/ miércoles 5 de enero de 2022

Ser creyente

Antes que nada les deseo un año lleno de bendiciones. Es claro que no tenemos una «varita mágica» para que todo nos salga siempre bien, por eso también les deseo que todas las experiencias de este año que comienza, buenas y no tan buenas, sean una ocasión de crecimiento personal, ya que las dificultades y las crisis son siempre una oportunidad para ser mejores, aunque a veces cueste.

En este inicio de año quiero reflexionar sobre lo que significa ser creyente. Muchos nos consideramos creyentes y esa convicción no puede ser una más entre tantas, pues es algo que debería impregnar todo nuestro quehacer. Ser creyente no es creer en Dios, o más bien habría que decir que no se reduce a eso. Muchas personas creen en la existencia de Dios, pero parece que viven como si no existiera, por lo cual no puede ser su significado más profundo. Tampoco es solo ir a Misa todos los domingos, pero no ir nunca o simplemente de vez en cuando, sobre todo por compromisos sociales, no parece signo de una fe firme.

Rezar el Rosario todos los días igualmente no asegura ser una persona religiosa y practicante, pero no rezarlo nunca es signo de poca devoción. Ser creyente, desde la fe católica, no es solo cumplir una serie de normas pías sin fallar nunca o casi nunca, o darse siempre golpes de pecho, como a veces se dice en son de burla, aunque desde luego incluye reconocer las propias fallas con el fin de poner remedio y cambiar.

El encuentro con Jesucristo es la esencia de ser creyente, lo cual sin duda implica una vida moral, es decir, una determinada forma de actuar y ciertamente practicar normas de piedad, pero como consecuencia del encuentro con la Persona de Jesús a través de la oración, la Sagrada Escritura, los sacramentos, la comunidad creyente y las personas a nuestro alrededor.

Ser creyente se muestra en las actitudes y puntos de vista, en las reacciones ante las alegrías y sobre todo ante las contrariedades. Se nota en el momento de tomar decisiones, grandes o pequeñas, en cómo enfrentamos cualquier tentación, incluso también en la capacidad de levantarnos cuando la regamos, pues el creyente sabe aceptar los propios errores y los de los demás.

Creer en Jesús se advierte también en la forma de juzgar y hablar de las personas, pues Él siempre sabía comprender a todos. Hagamos nuestro examen personal, al inicio de este 2022, para ver si nuestra fe influye realmente en nuestra vida o somos creyentes más bien solo de palabra, aunque incluso nos dediquemos a las «cosas» de Dios, como podría sucedernos a los sacerdotes. ¡Gracias!

Antes que nada les deseo un año lleno de bendiciones. Es claro que no tenemos una «varita mágica» para que todo nos salga siempre bien, por eso también les deseo que todas las experiencias de este año que comienza, buenas y no tan buenas, sean una ocasión de crecimiento personal, ya que las dificultades y las crisis son siempre una oportunidad para ser mejores, aunque a veces cueste.

En este inicio de año quiero reflexionar sobre lo que significa ser creyente. Muchos nos consideramos creyentes y esa convicción no puede ser una más entre tantas, pues es algo que debería impregnar todo nuestro quehacer. Ser creyente no es creer en Dios, o más bien habría que decir que no se reduce a eso. Muchas personas creen en la existencia de Dios, pero parece que viven como si no existiera, por lo cual no puede ser su significado más profundo. Tampoco es solo ir a Misa todos los domingos, pero no ir nunca o simplemente de vez en cuando, sobre todo por compromisos sociales, no parece signo de una fe firme.

Rezar el Rosario todos los días igualmente no asegura ser una persona religiosa y practicante, pero no rezarlo nunca es signo de poca devoción. Ser creyente, desde la fe católica, no es solo cumplir una serie de normas pías sin fallar nunca o casi nunca, o darse siempre golpes de pecho, como a veces se dice en son de burla, aunque desde luego incluye reconocer las propias fallas con el fin de poner remedio y cambiar.

El encuentro con Jesucristo es la esencia de ser creyente, lo cual sin duda implica una vida moral, es decir, una determinada forma de actuar y ciertamente practicar normas de piedad, pero como consecuencia del encuentro con la Persona de Jesús a través de la oración, la Sagrada Escritura, los sacramentos, la comunidad creyente y las personas a nuestro alrededor.

Ser creyente se muestra en las actitudes y puntos de vista, en las reacciones ante las alegrías y sobre todo ante las contrariedades. Se nota en el momento de tomar decisiones, grandes o pequeñas, en cómo enfrentamos cualquier tentación, incluso también en la capacidad de levantarnos cuando la regamos, pues el creyente sabe aceptar los propios errores y los de los demás.

Creer en Jesús se advierte también en la forma de juzgar y hablar de las personas, pues Él siempre sabía comprender a todos. Hagamos nuestro examen personal, al inicio de este 2022, para ver si nuestra fe influye realmente en nuestra vida o somos creyentes más bien solo de palabra, aunque incluso nos dediquemos a las «cosas» de Dios, como podría sucedernos a los sacerdotes. ¡Gracias!