La escuela va tomando su ritmo. Son días inicialmente intensos y complejos, en los que los obstáculos existentes para alcanzar un nivel adecuado de conciliación laboral, personal y familiar en nuestra vida diaria sólo pueden ser superados acudiendo, una vez más, a nuestra familia. Son días después, una vez ya de vacaciones, para desconectar del estrés diario, para abandonar el mundo virtual, para volver con los nuestros, para recuperar el significado del mundo analógico.
Por otra parte, dentro de la cara más amarga de la dura realidad, atisbamos con esperanza la posibilidad de poner fin a la pesadilla de cientos de niños separados de sus familias como consecuencia de la política migratoria en Estados Unidos. Con el corazón encogido hemos escuchado los lamentos y llantos de niños separados de sus padres, que entraron de manera irregular en territorio norteamericano, niños que eran desesperadamente buscados, por sus familiares, y cuyo drama parece (esperamos) tener los días contados.