamos a atrever a esbozar algunas proyecciones para este año que comienza, y que se relacionan con algunos de los contratiempos más importantes, por su impacto generalizado, que estamos experimentando en nuestro país.

En el área de la seguridad pública, donde estamos viviendo los años más violentos, sin considerar un estado de guerra o revolución, con decenas y decenas de miles de homicidios por año, violaciones, secuestros, robos, extorsiones, todo al alza, de manera constante e intermitente, será aplicable el principio ya enunciado por Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Y lo que veremos en este año será más de lo mismo, pues recordemos que la estrategia que se ha seguido desde hace varios sexenios está encaminada hacia la militarización de la seguridad pública, donde ha estado demostrado con datos estadísticos y consultables, que las fuerzas armadas no fueron entrenadas, ni organizadas, ni motivadas para estos menesteres que corresponden a la autoridad civil. Es decir, seguiremos haciendo lo mismo, obteniendo los mismos resultados: aumento o estabilización de las escandalosas tasas de inseguridad.

Por lo que respecta al ámbito político, relacionado con las estrategias en todos los ámbitos del poder, tendremos que tener en cuenta el comentario ya anotado desde hace muchos ayeres por George Orwell: “nosotros sabemos que nadie toma el poder con la intención de renunciar a él”, y por esta razón lo que veremos en el transcurso del año que viene, como lo fue en el pasado, y en el pasado del pasado y así ad infinitum, será esa lucha, ahora acendrada, dados los inusuales tiempos que estamos viviendo, de nuestra decadente clase política, por perpetuarse de manera indefinida en los espacios gubernamentales que les permitan conservar y acrecentar sus privilegios, sea de viva voz y cuerpo presente o a través de alguno que estime su representante en la tierra. Intentos como el de ampliar el período del Presidente de la Suprema Corte de Justicia, o el de algún gobernador, seguirán siendo la nota común y discordante en este devenir.

En relación a la justicia (entendiendo por esta la actuación de todos aquéllos operadores de los sistemas jurisdiccionales y de procuración), acudiremos a la actualización inveterada de las máximas que desde hace muchísimo tiempo han tomado carta de naturalización en México: “hágase la justicia en los bueyes de mi compadre”, “para los amigos, justicia y gracia; para los enemigos, la ley a secas”, y otras relativas y aplicables, como dicen los abogados, y que, como aquéllas frases clarísimas por sus intenciones, no requieren de explicación ulterior, pues se explican por si mismas.

Feliz 2022.

Debemos dejar claro, desde un principio, que las artes adivinatorias definitivamente no son lo nuestro. Crecimos, aprendimos y vamos a envejecer pensando que las directrices del método científico son las adecuadas para llegar a comprender el origen de las cosas, el funcionamiento del universo y entender los vericuetos aparentemente insondables que residen en la masa encefálica de los seres humanos y que determinan la particular forma de actuar, de ser y de pensar de cualquier comunidad, se ubique esta en los áridos desiertos africanos o bien, en las ahora heladas y escarchadas calles de New York.

Aclaro esto porque en este mundo influenciado por el fenómeno nefasto de la post – verdad y la vuelta a ciertas tendencias primitivas, como pudiera ser, el retorno de los dictadorcitos de barrio y líderes mundiales iluminados por el pensamiento mágico – religioso, pareciera que la proposición científica de causa y efecto, y, en general, todas las leyes científicas que nos explican la realidad, están en plena decadencia y que no tienen cabida para comprender los fenómenos también en el ámbito de las ciencias sociales.

En relación con lo anterior, y sin pretender ser catastrofistas de mala fe, nos vamos a atrever a esbozar algunas proyecciones para este año que comienza, y que se relacionan con algunos de los contratiempos más importantes, por su impacto generalizado, que estamos experimentando en nuestro país.

En el área de la seguridad pública, donde estamos viviendo los años más violentos, sin considerar un estado de guerra o revolución, con decenas y decenas de miles de homicidios por año, violaciones, secuestros, robos, extorsiones, todo al alza, de manera constante e intermitente, será aplicable el principio ya enunciado por Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Y lo que veremos en este año será más de lo mismo, pues recordemos que la estrategia que se ha seguido desde hace varios sexenios está encaminada hacia la militarización de la seguridad pública, donde ha estado demostrado con datos estadísticos y consultables, que las fuerzas armadas no fueron entrenadas, ni organizadas, ni motivadas para estos menesteres que corresponden a la autoridad civil. Es decir, seguiremos haciendo lo mismo, obteniendo los mismos resultados: aumento o estabilización de las escandalosas tasas de inseguridad.

Por lo que respecta al ámbito político, relacionado con las estrategias en todos los ámbitos del poder, tendremos que tener en cuenta el comentario ya anotado desde hace muchos ayeres por George Orwell: “nosotros sabemos que nadie toma el poder con la intención de renunciar a él”, y por esta razón lo que veremos en el transcurso del año que viene, como lo fue en el pasado, y en el pasado del pasado y así ad infinitum, será esa lucha, ahora acendrada, dados los inusuales tiempos que estamos viviendo, de nuestra decadente clase política, por perpetuarse de manera indefinida en los espacios gubernamentales que les permitan conservar y acrecentar sus privilegios, sea de viva voz y cuerpo presente o a través de alguno que estime su representante en la tierra. Intentos como el de ampliar el período del Presidente de la Suprema Corte de Justicia, o el de algún gobernador, seguirán siendo la nota común y discordante en este devenir.

En relación a la justicia (entendiendo por esta la actuación de todos aquéllos operadores de los sistemas jurisdiccionales y de procuración), acudiremos a la actualización inveterada de las máximas que desde hace muchísimo tiempo han tomado carta de naturalización en México: “hágase la justicia en los bueyes de mi compadre”, “para los amigos, justicia y gracia; para los enemigos, la ley a secas”, y otras relativas y aplicables, como dicen los abogados, y que, como aquéllas frases clarísimas por sus intenciones, no requieren de explicación ulterior, pues se explican por si mismas.

Feliz 2022.