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En el municipio minero de Vetagrande en el estado de Zacatecas, al centro norte de México, a finales del siglo XIX, ocurrió un suceso del que aún queda como testigo mudo de ellos el templo de El Calvario, que se yergue sobre la planicie del pueblo para que el diablo no vuelva a bailar en ese lugar.
El pueblo de Vetagrande es habitado aún por mineros, pero en aquellos años los mineros eran los pobladores del lugar y sus esposas, mujeres abnegadas y penosas porque los hombres gastaban su dinero en el burdel, “la casa maldita”, “el abastos” o la “casa del demonio” le llamaban.
Un buen día comenzaron a aparecer los cuerpos empalados de mujeres trabajadoras de ese lugar y hay quien aseguraba que el diablo salía del burdel bailando y se perdía entre los cerros.
Así, fueron con el sacerdote, un hombre muy santo, llamado fray Benaventura Quintero, quien al ver la desesperación de sus fieles aconsejó construir un templo justo en el lugar donde aseguraban que el demonio se perdía…
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