/ lunes 10 de septiembre de 2018

¿Qué sucede en el PAN?

A partir del triunfo de López Obrador, el pueblo mexicano empezó a vivir una situación que parece no tener precedentes en las décadas inmediatas, ni en la historia de este país. Triunfó una democracia más parecida a la propuesta de Juan Jacobo Roseau expresada en el concepto “voluntad general del pueblo”, que a la democracia representativa que parecía vigente en los partidos PRI, PAN y PRD.

El PRI y el PRD han sido muy parecidos en sus puntos programáticos y pertenecen a la Internacional Socialista; el PRI y el PAN se fueron identificando entre sí, en las últimas décadas por sus proyectos económicos, por el tipo de cuadros que promovían a las esferas de la dirección estatal, por el énfasis que ponían en una “ciudadanía” que nunca se ha parecido a la de los países desarrollados, y por una democracia liberal representativa que intentaban imitar de los países más avanzados.

Ninguno de estos tres partidos ha podido encontrar, ni construir una genuina identidad propia, en un país que tiene más rasgos políticos y económicos en común con Sudamérica, que, con Estados Unidos, Canadá o los países europeos. El PRI y el PRD están viviendo la amenaza de su desaparición, pero esta tendencia se puede contrarrestar con iniciativas creadoras y convincentes, para su propia militancia y el resto de la sociedad.

¿Y el PAN? ¿Qué pasa con el PAN?, vive momentos parecidos, pero uno observa diferencias que pueden contribuir a su reconstitución, para continuar representando a las franjas de población preferidas por ese partido y, proponerse con realismo, volver al poder. Todo esto depende, también, de una dirección calificada a nivel nacional y de la suerte de sus representados en el sexenio de López Obrador.

El PAN ha experimentado diferentes conflictos internos, tiene experiencia en resolver momentos difíciles y críticos casi desde su origen. El PAN, a diferencia del PRI, no nació en el poder; nació por una iniciativa que pretendió unir el liberalismo con la doctrina social de la iglesia católica, se generó un conflicto que ha prevalecido hasta años recientes y, en la actualidad, no está del todo resuelto.

Ante las elecciones, en las que se manifestaba el dominio hegemónico y aplastante del PRI, se planteaba la disyuntiva de participar para hacer conciencia o para acceder al poder. Posteriormente trascendió los límites partidarios aquella polémica de si se transformaba en democracia cristiana, como en Alemania y Chile, pero siguió siendo la continuidad de sus fundadores.

En esa determinación fueron decisivas las tesis de Adolfo Cristlieb Ibarrola, a quien considera el que esto escribe, el verdadero modernizador de ese partido. A mediados de la década de los sesenta uno podía observar un PAN en Ameca, Jalisco, en mítines en la plaza cuyos oradores empezaban con una breve oración y se persignaban con un público no mayor a diez personas. En esos mismos meses se podía presenciar un PAN en Mexicali y Tijuana ganando elecciones en esos municipios y se las convertían en consejos municipales; un PAN con propaganda visible en todas las colonias de Tijuana, los mítines con asistencia masiva por cuenta propia, nunca se les escuchó una alusión pública a la religión, aunque la practicaran en privado; organizó a las ahora conocidas como sexoservidoras.

Ha pasado, este partido, por variadas y diferentes crisis, han intentado resolver con métodos primitivos, según las fotos de ese tiempo en la prensa nacional cuando no pudieron acordar un candidato para competir contra López Portillo. Su inclinación a favor de los empresarios es ahora lo que puede hacerlo necesario en el sexenio de López Obrador. Ojalá asimilen las experiencias pasadas para resolver la experiencia presente, la que igual a las anteriores, es inédita.


A partir del triunfo de López Obrador, el pueblo mexicano empezó a vivir una situación que parece no tener precedentes en las décadas inmediatas, ni en la historia de este país. Triunfó una democracia más parecida a la propuesta de Juan Jacobo Roseau expresada en el concepto “voluntad general del pueblo”, que a la democracia representativa que parecía vigente en los partidos PRI, PAN y PRD.

El PRI y el PRD han sido muy parecidos en sus puntos programáticos y pertenecen a la Internacional Socialista; el PRI y el PAN se fueron identificando entre sí, en las últimas décadas por sus proyectos económicos, por el tipo de cuadros que promovían a las esferas de la dirección estatal, por el énfasis que ponían en una “ciudadanía” que nunca se ha parecido a la de los países desarrollados, y por una democracia liberal representativa que intentaban imitar de los países más avanzados.

Ninguno de estos tres partidos ha podido encontrar, ni construir una genuina identidad propia, en un país que tiene más rasgos políticos y económicos en común con Sudamérica, que, con Estados Unidos, Canadá o los países europeos. El PRI y el PRD están viviendo la amenaza de su desaparición, pero esta tendencia se puede contrarrestar con iniciativas creadoras y convincentes, para su propia militancia y el resto de la sociedad.

¿Y el PAN? ¿Qué pasa con el PAN?, vive momentos parecidos, pero uno observa diferencias que pueden contribuir a su reconstitución, para continuar representando a las franjas de población preferidas por ese partido y, proponerse con realismo, volver al poder. Todo esto depende, también, de una dirección calificada a nivel nacional y de la suerte de sus representados en el sexenio de López Obrador.

El PAN ha experimentado diferentes conflictos internos, tiene experiencia en resolver momentos difíciles y críticos casi desde su origen. El PAN, a diferencia del PRI, no nació en el poder; nació por una iniciativa que pretendió unir el liberalismo con la doctrina social de la iglesia católica, se generó un conflicto que ha prevalecido hasta años recientes y, en la actualidad, no está del todo resuelto.

Ante las elecciones, en las que se manifestaba el dominio hegemónico y aplastante del PRI, se planteaba la disyuntiva de participar para hacer conciencia o para acceder al poder. Posteriormente trascendió los límites partidarios aquella polémica de si se transformaba en democracia cristiana, como en Alemania y Chile, pero siguió siendo la continuidad de sus fundadores.

En esa determinación fueron decisivas las tesis de Adolfo Cristlieb Ibarrola, a quien considera el que esto escribe, el verdadero modernizador de ese partido. A mediados de la década de los sesenta uno podía observar un PAN en Ameca, Jalisco, en mítines en la plaza cuyos oradores empezaban con una breve oración y se persignaban con un público no mayor a diez personas. En esos mismos meses se podía presenciar un PAN en Mexicali y Tijuana ganando elecciones en esos municipios y se las convertían en consejos municipales; un PAN con propaganda visible en todas las colonias de Tijuana, los mítines con asistencia masiva por cuenta propia, nunca se les escuchó una alusión pública a la religión, aunque la practicaran en privado; organizó a las ahora conocidas como sexoservidoras.

Ha pasado, este partido, por variadas y diferentes crisis, han intentado resolver con métodos primitivos, según las fotos de ese tiempo en la prensa nacional cuando no pudieron acordar un candidato para competir contra López Portillo. Su inclinación a favor de los empresarios es ahora lo que puede hacerlo necesario en el sexenio de López Obrador. Ojalá asimilen las experiencias pasadas para resolver la experiencia presente, la que igual a las anteriores, es inédita.