/ miércoles 2 de octubre de 2019

Todos a la cárcel

Estuve leyendo un artículo periodístico del columnista español Javier Marías que me ha puesto a reflexionar sobre una de las insensateces más notables de los modernos tiempos en materia legislativo - penal. El mencionado hace un recuento de sus deliberaciones hechas durante décadas y recuerda que en su primer colaboración, hace ya bastantes años “… hablaba de cómo se iba ampliando la lista de actividades ilegales para que todos pudiéramos ir a prisión por algún motivo. Me doy cuenta de que esta tendencia no ha hecho sino ir a más: cada vez hay más cosas prohibidas y no entiendo cómo no estamos la mayoría en las cárceles…”

Personalmente recuerdo que desde hace veinticinco años me he convertido en un mediano estudioso del derecho penal, lo anterior por el gusto que uno adquiere al analizar las teorías que explican la estructura formal del delito, pudiendo decir que este campo del derecho es uno de los más elaborados, a tal grado que la Teoría General del Delito, es una materia que asombra y gusta a generaciones y generaciones de abogados debido al grado de perfección y profundidad analítica.

Pues bien, debo decir que desde hace ese cuarto de siglo que he mencionado, he visto con absoluta estupefacción la gran cantidad de tipos penales que se han ido incorporando a las leyes para sancionar y castigar conductas que otrora ni siquiera nos pasaría por la mente que pudieran ser objeto de un reproche criminal. Si hacemos un análisis histórico, podemos considerar que se han incorporado no decenas, sino centenas de nuevos tipos delictivos, con lo cual pareciera, como dice Javier Marías, que el Estado pretende echar a casi todo mundo a la cárcel.

Por ejemplo, en materia fiscal se ha ampliado desmesuradamente la cantidad de conductas que pueden caer en una hipótesis penal. Si comparamos las acciones u omisiones reprochables hace veinticinco años con las de ahora, ha existido un aumento ponderado de más del 1,000%. Ahora todo es delito en materia tributaria: si facturas, si no facturas, si presentas declaraciones mal, si no las presentas, si te equivocas en operaciones de cálculo de impuestos, si no te equivocas, si cambias de domicilio sin avisar al fisco, y miles de etcéteras; y ahora con una circunstancia agravante: el probable infractor fiscal es un peligro para la seguridad nacional y merece ser tratado con la misma vara que se aplica a los narcotraficantes, terroristas, lavadores de dinero, traficantes de órganos y otras linduras similares.

El caso más patético que recuerdo de esta desmesurada carrera por penalizar todo el actuar humano es el del feminicidio, donde a un grupo de ignorantes políticos en materia penal, se les ocurre contemplar una hipótesis independiente que castigue al que prive de la vida a una mujer por el hecho de ser tal, en lugar, como es debido en estricta y correcta técnica penal, de haberlo considerado como un homicidio calificado y ya. Este nuevo tipo penal de feminicido ha propiciado que en una gran cantidad de casos se deje en libertad definitiva a peligrosos delincuentes simple y sencillamente por no poder acreditar ese elemento subjetivo del supuesto criminal que es muy complicado de probar: el de que la privó de la vida por ser precisamente la víctima una mujer. Si se hubiese quedado con la regulación de considerar un homicidio calificado, sería más simple poner bajo custodia penitenciaria a criminales, pues si no se logra acreditar la calificativa, simplemente se aplica la penalidad de un homicidio simple intencional. Pero quieren complicar la vida a juzgadores por quedar bien con las agrupaciones de féminas. Y ya es harto argumentado que la política nunca se ha llevado con la ciencia en general, ni mucho menos con la correcta técnica penal.

En tiempos recientes he leído, con más estupor todavía, que hay propuestas legislativas para criminalizar los piropos que se dicen a una mujer por parte de algún hombre a quien se cruza en la calle, el maltrato a los animales (vayan ustedes a saber que se entenderá en el tipo penal por “maltrato”), las malas palabras que se escriben en las redes sociales en contra de intentos de gobernantes y políticos, el circular imágenes de personas desnudas por las redes, y decenas y decenas de otras barbaridades que no alcanzaría mencionar y que son producto de una ignorancia supina o de torcidas intenciones de los proponentes, generalmente buitres o sicarios que aspiran a gobernarnos en cualquier espacio y en cualquier nivel y circunstancia. Lo que les caiga es bueno.

Si seguimos como vamos, algún día “…todos pudiéramos ir a prisión por algún motivo”.

Estuve leyendo un artículo periodístico del columnista español Javier Marías que me ha puesto a reflexionar sobre una de las insensateces más notables de los modernos tiempos en materia legislativo - penal. El mencionado hace un recuento de sus deliberaciones hechas durante décadas y recuerda que en su primer colaboración, hace ya bastantes años “… hablaba de cómo se iba ampliando la lista de actividades ilegales para que todos pudiéramos ir a prisión por algún motivo. Me doy cuenta de que esta tendencia no ha hecho sino ir a más: cada vez hay más cosas prohibidas y no entiendo cómo no estamos la mayoría en las cárceles…”

Personalmente recuerdo que desde hace veinticinco años me he convertido en un mediano estudioso del derecho penal, lo anterior por el gusto que uno adquiere al analizar las teorías que explican la estructura formal del delito, pudiendo decir que este campo del derecho es uno de los más elaborados, a tal grado que la Teoría General del Delito, es una materia que asombra y gusta a generaciones y generaciones de abogados debido al grado de perfección y profundidad analítica.

Pues bien, debo decir que desde hace ese cuarto de siglo que he mencionado, he visto con absoluta estupefacción la gran cantidad de tipos penales que se han ido incorporando a las leyes para sancionar y castigar conductas que otrora ni siquiera nos pasaría por la mente que pudieran ser objeto de un reproche criminal. Si hacemos un análisis histórico, podemos considerar que se han incorporado no decenas, sino centenas de nuevos tipos delictivos, con lo cual pareciera, como dice Javier Marías, que el Estado pretende echar a casi todo mundo a la cárcel.

Por ejemplo, en materia fiscal se ha ampliado desmesuradamente la cantidad de conductas que pueden caer en una hipótesis penal. Si comparamos las acciones u omisiones reprochables hace veinticinco años con las de ahora, ha existido un aumento ponderado de más del 1,000%. Ahora todo es delito en materia tributaria: si facturas, si no facturas, si presentas declaraciones mal, si no las presentas, si te equivocas en operaciones de cálculo de impuestos, si no te equivocas, si cambias de domicilio sin avisar al fisco, y miles de etcéteras; y ahora con una circunstancia agravante: el probable infractor fiscal es un peligro para la seguridad nacional y merece ser tratado con la misma vara que se aplica a los narcotraficantes, terroristas, lavadores de dinero, traficantes de órganos y otras linduras similares.

El caso más patético que recuerdo de esta desmesurada carrera por penalizar todo el actuar humano es el del feminicidio, donde a un grupo de ignorantes políticos en materia penal, se les ocurre contemplar una hipótesis independiente que castigue al que prive de la vida a una mujer por el hecho de ser tal, en lugar, como es debido en estricta y correcta técnica penal, de haberlo considerado como un homicidio calificado y ya. Este nuevo tipo penal de feminicido ha propiciado que en una gran cantidad de casos se deje en libertad definitiva a peligrosos delincuentes simple y sencillamente por no poder acreditar ese elemento subjetivo del supuesto criminal que es muy complicado de probar: el de que la privó de la vida por ser precisamente la víctima una mujer. Si se hubiese quedado con la regulación de considerar un homicidio calificado, sería más simple poner bajo custodia penitenciaria a criminales, pues si no se logra acreditar la calificativa, simplemente se aplica la penalidad de un homicidio simple intencional. Pero quieren complicar la vida a juzgadores por quedar bien con las agrupaciones de féminas. Y ya es harto argumentado que la política nunca se ha llevado con la ciencia en general, ni mucho menos con la correcta técnica penal.

En tiempos recientes he leído, con más estupor todavía, que hay propuestas legislativas para criminalizar los piropos que se dicen a una mujer por parte de algún hombre a quien se cruza en la calle, el maltrato a los animales (vayan ustedes a saber que se entenderá en el tipo penal por “maltrato”), las malas palabras que se escriben en las redes sociales en contra de intentos de gobernantes y políticos, el circular imágenes de personas desnudas por las redes, y decenas y decenas de otras barbaridades que no alcanzaría mencionar y que son producto de una ignorancia supina o de torcidas intenciones de los proponentes, generalmente buitres o sicarios que aspiran a gobernarnos en cualquier espacio y en cualquier nivel y circunstancia. Lo que les caiga es bueno.

Si seguimos como vamos, algún día “…todos pudiéramos ir a prisión por algún motivo”.