/ jueves 28 de octubre de 2021

Rumbo a la elección presidencial en Brasil

En octubre de 2022 se realizará la elección presidencial en Brasil. Si bien falta un año para llegar a ello, es interesante, desde ahora, observar el horizonte político que se perfila en esa nación.

De acuerdo con diferentes fuentes de información, la situación por la que atraviesa el país sudamericano plantea un escenario electoral crispado para el próximo año, debido a que en los últimos meses la gobernabilidad no ha tenido allí sus mejores episodios.

Los desencuentros del Poder Ejecutivo con el Poder Judicial y el Legislativo, debidos a la desacreditación del voto electrónico por parte del primero; una investigación judicial en curso por difusión, de parte del presidente de la República, de noticias falsas contra jueces del Supremo Tribunal Federal (STF); un informe del Senado, que busca que el titular del Ejecutivo sea acusado de crímenes contra la humanidad por su gestión de la pandemia, y una inflación que supera el ocho por ciento anual, entre otras situaciones, han generado, por ejemplo, que parte de la derecha tradicional brasileña, no ultraconservadora, se distancie del mandatario y que exista inconformidad social y política en un sector importante de la población.

Esto ha provocado el fortalecimiento político del expresidente Lula da Silva como potencial candidato de la izquierda a la primera magistratura del país y como contendiente del titular del Ejecutivo, Jair Bolsonaro, durante una eventual segunda vuelta electoral en 2022. Cabe recordar que el exmandatario recuperó sus derechos políticos en marzo pasado, cuando el STF anuló dos condenas en su contra por supuesta corrupción, además de que estableció que el juez Sergio Moro había sido parcial al juzgarlo y condenarlo.

En este contexto, una “tercera vía” brasileña busca posicionarse para la elección, y reuniría a quienes no votarían por uno u otro líder. Algunos de los nombres que podrían encabezar esta alternativa son Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista; João Doria, posible aspirante del Partido de la Social Democracia Brasileña; Henrique Mandetta, del partido Demócratas, entre otros, quienes, sin embargo, en el mes de septiembre de 2021 no superaban, cada uno, más del cinco por ciento del apoyo.

Así, esta tercera vía establece que, para vencer al presidente Bolsonaro se requiere la unión de partidos y agrupaciones de izquierda, centro y derecha, como sucedió en Chile durante el plebiscito de 1988, en el cual se derrotó al general Pinochet, y en la elección de 1989, con el triunfo de Patricio Aylwin, por medio de esa coalición.

Asimismo, existen quienes señalan que la izquierda debería forjar una alianza de tipo Frente Amplio a la uruguaya, debido a que, si bien el expresidente Lula lidera los sondeos con buen margen, ello no sería suficiente para vencer al actual mandatario.

Respecto al primer escenario, cabe recordar, por un lado, que la unión de distintas fuerzas políticas en Chile efectivamente restableció la democracia electoral y política en aquel país, pero no cambió el modelo económico neoliberal plasmado en la actual Constitución de 1980. Por el otro, la unión de distintas fuerzas políticas para derrotar a un presidente, evitar su reelección o impedir la llegada al poder de una candidata o candidato ultraconservador, generalmente favorece a la derecha.

Así aconteció en Francia en 2002, con el arribo al poder del expresidente Chirac al derrotar a Jean-Marie Le Pen, del extinto Frente Nacional, partido de extrema derecha, o bien, en 2017, con la llegada del presidente Macron a la jefatura del Estado francés, al vencer a la entonces candidata Marine Le Pen, del actual partido Agrupación Nacional, situado entre la derecha y la extrema derecha. Ambos triunfos se dieron en segunda vuelta.

Respecto a la alianza de las izquierdas, de llevarse a cabo, se debe organizar con base en principios y en un programa que priorice la cuestión social para buscar aglutinar, en una eventual segunda vuelta, el mayor número de consensos basados en la “unión de los sectores progresistas”, como bien la ha definido el propio expresidente Lula.

En octubre de 2022 se realizará la elección presidencial en Brasil. Si bien falta un año para llegar a ello, es interesante, desde ahora, observar el horizonte político que se perfila en esa nación.

De acuerdo con diferentes fuentes de información, la situación por la que atraviesa el país sudamericano plantea un escenario electoral crispado para el próximo año, debido a que en los últimos meses la gobernabilidad no ha tenido allí sus mejores episodios.

Los desencuentros del Poder Ejecutivo con el Poder Judicial y el Legislativo, debidos a la desacreditación del voto electrónico por parte del primero; una investigación judicial en curso por difusión, de parte del presidente de la República, de noticias falsas contra jueces del Supremo Tribunal Federal (STF); un informe del Senado, que busca que el titular del Ejecutivo sea acusado de crímenes contra la humanidad por su gestión de la pandemia, y una inflación que supera el ocho por ciento anual, entre otras situaciones, han generado, por ejemplo, que parte de la derecha tradicional brasileña, no ultraconservadora, se distancie del mandatario y que exista inconformidad social y política en un sector importante de la población.

Esto ha provocado el fortalecimiento político del expresidente Lula da Silva como potencial candidato de la izquierda a la primera magistratura del país y como contendiente del titular del Ejecutivo, Jair Bolsonaro, durante una eventual segunda vuelta electoral en 2022. Cabe recordar que el exmandatario recuperó sus derechos políticos en marzo pasado, cuando el STF anuló dos condenas en su contra por supuesta corrupción, además de que estableció que el juez Sergio Moro había sido parcial al juzgarlo y condenarlo.

En este contexto, una “tercera vía” brasileña busca posicionarse para la elección, y reuniría a quienes no votarían por uno u otro líder. Algunos de los nombres que podrían encabezar esta alternativa son Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista; João Doria, posible aspirante del Partido de la Social Democracia Brasileña; Henrique Mandetta, del partido Demócratas, entre otros, quienes, sin embargo, en el mes de septiembre de 2021 no superaban, cada uno, más del cinco por ciento del apoyo.

Así, esta tercera vía establece que, para vencer al presidente Bolsonaro se requiere la unión de partidos y agrupaciones de izquierda, centro y derecha, como sucedió en Chile durante el plebiscito de 1988, en el cual se derrotó al general Pinochet, y en la elección de 1989, con el triunfo de Patricio Aylwin, por medio de esa coalición.

Asimismo, existen quienes señalan que la izquierda debería forjar una alianza de tipo Frente Amplio a la uruguaya, debido a que, si bien el expresidente Lula lidera los sondeos con buen margen, ello no sería suficiente para vencer al actual mandatario.

Respecto al primer escenario, cabe recordar, por un lado, que la unión de distintas fuerzas políticas en Chile efectivamente restableció la democracia electoral y política en aquel país, pero no cambió el modelo económico neoliberal plasmado en la actual Constitución de 1980. Por el otro, la unión de distintas fuerzas políticas para derrotar a un presidente, evitar su reelección o impedir la llegada al poder de una candidata o candidato ultraconservador, generalmente favorece a la derecha.

Así aconteció en Francia en 2002, con el arribo al poder del expresidente Chirac al derrotar a Jean-Marie Le Pen, del extinto Frente Nacional, partido de extrema derecha, o bien, en 2017, con la llegada del presidente Macron a la jefatura del Estado francés, al vencer a la entonces candidata Marine Le Pen, del actual partido Agrupación Nacional, situado entre la derecha y la extrema derecha. Ambos triunfos se dieron en segunda vuelta.

Respecto a la alianza de las izquierdas, de llevarse a cabo, se debe organizar con base en principios y en un programa que priorice la cuestión social para buscar aglutinar, en una eventual segunda vuelta, el mayor número de consensos basados en la “unión de los sectores progresistas”, como bien la ha definido el propio expresidente Lula.