/ martes 14 de junio de 2022

Sin agua

Con el paso del tiempo nos seguimos convenciendo que en este país actuamos, o más bien dicho, reaccionamos, en la más de las ocasiones, bajo la premisa ancestralmente inveterada de que hasta que el niño se ahogue, hay que tapar el pozo. Es decir, sólo nos importan las circunstancias cuando los problemas tocan a la puerta, y nos afectan directamente.

De lo afirmado hay varios ejemplos sociales que es necesario traer a colación. Cuando el narcotráfico y la delincuencia organizada empezaron a apoderarse de territorios, en Sinaloa, y en algunos puntos muy específicos y ubicados en el norte del país, a nadie le interesó. Teníamos noticias de secuestros, balaceras, ejecuciones, extorsiones, etcétera, y nosotros veíamos estos fenómenos como lejanísimos, en unos narco estados dominados por gobernadores y autoridades corruptas, y seguíamos como espectadores las películas y las novelas idealizadas del narcotráfico como algo irreal y de otro mundo, en aquéllos tiempos de paz, cuando los habitantes de Zacatecas dejaban abiertas sus puertas y ventanas y se iban a dar un paseo por el centro histórico. Craso error. La realidad nos llegó y nos pegó en plena cara, pues jamás entendimos la metástasis que viene acompañada con estos fenómenos delincuenciales, hasta que este cáncer nos alcanzó.

Otra imbecilidad explícita e inaceptable que hemos realizado, el conjunto de la sociedad, me refiero, sin recriminaciones a alguien en particular, por supuesto, ha sido las previsiones y provisiones que hemos tomado últimamente con la pandemia del Covid – 19. Ahí veíamos en los medios de comunicación unos chinos desarrapados comiéndose a los murciélagos y enfermándose de no se qué jodidos. Hasta que se empezaron a morir en nuestro entorno conocidos, amigos y familiares, y entendimos la utilidad de los cubrebocas, las vacunas y el absoluto estado de desastre en que se encuentra nuestro sistema de salud pública.

Todo esto viene a colación por la crisis del agua que desde ya hace años o décadas se nos ha venido advirtiendo se va a agudizar en nuestro estado en particular, y en todo el territorio nacional en general. No han faltado advertencias, pues ya se nos han dado a conocer datos específicos sobre este fenómeno: el 43.11 % del territorio en condiciones anormalmente secas, el 22% con sequía moderada o severa; Chihuahua, Coahuila, Sinaloa, Durango, Zacatecas, Tamaulipas, Jalisco, Michoacán y Guerrero, por la calle de la amargura misma, ya con colonias y ciudades enteras sin el abasto adecuado o mínimo del vital líquido; los mantos freáticos agotados prácticamente, extrayendo aguas que fueron depositadas en el subsuelo en la época misma de las cavernas; rebeliones y hasta muertos en enfrentamientos por causa de la escasez; en algunas ciudades, como Monterrey, donde la gente se tiene que levantar a las dos o tres de la mañana para alcanzar a darse un remojón, interminables colas de mujeres con cubetas matándose, literalmente, por alcanzar una inalcanzable pipa de agua, que, según nos cuentan, llega a costar hasta $ 3,500.00 y en los supermercados el racionamiento que permite la compra de 5 litros de agua embotellada por persona, o un garrafón por familia, etcétera.

¿Y qué previsiones y provisiones hemos tomado y seguimos tomando al respecto como sociedad? Indiferencia de todos, particulares y autoridades, pues, por ejemplo, en materia de obra pública, no deja de sorprenderme el idiotismo colectivo, campeando a lo largo y ancho del territorio estatal y nacional, donde las prioridades indiscutibles en esta materia son la construcción de un lienzo charro, un domo para la feria municipal, los Santos Niños de Atocha Más Grandes del Mundo, El Cristo Gigante Más Grande de México y echar la casa por la ventana con música las veinticuatro horas del día, durante siete días, cuetes, juegos pirotécnicos y alcohol a granel en las fiestas patronales de los polvorientos y secos ranchos.

Y, concomitantemente, la infraestructura hidráulica colapsada, los rellenos sanitarios, que tanta contaminación subterránea provocan, abandonados a las buenas de Dios, las plantas de tratamiento de aguas residuales inexistentes o inoperantes, los proyectos de presas para la dotación de agua potable politizados y obstruidos por una necedad histórica de reventar cualquier proyecto hasta que no se satisfagan intereses y mercantilismos oportunistas, el agua del subsuelo ya contaminada hasta con bacterias fecales, y así, ad infinitum y ad nauseam.

En fin. En nuestra salud lo hallaremos, dice el famoso dicho popular.

Con el paso del tiempo nos seguimos convenciendo que en este país actuamos, o más bien dicho, reaccionamos, en la más de las ocasiones, bajo la premisa ancestralmente inveterada de que hasta que el niño se ahogue, hay que tapar el pozo. Es decir, sólo nos importan las circunstancias cuando los problemas tocan a la puerta, y nos afectan directamente.

De lo afirmado hay varios ejemplos sociales que es necesario traer a colación. Cuando el narcotráfico y la delincuencia organizada empezaron a apoderarse de territorios, en Sinaloa, y en algunos puntos muy específicos y ubicados en el norte del país, a nadie le interesó. Teníamos noticias de secuestros, balaceras, ejecuciones, extorsiones, etcétera, y nosotros veíamos estos fenómenos como lejanísimos, en unos narco estados dominados por gobernadores y autoridades corruptas, y seguíamos como espectadores las películas y las novelas idealizadas del narcotráfico como algo irreal y de otro mundo, en aquéllos tiempos de paz, cuando los habitantes de Zacatecas dejaban abiertas sus puertas y ventanas y se iban a dar un paseo por el centro histórico. Craso error. La realidad nos llegó y nos pegó en plena cara, pues jamás entendimos la metástasis que viene acompañada con estos fenómenos delincuenciales, hasta que este cáncer nos alcanzó.

Otra imbecilidad explícita e inaceptable que hemos realizado, el conjunto de la sociedad, me refiero, sin recriminaciones a alguien en particular, por supuesto, ha sido las previsiones y provisiones que hemos tomado últimamente con la pandemia del Covid – 19. Ahí veíamos en los medios de comunicación unos chinos desarrapados comiéndose a los murciélagos y enfermándose de no se qué jodidos. Hasta que se empezaron a morir en nuestro entorno conocidos, amigos y familiares, y entendimos la utilidad de los cubrebocas, las vacunas y el absoluto estado de desastre en que se encuentra nuestro sistema de salud pública.

Todo esto viene a colación por la crisis del agua que desde ya hace años o décadas se nos ha venido advirtiendo se va a agudizar en nuestro estado en particular, y en todo el territorio nacional en general. No han faltado advertencias, pues ya se nos han dado a conocer datos específicos sobre este fenómeno: el 43.11 % del territorio en condiciones anormalmente secas, el 22% con sequía moderada o severa; Chihuahua, Coahuila, Sinaloa, Durango, Zacatecas, Tamaulipas, Jalisco, Michoacán y Guerrero, por la calle de la amargura misma, ya con colonias y ciudades enteras sin el abasto adecuado o mínimo del vital líquido; los mantos freáticos agotados prácticamente, extrayendo aguas que fueron depositadas en el subsuelo en la época misma de las cavernas; rebeliones y hasta muertos en enfrentamientos por causa de la escasez; en algunas ciudades, como Monterrey, donde la gente se tiene que levantar a las dos o tres de la mañana para alcanzar a darse un remojón, interminables colas de mujeres con cubetas matándose, literalmente, por alcanzar una inalcanzable pipa de agua, que, según nos cuentan, llega a costar hasta $ 3,500.00 y en los supermercados el racionamiento que permite la compra de 5 litros de agua embotellada por persona, o un garrafón por familia, etcétera.

¿Y qué previsiones y provisiones hemos tomado y seguimos tomando al respecto como sociedad? Indiferencia de todos, particulares y autoridades, pues, por ejemplo, en materia de obra pública, no deja de sorprenderme el idiotismo colectivo, campeando a lo largo y ancho del territorio estatal y nacional, donde las prioridades indiscutibles en esta materia son la construcción de un lienzo charro, un domo para la feria municipal, los Santos Niños de Atocha Más Grandes del Mundo, El Cristo Gigante Más Grande de México y echar la casa por la ventana con música las veinticuatro horas del día, durante siete días, cuetes, juegos pirotécnicos y alcohol a granel en las fiestas patronales de los polvorientos y secos ranchos.

Y, concomitantemente, la infraestructura hidráulica colapsada, los rellenos sanitarios, que tanta contaminación subterránea provocan, abandonados a las buenas de Dios, las plantas de tratamiento de aguas residuales inexistentes o inoperantes, los proyectos de presas para la dotación de agua potable politizados y obstruidos por una necedad histórica de reventar cualquier proyecto hasta que no se satisfagan intereses y mercantilismos oportunistas, el agua del subsuelo ya contaminada hasta con bacterias fecales, y así, ad infinitum y ad nauseam.

En fin. En nuestra salud lo hallaremos, dice el famoso dicho popular.