/ domingo 25 de noviembre de 2018

De Malintzin a Guadalupe: las dos caras de la madre de México

Breve acercamiento entre el sentido de traición y el milagro de la devoción

Por lo general cuando usamos el término malinchista lo hacemos de una manera despectiva, el malinchista es aquel que, como la Malinche, prefiere lo otro a lo propio, es un mexicano que reniega de sus orígenes, porque así nos lo han enseñado desde pequeños, históricamente la figura de Malintzin (uno de sus muchos nombres) ha sido juzgada y condenada como la traidora que entregó a su pueblo a los españoles, sobre ella cae el odio nacional y la ignominia pública, no solo traicionó a su raza además se entregó a los conquistadores, pero detrás de todo esto hay una verdad innegable: Malintzin fue la madre del hijo de Hernán Cortés, el primer mestizo icónico de la Nueva España, Martín Cortés, así que nos guste, o no, la Malinche es la madre simbólica del mestizaje biológico, aquello que Gruzinski define mejor como transculturación, eclectisismo o sincretismo, a partir de esto es justo y necesario reconocer a Malintzin ya no más como la traidora de un cuento dualista, hace falta que aceptemos que en el México Prehispánico había más culturas además de los mexicas y que muchos de estos pueblos vieron en los españoles el medio para acabar con el sanguinario dominio de Tenochtitlán y que la Malinche fue más una mujer esclavizada y forjada en situaciones más complejas a las que nos han llevado a juzgarla como traidora.

Compartimos contigo: Mujer tenías que ser…

La otra cara de la conceptualización del mexicano es Guadalupe-Tonatzin, el primer símbolo de la mexicanidad, madre amorosa y protectora del pueblo de México, en las manos de Hidalgo guió a la variopinta población novohispana a través de la Independencia, la concepción de la Virgen de Guadalupe es más compleja de lo que creemos, en ella se esconden los trazos de las viejas deidades prehispánicas, como Coatlicue, simplifica de manera ejemplar las culturas predominantes en la Nueva España: es Virgen católica y española, pero india y morena como los indígenas, es la sagrada madre mestiza y, a diferencia de Malintzin, es casta e inmaculada, pero también ha cometido traición, pues como lo explica Bartra en La jaula de la melancolía, ambas se entregaron y mancillaron sus orígenes: la india que ayudó a los españoles, traicionando a su pueblo, y la Virgen que renunció a la superioridad racial de su piel blanca para hacerse morena, ambas, a su manera, concibieron al mexicano.

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