/ lunes 1 de marzo de 2021

Sobre Hernán Cortés

Podríamos decir que alrededor del 99% de los mexicanos somos producto, en el ámbito relacionado con la historia y sus consecuencias para la formación o deformación de la conciencia colectiva nacional, del sistema educativo oficial. También sabemos que para la configuración de ese entendimiento general a cerca de los orígenes como país o conglomerado de personas que comparten una idiosincrasia más o menos común, es necesario la creación de mitos históricos que vengan a explicarnos nuestra procedencia. Por ejemplo, en la Antigua Roma, la cohesión ideológica de la sociedad se dio a partir de la socialización de la leyenda de Rómulo y Remo y sus antecedentes troyanos, lo que se tradujo en la idea generalizada de que el romano era un pueblo guerrero y conquistador del mundo entero.

Aquí un mito persistente que forma parte de nuestra forma de ver el mundo, es la interpretación de los hechos conocidos como la conquista de “México” por los “españoles”, y en medio de todo ello, la exposición de los acontecimientos que constituyen la biografía de Hernán Cortés, considerado por los historiadores de la revolución mexicana como un saqueador, villano, violador, asesino, destructor, esclavista y, en fin, el demonio andante y origen de casi todos los males que desde aquél entonces nos aquejan como pueblo conquistado y vilipendiado.

Eso nos enseñan los textos de primaria, secundaria y preparatorio y cuanto libro leamos y cuya interpretación, como decimos, tiene su pleno apogeo en la oficialización de la ideología de la llamada “Revolución Mexicana”.

Con la idea de desmitificar la leyenda negra de Hernán Cortés, vale la pena asomarse al libro “Hernán Cortés Encuentro y Conquista”, del autor Juan Miguel Zunzunegui, quien de una manera poco convencional y sin compromiso alguno con doctrina establecida o por establecerse, nos expone otra interpretación histórica de este personaje el cual, para mal, ha sido uno de los villanos preferidos por los mexicanos. En una reseña de este texto se puede leer: “Toda nuestra historia se integra en Hernán Cortés. Odiarlo no nos ha servido y no ha resuelto nada. Amarlo no es necesario. Aceptarlo e integrarlo a nuestro pasado, como el ser humano que es, con aciertos y fracasos, luces y sombras, es fundamental.”

Zunzunegui rechaza categóricamente la idea de un Hernán Cortés villano, saqueador, asesino o destructor, y más bien nos expone un hombre producto del momento que vivió, a la par que no deja de considerarlo un ser amante de la cultura del mestizaje, preparado académicamente y con una visión más allá de una mera conquista territorial con fines de saqueo por los recién llegados, pues, insinúa este autor, que en algún momento, pretendió o pasó por su cabeza la formación de una nación o un estado totalmente independiente del Rey Carlos V (antes Carlos I), lo que lo sitúa en un plano diametralmente opuesto a la función tradicional que se le ha endilgado como un simple saqueador de tesoros, fundando sus posiciones ideológicas con sucesos registrados concretos e interpretados con otras luces.

Punto crucial en la narración aludida es la destrucción de la idea machacada una y otra vez por los historiadores oficiales en el sentido de que “España” conquistó “México”, pues al momento de esta supuesta conquista ni España existía, pues lo que había eran reinos (Castilla, Aragón y otros), en lo que ahora conocemos como el territorio ibérico, y, muy importante, tampoco México existía como tal, sino que había un territorio americano poblado por innumerables grupos entre los que se encontraban los mexicas, tlaxcaltecas, etcétera.

Vale la pena asomarse a estas ideas, que aunque no son novedosas, sí plenamente vigentes, pues seguramente en un futuro habremos de reinterpretar los sucesos acaecidos en aquellos momentos históricos, y, probablemente, algún día lleguemos a considerar a Hernán Cortés como el verdadero y original Padre de la Patria.

Podríamos decir que alrededor del 99% de los mexicanos somos producto, en el ámbito relacionado con la historia y sus consecuencias para la formación o deformación de la conciencia colectiva nacional, del sistema educativo oficial. También sabemos que para la configuración de ese entendimiento general a cerca de los orígenes como país o conglomerado de personas que comparten una idiosincrasia más o menos común, es necesario la creación de mitos históricos que vengan a explicarnos nuestra procedencia. Por ejemplo, en la Antigua Roma, la cohesión ideológica de la sociedad se dio a partir de la socialización de la leyenda de Rómulo y Remo y sus antecedentes troyanos, lo que se tradujo en la idea generalizada de que el romano era un pueblo guerrero y conquistador del mundo entero.

Aquí un mito persistente que forma parte de nuestra forma de ver el mundo, es la interpretación de los hechos conocidos como la conquista de “México” por los “españoles”, y en medio de todo ello, la exposición de los acontecimientos que constituyen la biografía de Hernán Cortés, considerado por los historiadores de la revolución mexicana como un saqueador, villano, violador, asesino, destructor, esclavista y, en fin, el demonio andante y origen de casi todos los males que desde aquél entonces nos aquejan como pueblo conquistado y vilipendiado.

Eso nos enseñan los textos de primaria, secundaria y preparatorio y cuanto libro leamos y cuya interpretación, como decimos, tiene su pleno apogeo en la oficialización de la ideología de la llamada “Revolución Mexicana”.

Con la idea de desmitificar la leyenda negra de Hernán Cortés, vale la pena asomarse al libro “Hernán Cortés Encuentro y Conquista”, del autor Juan Miguel Zunzunegui, quien de una manera poco convencional y sin compromiso alguno con doctrina establecida o por establecerse, nos expone otra interpretación histórica de este personaje el cual, para mal, ha sido uno de los villanos preferidos por los mexicanos. En una reseña de este texto se puede leer: “Toda nuestra historia se integra en Hernán Cortés. Odiarlo no nos ha servido y no ha resuelto nada. Amarlo no es necesario. Aceptarlo e integrarlo a nuestro pasado, como el ser humano que es, con aciertos y fracasos, luces y sombras, es fundamental.”

Zunzunegui rechaza categóricamente la idea de un Hernán Cortés villano, saqueador, asesino o destructor, y más bien nos expone un hombre producto del momento que vivió, a la par que no deja de considerarlo un ser amante de la cultura del mestizaje, preparado académicamente y con una visión más allá de una mera conquista territorial con fines de saqueo por los recién llegados, pues, insinúa este autor, que en algún momento, pretendió o pasó por su cabeza la formación de una nación o un estado totalmente independiente del Rey Carlos V (antes Carlos I), lo que lo sitúa en un plano diametralmente opuesto a la función tradicional que se le ha endilgado como un simple saqueador de tesoros, fundando sus posiciones ideológicas con sucesos registrados concretos e interpretados con otras luces.

Punto crucial en la narración aludida es la destrucción de la idea machacada una y otra vez por los historiadores oficiales en el sentido de que “España” conquistó “México”, pues al momento de esta supuesta conquista ni España existía, pues lo que había eran reinos (Castilla, Aragón y otros), en lo que ahora conocemos como el territorio ibérico, y, muy importante, tampoco México existía como tal, sino que había un territorio americano poblado por innumerables grupos entre los que se encontraban los mexicas, tlaxcaltecas, etcétera.

Vale la pena asomarse a estas ideas, que aunque no son novedosas, sí plenamente vigentes, pues seguramente en un futuro habremos de reinterpretar los sucesos acaecidos en aquellos momentos históricos, y, probablemente, algún día lleguemos a considerar a Hernán Cortés como el verdadero y original Padre de la Patria.