/ domingo 4 de julio de 2021

Violencia indómita

En un escenario cruento y rebasado por los límites de la crueldad humana, fueron masacrados 15 civiles en Reynosa, Tamaulipas. En tanto, Valparaíso, Zacatecas, el saldo letal de 18 muertos –otras fuentes afirman que fueron 40 decesos-, en brutal enfrentamiento entre grupos delictivos antagónicos.

En la masacre de Reynosa se produjo el “efectivo temor y terror entre la población” al tratarse de “un acto violento superextraordinario dentro de un contexto extraordinario”, apunta el periodista Ricardo Raphael. Minar la moral de los pobladores de esta ciudad fronteriza, el objetivo.

En el caso concreto de Zacatecas, la vorágine de la violencia se ha multiplicado de manera exponencial. Basta revisar los delitos de alto impacto registrados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. De enero a mayo de este año, los asesinatos se han disparado en un 73.3% en relación con el mismo período del 2020. Lo mismo ocurre con los feminicidios y los secuestros, ambos ilícitos se han incrementado en un 100% y 166%, respectivamente.

No solo vivimos la cultura de la muerte. Nos encontramos desde hace años en la era del tanatismo. Sin rubor se propaga la insensibilidad colectiva, la crueldad, el dolor y el brutal baño de sangre que engendra la deshumanización. Colgados, decapitados, descuartizados, encobijados, secuestrados, emboscados, familias acribilladas, feminicidios, son la narrativa cotidiana de esta abominable barbarie.

Por el control de la plaza, se legitima el aniquilamiento y se toma como virtud la demencia del sicario que acribilla impunemente a una sociedad destrozada e indefensa frente a la incapacidad o complicidad de las corporaciones de seguridad.

“Al pensar en las víctimas, y en los perpetradores, y en el futuro inminente, siento aflicción por la especie, y luego vergüenza por la especie, y luego miedo por la especie”, sostiene el escritor Martin Amis en un artículo publicado en The Guardian sobre los atentados terroristas del 11 de septiembre. Estas líneas reflejan nuestra realidad mexicana, la fratricida guerra contra el narco que ha costado miles y miles de vidas.

¿Tendremos la capacidad para restituir el tejido social? ¿Hasta cuándo pondremos fin al ritual de nuestra destrucción y de esta violencia indómita o continuaremos con “el derrumbe del valor de la vida humana” como apunta Amis?

En un escenario cruento y rebasado por los límites de la crueldad humana, fueron masacrados 15 civiles en Reynosa, Tamaulipas. En tanto, Valparaíso, Zacatecas, el saldo letal de 18 muertos –otras fuentes afirman que fueron 40 decesos-, en brutal enfrentamiento entre grupos delictivos antagónicos.

En la masacre de Reynosa se produjo el “efectivo temor y terror entre la población” al tratarse de “un acto violento superextraordinario dentro de un contexto extraordinario”, apunta el periodista Ricardo Raphael. Minar la moral de los pobladores de esta ciudad fronteriza, el objetivo.

En el caso concreto de Zacatecas, la vorágine de la violencia se ha multiplicado de manera exponencial. Basta revisar los delitos de alto impacto registrados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. De enero a mayo de este año, los asesinatos se han disparado en un 73.3% en relación con el mismo período del 2020. Lo mismo ocurre con los feminicidios y los secuestros, ambos ilícitos se han incrementado en un 100% y 166%, respectivamente.

No solo vivimos la cultura de la muerte. Nos encontramos desde hace años en la era del tanatismo. Sin rubor se propaga la insensibilidad colectiva, la crueldad, el dolor y el brutal baño de sangre que engendra la deshumanización. Colgados, decapitados, descuartizados, encobijados, secuestrados, emboscados, familias acribilladas, feminicidios, son la narrativa cotidiana de esta abominable barbarie.

Por el control de la plaza, se legitima el aniquilamiento y se toma como virtud la demencia del sicario que acribilla impunemente a una sociedad destrozada e indefensa frente a la incapacidad o complicidad de las corporaciones de seguridad.

“Al pensar en las víctimas, y en los perpetradores, y en el futuro inminente, siento aflicción por la especie, y luego vergüenza por la especie, y luego miedo por la especie”, sostiene el escritor Martin Amis en un artículo publicado en The Guardian sobre los atentados terroristas del 11 de septiembre. Estas líneas reflejan nuestra realidad mexicana, la fratricida guerra contra el narco que ha costado miles y miles de vidas.

¿Tendremos la capacidad para restituir el tejido social? ¿Hasta cuándo pondremos fin al ritual de nuestra destrucción y de esta violencia indómita o continuaremos con “el derrumbe del valor de la vida humana” como apunta Amis?