/ lunes 26 de marzo de 2018

Religiosidad y fe

Recuerdo un domingo de Ramos cuando observé con objetividad una procesión, sobre todo la actitud de los participantes, llamó más mi atención las mujeres mayores con vestimenta humilde cubierta con un delantal y cabello gris peinado en trenzas, también hombres con sombrero en mano jovencitas del brazo de sus mamás, entonces percibí que muchos de esos participantes tenían un semblante de respeto, de gran fervor y cariño a su fe. Me agradó esa fuerte energía positiva resultante de la combinación entre fe y religiosidad, percibir que ambas son más que un par de sentimientos, que es algo más complejo que para los cristianos solo nos inspira Jesucristo. Esa gente de clase humilde y de clase media me dio una importante lección y me despertaron la idea que en algún momento quizá volveré a replantear mi fe con mayor profunidad conceptual pues para mí Dios no es un dogma de fe sino una realidad con cientificidad, es la Verdad Divina, es el principio y fin, el alfa y omega del cosmos, de la intelectualidad y sobre todo de la espiritualidad en la especie humana, desde esta visión hay quienes interpretamos a María, al Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y no dentro de los muros de una iglesia.

Creo los mal practicantes de su religión y los muy asiduos a la iglesia pero sin fundamento realmente religioso y menos espiritual no entienden el significado profundo de su fe. También creo que en algún momento llega una especie de destello de luz o iluminación constante que hace reconsiderar la creencia en un Ser Supremo cualquiera que sean las letras para nombrarlo humanamente y que le consideramos omnisapiente (lo sabe todo), omnipresente (está en todos lados) y omnipotente, mediante dicha iluminación a algunos les renace o fortalece su fe, otros es a partir de una dolorosa experiencia, algunos más por un proceso de construir mentalmente una visión más completa y armónica del universo con Dios como parte central. En muchos casos y con diferente grado hay gente que se les refuerza y en otros se retoma la fe, la misma de nuestros antepasados y de nuestros mayores, esa que por lo general la madre de familia inculca bajo la mirada complaciente del padre.

Evocar a esa gente en procesión con un manojo de hierbas bien arregladitas, con su corazón ardiente por Jesucristo y una mentalidad de amar y confiar en el Dios Creador, hace sentirme orgulloso de ser un católico más y que en base a la religiosidad quisiera tener una espiritualidad como la de esa gente, sentir la presencia Divina de manera trascendental en el tiempo y espacio.

Deseo a quienes leen estas líneas tengan una especial Semana Santa donde se reflexione sobre la causa y efectos que tiene en nuestra persona y familia la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, pero sobre todo llevemos a cabo sus enseñanzas. Ésta bien puede ser una venturosa conmemoración cristiana, realmente cristiana, cualquiera que sea nuestro rito.

Recuerdo un domingo de Ramos cuando observé con objetividad una procesión, sobre todo la actitud de los participantes, llamó más mi atención las mujeres mayores con vestimenta humilde cubierta con un delantal y cabello gris peinado en trenzas, también hombres con sombrero en mano jovencitas del brazo de sus mamás, entonces percibí que muchos de esos participantes tenían un semblante de respeto, de gran fervor y cariño a su fe. Me agradó esa fuerte energía positiva resultante de la combinación entre fe y religiosidad, percibir que ambas son más que un par de sentimientos, que es algo más complejo que para los cristianos solo nos inspira Jesucristo. Esa gente de clase humilde y de clase media me dio una importante lección y me despertaron la idea que en algún momento quizá volveré a replantear mi fe con mayor profunidad conceptual pues para mí Dios no es un dogma de fe sino una realidad con cientificidad, es la Verdad Divina, es el principio y fin, el alfa y omega del cosmos, de la intelectualidad y sobre todo de la espiritualidad en la especie humana, desde esta visión hay quienes interpretamos a María, al Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y no dentro de los muros de una iglesia.

Creo los mal practicantes de su religión y los muy asiduos a la iglesia pero sin fundamento realmente religioso y menos espiritual no entienden el significado profundo de su fe. También creo que en algún momento llega una especie de destello de luz o iluminación constante que hace reconsiderar la creencia en un Ser Supremo cualquiera que sean las letras para nombrarlo humanamente y que le consideramos omnisapiente (lo sabe todo), omnipresente (está en todos lados) y omnipotente, mediante dicha iluminación a algunos les renace o fortalece su fe, otros es a partir de una dolorosa experiencia, algunos más por un proceso de construir mentalmente una visión más completa y armónica del universo con Dios como parte central. En muchos casos y con diferente grado hay gente que se les refuerza y en otros se retoma la fe, la misma de nuestros antepasados y de nuestros mayores, esa que por lo general la madre de familia inculca bajo la mirada complaciente del padre.

Evocar a esa gente en procesión con un manojo de hierbas bien arregladitas, con su corazón ardiente por Jesucristo y una mentalidad de amar y confiar en el Dios Creador, hace sentirme orgulloso de ser un católico más y que en base a la religiosidad quisiera tener una espiritualidad como la de esa gente, sentir la presencia Divina de manera trascendental en el tiempo y espacio.

Deseo a quienes leen estas líneas tengan una especial Semana Santa donde se reflexione sobre la causa y efectos que tiene en nuestra persona y familia la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, pero sobre todo llevemos a cabo sus enseñanzas. Ésta bien puede ser una venturosa conmemoración cristiana, realmente cristiana, cualquiera que sea nuestro rito.