/ miércoles 1 de diciembre de 2021

TecnoGob │ Persuadidos por las compras

Después de las compras nos sentimos satisfechos. Pensamos que hemos adquirido un buen producto, que somos muy inteligentes por que aprovechamos la “oferta” y nos hace sentir que le hemos ganado algo adicional al vendedor. Como buenos consumidores de una economía capitalista, pensamos que cumplimos con nuestro deber de comprar. La realidad es otra, hemos sido manipulados para hacer nuestras compras.

Hubo un tiempo donde ésta “persuasión” era muy sútil. A mediados del siglo XX el auge de la radio y la televisión fueron las herramientas para transmitir anuncios publicitarios y campañas masivas que nos impulsaban a elegir ciertos productos o servicios. La competencia era feroz, las campañas publicitarias brutales. Todo eso cambió con la llegada de Internet.

El punto de inflexión fue que la red permitió algo que no se había podido: campañas de publicidad personalizadas. Es decir, en lugar de apostarle a segmentos de población (amas de casa, profesionistas) que no tenían identidad específica y cuyas necesidades podían ser tan diversas. Ahora se podrían construir perfiles de personas específicos con la información obtenida de internet.

Cada clic en una ubicación, cada apertura de un sitio web, en determinada hora, en cierta ubicación geográfica y por las características demográficas de una persona (sexo, edad, escolaridad) permiten establecer tendencias claras sobre nuestros gustos, intereses y perfiles de compras. Si le sumamos la información histórica que poseen de nosotros, cuentas de Facebook, Twitter, páginas de noticias, es posible construir un perfil bastante claro de nosotros.

Shoshana Zubboff llamó a esta forma de construir perfiles y de hacer transacciones en línea: capitalismo de vigilancia. En el siglo XXI entramos de lleno en una era digital donde gran parte de la publicidad, las ventas y la mercadotecnia pasa a través del acceso a internet y los datos personales.

Thomas Pikketi en el Capital del Siglo XXI hace un estudio de las nuevas relaciones económicas de los ciudadanos, pasando por generar riqueza de lo material a digital. Hoy en día, gran parte de nuestra labor es manejar la información digital que nos exigen en todas partes: bancos, escuelas, comercios, etc.

El avance de la tecnología de vigilancia y persuación para llevarnos al precipicio del crédito es un asunto bastante serio. ¿Qué podemos hacer ante ello? No mucho por qué estamos inmersos en este sistema perverso pero tenemos dos opciones para sobrevivirlo.

La primera opción es el auto-control de los datos personales. Si aceptamos que toda nuestra interacción digital (clics, visita a sitios web, emails, compras en línea) son vigilados por empresas de tecnología. Con esta comprensión debemos decidir qué datos compartimos, dónde los ponemos y qué información no queremos compartir para evitar ser manipulados en el futuro.

La segunda opción, es mantener un equilibrio entre la economía digital y la economía física. Una parte del dinero que genere riqueza digital y la otra dentro de la economía tradicional. Esto aún es posible, pero en el futuro cercano no lo será.

Hay otras alternativas que explorar en este tema, pero la más importante es la protección de los datos personales, no sólo para evitar ser influenciados por las marcas y las tendencias de moda; sino para cuidar nuestra intimidad y vida personal. Falta mucho por decir sobre este tema, espero que el futuro sea mejor que los riesgos actuales.

Después de las compras nos sentimos satisfechos. Pensamos que hemos adquirido un buen producto, que somos muy inteligentes por que aprovechamos la “oferta” y nos hace sentir que le hemos ganado algo adicional al vendedor. Como buenos consumidores de una economía capitalista, pensamos que cumplimos con nuestro deber de comprar. La realidad es otra, hemos sido manipulados para hacer nuestras compras.

Hubo un tiempo donde ésta “persuasión” era muy sútil. A mediados del siglo XX el auge de la radio y la televisión fueron las herramientas para transmitir anuncios publicitarios y campañas masivas que nos impulsaban a elegir ciertos productos o servicios. La competencia era feroz, las campañas publicitarias brutales. Todo eso cambió con la llegada de Internet.

El punto de inflexión fue que la red permitió algo que no se había podido: campañas de publicidad personalizadas. Es decir, en lugar de apostarle a segmentos de población (amas de casa, profesionistas) que no tenían identidad específica y cuyas necesidades podían ser tan diversas. Ahora se podrían construir perfiles de personas específicos con la información obtenida de internet.

Cada clic en una ubicación, cada apertura de un sitio web, en determinada hora, en cierta ubicación geográfica y por las características demográficas de una persona (sexo, edad, escolaridad) permiten establecer tendencias claras sobre nuestros gustos, intereses y perfiles de compras. Si le sumamos la información histórica que poseen de nosotros, cuentas de Facebook, Twitter, páginas de noticias, es posible construir un perfil bastante claro de nosotros.

Shoshana Zubboff llamó a esta forma de construir perfiles y de hacer transacciones en línea: capitalismo de vigilancia. En el siglo XXI entramos de lleno en una era digital donde gran parte de la publicidad, las ventas y la mercadotecnia pasa a través del acceso a internet y los datos personales.

Thomas Pikketi en el Capital del Siglo XXI hace un estudio de las nuevas relaciones económicas de los ciudadanos, pasando por generar riqueza de lo material a digital. Hoy en día, gran parte de nuestra labor es manejar la información digital que nos exigen en todas partes: bancos, escuelas, comercios, etc.

El avance de la tecnología de vigilancia y persuación para llevarnos al precipicio del crédito es un asunto bastante serio. ¿Qué podemos hacer ante ello? No mucho por qué estamos inmersos en este sistema perverso pero tenemos dos opciones para sobrevivirlo.

La primera opción es el auto-control de los datos personales. Si aceptamos que toda nuestra interacción digital (clics, visita a sitios web, emails, compras en línea) son vigilados por empresas de tecnología. Con esta comprensión debemos decidir qué datos compartimos, dónde los ponemos y qué información no queremos compartir para evitar ser manipulados en el futuro.

La segunda opción, es mantener un equilibrio entre la economía digital y la economía física. Una parte del dinero que genere riqueza digital y la otra dentro de la economía tradicional. Esto aún es posible, pero en el futuro cercano no lo será.

Hay otras alternativas que explorar en este tema, pero la más importante es la protección de los datos personales, no sólo para evitar ser influenciados por las marcas y las tendencias de moda; sino para cuidar nuestra intimidad y vida personal. Falta mucho por decir sobre este tema, espero que el futuro sea mejor que los riesgos actuales.