/ martes 3 de septiembre de 2024

[Podcast] Cofre de Leyendas / El fantasma de Mixcoac

Según la leyenda el espíritu de un personaje de la Independencia de México se niega a abandonar un lugar que fue especial para él

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En la Ciudad de México, la plaza Valentín Gómez Farías en Mixcoac está cubierta de arquitectura, historia y cultura a su alrededor.

Según la leyenda en ella ronda el espíritu de un personaje de la Independencia de México que se niega a abandonar un lugar que fue especial para él. No quiere irse ni descansar como parte de un reto eterno al catolicismo. Se trata del fantasma de Mixcoac.

La plaza lleva su nombre. Valentín Gómez Farías fue un radical político y presidente mexicano que durante la Guerra de Independencia lideró y financió un batallón para combatir a los españoles. Aparte de eso, su rasgo combativo lo llevó a manifestar de manera frontal su desprecio al clero, institución a la que consideraba un cáncer para el progreso del país. Esa enemistad con las sotanas también derivó en confrontarse con los conservadores de la época. Y en su pecado lleva la penitencia.

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El llamado “padre de la Reforma” vivió en el barrio de San Juan, localizado en la zona de Mixcoac. Allí tuvo una casona enorme que actualmente es el Instituto Mora. No fue un buen vecino para los habitantes católicos del pueblo en aquel entonces. Les molestaba mucho tener que compartir aire con un liberal, con un anticlerical declarado.

Su enojo era mayor por dos aspectos considerados blasfemos por los creyentes en el siglo XIX: la masonería de Gómez Farías y la prohibición a su esposa de profesar su fe católica. Mitos alrededor de su matrimonio refieren que le tenía impedido ir a misa, rezar el rosario y portar cualquier crucifijo o escapulario.

La animadversión a todo lo que fuera o tuviera que ver con la Iglesia católica se la llevó hasta su muerte en 1858. Antes de despedirse de este mundo, le pidió a sus familiares, especialmente a su hija, que lo enterrara en el patio de la casona sin ningún ritual de por medio, mucho menos religioso. Le hicieron caso y su cuerpo fue sepultado en el jardín.

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Al enterarse de su deceso, jerarcas católicos avisaron a la familia que no iban a perdonarle su encono en vida y que tampoco iban a brindar servicios para su reposo eterno. Acusado de blasfemia, Gómez Farías fue condenado como persona maldita por representantes de la Iglesia. Nace así entonces el fantasma de Mixcoac.

Pese a que sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres en 1933, el espíritu de Valentín Gómez Farías permanece en Mixcoac, sitio donde fue maldecido y donde quiso ofrendar su alma como un acto de rebeldía contra el clero, lo que conlleva incluir a creyentes y conservadores.

Mientras que en la Rotonda de los Hombres Ilustres dicen que se escucha la voz de una mujer rezándole plegarias por las noches para que descanse en paz por la eternidad (su esposa), el padre de la Reforma vaga en su barrio protegido de cualquier acción católica que vele por su alma. Nada, ni nadie puede contra su voluntad porque, cuenta la leyenda, el legado masónico lo cuida con una herencia de rituales desconocidos.


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En la Ciudad de México, la plaza Valentín Gómez Farías en Mixcoac está cubierta de arquitectura, historia y cultura a su alrededor.

Según la leyenda en ella ronda el espíritu de un personaje de la Independencia de México que se niega a abandonar un lugar que fue especial para él. No quiere irse ni descansar como parte de un reto eterno al catolicismo. Se trata del fantasma de Mixcoac.

La plaza lleva su nombre. Valentín Gómez Farías fue un radical político y presidente mexicano que durante la Guerra de Independencia lideró y financió un batallón para combatir a los españoles. Aparte de eso, su rasgo combativo lo llevó a manifestar de manera frontal su desprecio al clero, institución a la que consideraba un cáncer para el progreso del país. Esa enemistad con las sotanas también derivó en confrontarse con los conservadores de la época. Y en su pecado lleva la penitencia.

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El llamado “padre de la Reforma” vivió en el barrio de San Juan, localizado en la zona de Mixcoac. Allí tuvo una casona enorme que actualmente es el Instituto Mora. No fue un buen vecino para los habitantes católicos del pueblo en aquel entonces. Les molestaba mucho tener que compartir aire con un liberal, con un anticlerical declarado.

Su enojo era mayor por dos aspectos considerados blasfemos por los creyentes en el siglo XIX: la masonería de Gómez Farías y la prohibición a su esposa de profesar su fe católica. Mitos alrededor de su matrimonio refieren que le tenía impedido ir a misa, rezar el rosario y portar cualquier crucifijo o escapulario.

La animadversión a todo lo que fuera o tuviera que ver con la Iglesia católica se la llevó hasta su muerte en 1858. Antes de despedirse de este mundo, le pidió a sus familiares, especialmente a su hija, que lo enterrara en el patio de la casona sin ningún ritual de por medio, mucho menos religioso. Le hicieron caso y su cuerpo fue sepultado en el jardín.

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Pese a que sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres en 1933, el espíritu de Valentín Gómez Farías permanece en Mixcoac, sitio donde fue maldecido y donde quiso ofrendar su alma como un acto de rebeldía contra el clero, lo que conlleva incluir a creyentes y conservadores.

Mientras que en la Rotonda de los Hombres Ilustres dicen que se escucha la voz de una mujer rezándole plegarias por las noches para que descanse en paz por la eternidad (su esposa), el padre de la Reforma vaga en su barrio protegido de cualquier acción católica que vele por su alma. Nada, ni nadie puede contra su voluntad porque, cuenta la leyenda, el legado masónico lo cuida con una herencia de rituales desconocidos.


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