/ lunes 24 de agosto de 2020

Tecnología y cambio social

La digitalización de la vida empujada por la pandemia de COVID-19 hace visibles una gran cantidad de cambios sociales producidos por el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Como lo he señalado en este espacio, tales cambios por lo general son invisibles e impredecibles. Pero si se trata de artefactos que permitan la comunicación los cambios son aún más acentuados que los que podrían ocasionar otras tecnologías. Internet y sus innovaciones posibilitaron en poco tiempo modificaciones profundas en las formas de comunicación humana. Como teorizó la Escuela de Toronto: la comunicación está en el centro de las transformaciones sociales. Por ejemplo: los medios tradicionales -en especial la televisión- pierden cada vez más audiencias. Las nuevas generaciones -Z y T- encuentran en la interacción digital una mejor forma de realización comunicativa que la que ofrecen los viejos medios.

Ahora bien, si el uso tecnológico ocasiona transformaciones en las maneras de comunicación individual, entonces la aplicación de una determinada tecnología conlleva a un determinado cambio social. Tal como Lessig (1999, 2005 y 2006) analiza el papel de los artefactos: su adopción lleva a los usuarios a diseñar y crear contenidos que compiten actualmente con las noticias que transmiten los medios de difusión tradicionales. La pandemia del coronavirus SARS-CoV2 es una oportunidad para ver la aceptación de comportamientos que se derivan de las prácticas tecnológicas. Esta “nueva realidad” se convertirá con el tiempo en una especie de decreto legislativo donde las tecnologías de la comunicación jugarán un papel central. Al aprobarse una Ley, la sociedad es obligada a modificar sus patrones de conducta para ajustarlos a una realidad impuesta. De la misma manera, la digitalización de la vida impondrá de forma invisible nuevos decretos fijados a través de prácticas sociales.

Durante el siglo XIV la pandemia conocida como peste negra ocasionó en Europa la muerte del 30 al 60% de la población. Los cálculos más alarmantes sostienen que murieron 200 millones de personas. Los sistemas de comunicación imperantes en aquella época era el habla (con indicios de hace 100 millones de años), la cultura icónica (herencia de la prehistoria) y la escritura (desarrollada en el año 5,000 A.C.) sobre papel (inventado en el Siglo I D.C.). La mayoría de la población no sabía leer ni escribir. El sistema educativo era precario. Las tecnologías que tenían a su alcance no posibilitaban desdoblar las actividades cotidianas más allá del tiempo y del espacio físico.

Hoy, las tecnologías que tenemos a nuestro alcance nos permiten en enfrentar la crisis de una manera diferente. Los estudiantes pueden seguir con sus clases a través de plataformas digitales, los trabajadores públicos y de la iniciativa privada continúan trabajando desde casa, los negocios ofrecen sus productos a través de redes sociales digitales y el sistema político acudirá a internet para no detener los procesos electorales. Las prácticas que hoy realizamos dejarán huella en nuestros hábitos. Ya no habrá regreso a la normalidad del año 2019. Lo que habrá serán novedosos comportamientos que se imponen a nuestras vidas como decretos legislativos.

La digitalización de la vida empujada por la pandemia de COVID-19 hace visibles una gran cantidad de cambios sociales producidos por el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Como lo he señalado en este espacio, tales cambios por lo general son invisibles e impredecibles. Pero si se trata de artefactos que permitan la comunicación los cambios son aún más acentuados que los que podrían ocasionar otras tecnologías. Internet y sus innovaciones posibilitaron en poco tiempo modificaciones profundas en las formas de comunicación humana. Como teorizó la Escuela de Toronto: la comunicación está en el centro de las transformaciones sociales. Por ejemplo: los medios tradicionales -en especial la televisión- pierden cada vez más audiencias. Las nuevas generaciones -Z y T- encuentran en la interacción digital una mejor forma de realización comunicativa que la que ofrecen los viejos medios.

Ahora bien, si el uso tecnológico ocasiona transformaciones en las maneras de comunicación individual, entonces la aplicación de una determinada tecnología conlleva a un determinado cambio social. Tal como Lessig (1999, 2005 y 2006) analiza el papel de los artefactos: su adopción lleva a los usuarios a diseñar y crear contenidos que compiten actualmente con las noticias que transmiten los medios de difusión tradicionales. La pandemia del coronavirus SARS-CoV2 es una oportunidad para ver la aceptación de comportamientos que se derivan de las prácticas tecnológicas. Esta “nueva realidad” se convertirá con el tiempo en una especie de decreto legislativo donde las tecnologías de la comunicación jugarán un papel central. Al aprobarse una Ley, la sociedad es obligada a modificar sus patrones de conducta para ajustarlos a una realidad impuesta. De la misma manera, la digitalización de la vida impondrá de forma invisible nuevos decretos fijados a través de prácticas sociales.

Durante el siglo XIV la pandemia conocida como peste negra ocasionó en Europa la muerte del 30 al 60% de la población. Los cálculos más alarmantes sostienen que murieron 200 millones de personas. Los sistemas de comunicación imperantes en aquella época era el habla (con indicios de hace 100 millones de años), la cultura icónica (herencia de la prehistoria) y la escritura (desarrollada en el año 5,000 A.C.) sobre papel (inventado en el Siglo I D.C.). La mayoría de la población no sabía leer ni escribir. El sistema educativo era precario. Las tecnologías que tenían a su alcance no posibilitaban desdoblar las actividades cotidianas más allá del tiempo y del espacio físico.

Hoy, las tecnologías que tenemos a nuestro alcance nos permiten en enfrentar la crisis de una manera diferente. Los estudiantes pueden seguir con sus clases a través de plataformas digitales, los trabajadores públicos y de la iniciativa privada continúan trabajando desde casa, los negocios ofrecen sus productos a través de redes sociales digitales y el sistema político acudirá a internet para no detener los procesos electorales. Las prácticas que hoy realizamos dejarán huella en nuestros hábitos. Ya no habrá regreso a la normalidad del año 2019. Lo que habrá serán novedosos comportamientos que se imponen a nuestras vidas como decretos legislativos.