/ martes 6 de octubre de 2020

Y siguen las protestas (y arrecian) contra AMLO

No sé quiénes asesoran a AMLO, pero, quienes sean, no sirven para eso. O, si se quiere ver de otra forma, AMLO muy posiblemente es de los que no escucha cuando le aconsejan; peor aún, es de los que creen que lo saben todo.

No tengo a la mano una encuesta reciente, pero lo más probable es que día con día se arrecia la aversión de la ciudadanía en general en contra de AMLO, de acuerdo a estudios demoscópicos creíbles. Conozco a muchas personas que votaron por él, como yo, y no ha habido alguna que ahora vea las cosas que están pasando como si nada ocurriera. Escucho constantemente entre mis amistades, sobre todo de los que también sufragaron por él: “ya ni me acuerdes”, y otras expresiones maledicentes que no pueden ser publicadas. Ciertamente, muchos nos tallamos diariamente los ojos al constatar las barbaridades que anda haciendo y diciendo, a diestra y siniestra, el referido mandatario.

Hay motivos de sobra para esa reprobación, e incluso ya hasta se está suscitando más aversión hacia él, mucha más de la que ya se había producido entre algunos segmentos de la población. Pero, no es su look, no es su pronunciado acento tabasqueño (dicho sea, con todo respeto para mis buenos amigos tabasqueños), sino que es su imaginación que le atosiga, que no para, sino hasta idear alguna decisión o proyecto tendente a perjudicar a los mexicanos, pero afirmando él categóricamente que nos beneficiará. Con, vale reiterar, la creencia y convicción de parte de él de que está haciendo muy bien las cosas.

Y, como en los tiempos del priismo absoluto, no falta quien lo chulee en sus aberrantes decisiones. Aunque la cuestión es que muchos ya estamos hasta el “copete” de sus regadas, de lo herrado de sus decisiones, de su persistencia, tal vez inadvertida, por fregar a los mexicanos.

Igualmente, con la mayor parte de sus promesas de campaña incumplidas, con sus coqueteos públicos con los capos de la mafia mexicana; con sus idilios con los mandatarios más criticados de América Latina, sigue haciendo lo que le viene en gana, y no lo que debiera ser una preocupación republicana en pos del mejoramiento de la población, especialmente de los que menos tienen, de los más necesitados y de los mexicanos en general.

Así, de las amistades con quien convivo, de los integrantes de mi familia (quienes tienen diferentes tendencias políticas) y de los analistas de la vida política nacional, todos estamos hasta el copete de los yerros de su gestión gubernamental, de su probada incompetencia gubernativa, del desdén que frecuentemente hace notorio hacia la opinión pública nacional, de incluso intentar atenuar los grandes problemas públicos del país con verborrea a todas luces infundada.

No sé quiénes asesoran a AMLO, pero, quienes sean, no sirven para eso. O, si se quiere ver de otra forma, AMLO muy posiblemente es de los que no escucha cuando le aconsejan; peor aún, es de los que creen que lo saben todo.

No tengo a la mano una encuesta reciente, pero lo más probable es que día con día se arrecia la aversión de la ciudadanía en general en contra de AMLO, de acuerdo a estudios demoscópicos creíbles. Conozco a muchas personas que votaron por él, como yo, y no ha habido alguna que ahora vea las cosas que están pasando como si nada ocurriera. Escucho constantemente entre mis amistades, sobre todo de los que también sufragaron por él: “ya ni me acuerdes”, y otras expresiones maledicentes que no pueden ser publicadas. Ciertamente, muchos nos tallamos diariamente los ojos al constatar las barbaridades que anda haciendo y diciendo, a diestra y siniestra, el referido mandatario.

Hay motivos de sobra para esa reprobación, e incluso ya hasta se está suscitando más aversión hacia él, mucha más de la que ya se había producido entre algunos segmentos de la población. Pero, no es su look, no es su pronunciado acento tabasqueño (dicho sea, con todo respeto para mis buenos amigos tabasqueños), sino que es su imaginación que le atosiga, que no para, sino hasta idear alguna decisión o proyecto tendente a perjudicar a los mexicanos, pero afirmando él categóricamente que nos beneficiará. Con, vale reiterar, la creencia y convicción de parte de él de que está haciendo muy bien las cosas.

Y, como en los tiempos del priismo absoluto, no falta quien lo chulee en sus aberrantes decisiones. Aunque la cuestión es que muchos ya estamos hasta el “copete” de sus regadas, de lo herrado de sus decisiones, de su persistencia, tal vez inadvertida, por fregar a los mexicanos.

Igualmente, con la mayor parte de sus promesas de campaña incumplidas, con sus coqueteos públicos con los capos de la mafia mexicana; con sus idilios con los mandatarios más criticados de América Latina, sigue haciendo lo que le viene en gana, y no lo que debiera ser una preocupación republicana en pos del mejoramiento de la población, especialmente de los que menos tienen, de los más necesitados y de los mexicanos en general.

Así, de las amistades con quien convivo, de los integrantes de mi familia (quienes tienen diferentes tendencias políticas) y de los analistas de la vida política nacional, todos estamos hasta el copete de los yerros de su gestión gubernamental, de su probada incompetencia gubernativa, del desdén que frecuentemente hace notorio hacia la opinión pública nacional, de incluso intentar atenuar los grandes problemas públicos del país con verborrea a todas luces infundada.