/ miércoles 15 de septiembre de 2021

TecnoGob │ 11-S lecciones por aprender

El atentado terrorista que cambio la historia de la seguridad mundial ocurrió el 11 de septiembre del 2001. Las consecuencias que generó las hemos padecido hasta nuestros días: mayor “seguridad” en los aeropuertos, incertidumbre en el orden mundial, desequilibrio en las relaciones de paz, discriminación hacia el islam, etc. ¿Qué ocurrió en la administración pública? ¿Se aprendió algo de este atentado?

En los Estados Unidos el atentado expuso las vulnerabilidades de sus agencias de espionaje, sobre todo de la calidad y cantidad de información de inteligencia. Este dramático evento nos deja tres lecciones que no hemos puesto en práctica en el gobierno .

La primera lección es integrar la información de inteligencia. Ahora se sabe que el FBI, CIA, y la policía de Nueva York, tenían datos sueltos, fragmentos de lo que podía ocurrir pero que al no poder integrar la información, no pudieron interpretar lo que se les venía encima. La creación de la secretaria de seguridad interna (Homeland Security) ha buscado resolver este problema, creando procedimientos que impulsen la colaboración, el intercambio y clasificación de datos de riesgo potenciales que deban ser prioritarios.

Sin embargo, tal parece que dicha estrategia no ha resultado. Tanto la toma del capitolio a inicios del 2021 por manifestantes que apoyaron a Donald Trump, como la sorpresiva caída de Kabul por los talibanes hace unas semanas, demuestra que la información de inteligencia sigue dispersa, desorganizada y desactualizada.

La segunda lección sería la gobernar los datos. No basta lograr la administración electrónica y digitalizar archivos, reportes e informes y pasarlos a bases de datos para hacerlos útiles, y que aporten valor a la toma de decisiones en situaciones de emergencia. Datos actualizados, confiables, precisos y protegidos. La pandemia COVID-19 ha demostrado - en México y el mundo - que la falta de datos con estas características en temas de salud, hospitales, médicos, defunciones, contagios, vacunados, ha sido determinante para tomar decisiones rápidas y efectivas. Los gobiernos se han paralizado por la falta de datos para tener clara la dimensión del problema. Aún con los datos en la mano (ejemplo, semáforo COVID) las decisiones políticas los han descartado.

La tercera lección lleva una palabra difícil: interoperabilidad en los datos. Esto es que los sistemas de información gubernamental sean homogéneos, que puedan ser compartidos sin errores. Si me permite la analogía computacional, es difícil pasar archivos de una computadora con Windows XP (del 2001) a otra con windows 10. Aunque sean del mismo sistema operativo y de la misma empresa, la razón de ello es la evolución y madurez de los programas. Lo mismo sucede con los datos gubernamentales tienden a envejecer, y mientras estén datos guardados en cajas de cartón o fichas de trabajo, existen otros archivos digitalizados que al combinarse pueden resultar determinantes para entender el problema en curso. Sin interoperabilidad que permita el intercambio eficiente de datos, seguiremos tomando decisiones equivocadas o tarde.

En suma, la revolución de los sistemas de inteligencia y de seguridad nacional son consecuencia del 11-S. Son un ejemplo de la ausencia de información integrada, interoperable y sin gobernabilidad, que permita un flujo de datos confiables. En el corto plazo tendremos que sumarle la inteligencia artificial que será clave para descubrir tendencias, probabilidades y pronósticos para alertar a los gobiernos en casos de emergencia, desastre o revueltas políticas. Seguiremos con el tema.


El atentado terrorista que cambio la historia de la seguridad mundial ocurrió el 11 de septiembre del 2001. Las consecuencias que generó las hemos padecido hasta nuestros días: mayor “seguridad” en los aeropuertos, incertidumbre en el orden mundial, desequilibrio en las relaciones de paz, discriminación hacia el islam, etc. ¿Qué ocurrió en la administración pública? ¿Se aprendió algo de este atentado?

En los Estados Unidos el atentado expuso las vulnerabilidades de sus agencias de espionaje, sobre todo de la calidad y cantidad de información de inteligencia. Este dramático evento nos deja tres lecciones que no hemos puesto en práctica en el gobierno .

La primera lección es integrar la información de inteligencia. Ahora se sabe que el FBI, CIA, y la policía de Nueva York, tenían datos sueltos, fragmentos de lo que podía ocurrir pero que al no poder integrar la información, no pudieron interpretar lo que se les venía encima. La creación de la secretaria de seguridad interna (Homeland Security) ha buscado resolver este problema, creando procedimientos que impulsen la colaboración, el intercambio y clasificación de datos de riesgo potenciales que deban ser prioritarios.

Sin embargo, tal parece que dicha estrategia no ha resultado. Tanto la toma del capitolio a inicios del 2021 por manifestantes que apoyaron a Donald Trump, como la sorpresiva caída de Kabul por los talibanes hace unas semanas, demuestra que la información de inteligencia sigue dispersa, desorganizada y desactualizada.

La segunda lección sería la gobernar los datos. No basta lograr la administración electrónica y digitalizar archivos, reportes e informes y pasarlos a bases de datos para hacerlos útiles, y que aporten valor a la toma de decisiones en situaciones de emergencia. Datos actualizados, confiables, precisos y protegidos. La pandemia COVID-19 ha demostrado - en México y el mundo - que la falta de datos con estas características en temas de salud, hospitales, médicos, defunciones, contagios, vacunados, ha sido determinante para tomar decisiones rápidas y efectivas. Los gobiernos se han paralizado por la falta de datos para tener clara la dimensión del problema. Aún con los datos en la mano (ejemplo, semáforo COVID) las decisiones políticas los han descartado.

La tercera lección lleva una palabra difícil: interoperabilidad en los datos. Esto es que los sistemas de información gubernamental sean homogéneos, que puedan ser compartidos sin errores. Si me permite la analogía computacional, es difícil pasar archivos de una computadora con Windows XP (del 2001) a otra con windows 10. Aunque sean del mismo sistema operativo y de la misma empresa, la razón de ello es la evolución y madurez de los programas. Lo mismo sucede con los datos gubernamentales tienden a envejecer, y mientras estén datos guardados en cajas de cartón o fichas de trabajo, existen otros archivos digitalizados que al combinarse pueden resultar determinantes para entender el problema en curso. Sin interoperabilidad que permita el intercambio eficiente de datos, seguiremos tomando decisiones equivocadas o tarde.

En suma, la revolución de los sistemas de inteligencia y de seguridad nacional son consecuencia del 11-S. Son un ejemplo de la ausencia de información integrada, interoperable y sin gobernabilidad, que permita un flujo de datos confiables. En el corto plazo tendremos que sumarle la inteligencia artificial que será clave para descubrir tendencias, probabilidades y pronósticos para alertar a los gobiernos en casos de emergencia, desastre o revueltas políticas. Seguiremos con el tema.