/ miércoles 6 de junio de 2018

Saber para servir

La vida nos da la oportunidad de vivir grandes experiencias todos los días y en todo momento. Una persona inteligente, encuentra aprendizajes siempre y trata de asimilar y acomodar formas o situaciones sobre sus vivencias, para mejorar su estilo de vida y convertirse en un ser humano con visión, capaz de luchar para conseguir ser tan exitoso como sus aprendizajes y creatividad le permitan.

Sin embargo, no todas las personas tomamos conciencia de ello y en ocasiones transitamos por la vida, creyendo que, a mayor conocimiento, nos es permitido aumentar el sentimiento de soberbia hacia quienes nos rodea. Nos ubicamos en un peldaño inexistente donde el éxito es ficticio, pues no se puede concebir a una persona exitosa que no tiene la capacidad de aceptar con humildad que no se puede transitar por la vida sólo, pues siempre necesitamos de alguien que nos ayude a caminar y que nos brinde la mano para continuar por el camino que elegimos o tuvimos que seguir.

Una de las cualidades más admirables que tienen los docentes, quizá la más importante para lograr realizar un trabajo verdaderamente célebre, es su capacidad para compartir lo que sabe sin reservas. Y sé que me dirán algunos de ustedes que “para eso nos pagan”, pues cuando comparto este pensamiento, a menudo recibo esta respuesta, no obstante, les invito a que analicen detenidamente a los Maestros que les rodean y vean como siempre dan más allá de lo que están obligados a realizar a cambio del minúsculo sueldo que perciben.

No se conforman con enseñar a leer y escribir, van mucho más allá del español, matemáticas y ciencias; generalmente, llegan al corazón de cada alumno y perciben sus momentos de tristeza y les abrazan para hacerles sentir alegres, cuando sienten temor, tienen palabras de aliento, en fin, con el ejemplo enseñan a cada uno de sus alumnos a dar lo mejor de ellos y a compartir lo que van aprendiendo en la escuela, con su familia, sus amigos y compañeros.

A pesar de esto, no siempre el arduo trabajo realizado, tiene el éxito que se espera, algo está faltando por hacer en los espacios donde los niños y jóvenes van creciendo. En algún momento de su vida los chicos se olvidan de los principios con que son cultivados en la escuela o en casa y es necesario revisar. Examinemos con quienes tiene contacto nuestro hijo durante su crecimiento y desarrollo y actuemos de inmediato. Los niños aprenden en casa, aprenden en la escuela, además, de los abuelos, padrinos, tíos y otros familiares; aprenden en la calle, de los amigos y compañeros que frecuentan, adquieren conocimientos en la iglesia que visitan, en los clubes a los que pertenecen, de los programas de televisión, juegos y video juegos que acostumbran, así como de las películas que se le permite ver. En fin, que el campo de donde va aprendiendo es infinito.

Por ello, es importante como padres y como maestros consideremos todo esto y actuemos para beneficiarles. Hay mucho por hacer, pensemos que cada momento del día ellos perciben nuevos aprendizajes que se vuelven significativos en su vida cuando los utilizan para resolver situaciones en la cotidianidad de su vivir.

Un excelente comienzo es que ellos perciban un papá y una mamá humildes, con intenciones de aprender en todo momento, capaces de compartir lo que saben, no solamente con sus hijos, sino en su entorno. Y que tengan claro pequeños como jóvenes que una cosa es compartir lo que se sabe para que otros aprendan y realicen mejor su trabajo y otra muy diferente, es hacerle el trabajo a la gente para contribuir a su pereza física y mental.

Otro aspecto importante es que los docentes en la escuela sigamos enseñando a los alumnos a atesorar los conocimientos que adquiere para un beneficio personal pero también social, que no solo se quede con ellos, que los ponga en práctica a la brevedad posible y que en cada oportunidad que se le presente, enseñe a los demás.

Concluyo invitando a todas las personas a vivir con sencillez pues el saber más si nos hace grandes y nos convierte en mejores personas, pero solamente, cuando se tiene la capacidad de enseñar, de lo contrario, nos convierte en seres infortunados e intratables y eso es lo que menos necesita nuestro mundo.

Compartir lo que sabemos sin temor a equivocarnos, favorece a formar una mejor sociedad para nuestros hijos y las generaciones que están por venir.

Educar seres humanos felices, es tarea de todos.

La vida nos da la oportunidad de vivir grandes experiencias todos los días y en todo momento. Una persona inteligente, encuentra aprendizajes siempre y trata de asimilar y acomodar formas o situaciones sobre sus vivencias, para mejorar su estilo de vida y convertirse en un ser humano con visión, capaz de luchar para conseguir ser tan exitoso como sus aprendizajes y creatividad le permitan.

Sin embargo, no todas las personas tomamos conciencia de ello y en ocasiones transitamos por la vida, creyendo que, a mayor conocimiento, nos es permitido aumentar el sentimiento de soberbia hacia quienes nos rodea. Nos ubicamos en un peldaño inexistente donde el éxito es ficticio, pues no se puede concebir a una persona exitosa que no tiene la capacidad de aceptar con humildad que no se puede transitar por la vida sólo, pues siempre necesitamos de alguien que nos ayude a caminar y que nos brinde la mano para continuar por el camino que elegimos o tuvimos que seguir.

Una de las cualidades más admirables que tienen los docentes, quizá la más importante para lograr realizar un trabajo verdaderamente célebre, es su capacidad para compartir lo que sabe sin reservas. Y sé que me dirán algunos de ustedes que “para eso nos pagan”, pues cuando comparto este pensamiento, a menudo recibo esta respuesta, no obstante, les invito a que analicen detenidamente a los Maestros que les rodean y vean como siempre dan más allá de lo que están obligados a realizar a cambio del minúsculo sueldo que perciben.

No se conforman con enseñar a leer y escribir, van mucho más allá del español, matemáticas y ciencias; generalmente, llegan al corazón de cada alumno y perciben sus momentos de tristeza y les abrazan para hacerles sentir alegres, cuando sienten temor, tienen palabras de aliento, en fin, con el ejemplo enseñan a cada uno de sus alumnos a dar lo mejor de ellos y a compartir lo que van aprendiendo en la escuela, con su familia, sus amigos y compañeros.

A pesar de esto, no siempre el arduo trabajo realizado, tiene el éxito que se espera, algo está faltando por hacer en los espacios donde los niños y jóvenes van creciendo. En algún momento de su vida los chicos se olvidan de los principios con que son cultivados en la escuela o en casa y es necesario revisar. Examinemos con quienes tiene contacto nuestro hijo durante su crecimiento y desarrollo y actuemos de inmediato. Los niños aprenden en casa, aprenden en la escuela, además, de los abuelos, padrinos, tíos y otros familiares; aprenden en la calle, de los amigos y compañeros que frecuentan, adquieren conocimientos en la iglesia que visitan, en los clubes a los que pertenecen, de los programas de televisión, juegos y video juegos que acostumbran, así como de las películas que se le permite ver. En fin, que el campo de donde va aprendiendo es infinito.

Por ello, es importante como padres y como maestros consideremos todo esto y actuemos para beneficiarles. Hay mucho por hacer, pensemos que cada momento del día ellos perciben nuevos aprendizajes que se vuelven significativos en su vida cuando los utilizan para resolver situaciones en la cotidianidad de su vivir.

Un excelente comienzo es que ellos perciban un papá y una mamá humildes, con intenciones de aprender en todo momento, capaces de compartir lo que saben, no solamente con sus hijos, sino en su entorno. Y que tengan claro pequeños como jóvenes que una cosa es compartir lo que se sabe para que otros aprendan y realicen mejor su trabajo y otra muy diferente, es hacerle el trabajo a la gente para contribuir a su pereza física y mental.

Otro aspecto importante es que los docentes en la escuela sigamos enseñando a los alumnos a atesorar los conocimientos que adquiere para un beneficio personal pero también social, que no solo se quede con ellos, que los ponga en práctica a la brevedad posible y que en cada oportunidad que se le presente, enseñe a los demás.

Concluyo invitando a todas las personas a vivir con sencillez pues el saber más si nos hace grandes y nos convierte en mejores personas, pero solamente, cuando se tiene la capacidad de enseñar, de lo contrario, nos convierte en seres infortunados e intratables y eso es lo que menos necesita nuestro mundo.

Compartir lo que sabemos sin temor a equivocarnos, favorece a formar una mejor sociedad para nuestros hijos y las generaciones que están por venir.

Educar seres humanos felices, es tarea de todos.

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