Zacatecas, Zac.- El Comandante de la XI Zona Militar, Rogelio Castellanos Franco, señaló que la lealtad del Ejército y Fuerza Aérea es el alimento para sostener el deseo de un México mejor donde reine la paz y la seguridad que permita a los ciudadanos que trabajan, que construyen y que generan empleos, plasmar sus esfuerzos en aras de un futuro mejor para las nuevas generaciones.
La conducta de las Fuerzas Armadas se conceptúa dentro del término lealtad, como la base fundamental y línea a seguir, donde supeditan su acción a la autoridad civil en un esfuerzo conjunto por el progreso y desarrollo del país.
En la conmemoración del 106 aniversario de la Marcha de la Lealtad, ante el gobernador del gobernador Alejandro Tello Cristerna, el comandante Rogelio Castellanos Franco señaló que la lealtad del Ejército y Fuerza Aérea hacia el pueblo de México se refleja en sus acciones, vestida de una convicción toral de servicio al mismo pueblo, origen y objetivo de las Fuerzas Armadas.
La lealtad del Ejército y Fuerza Aéreas Mexicanos hacia las instituciones y hacia el pueblo de México va más allá de la espera de una recompensa, anteponen sus principios e ideales a la seducción de intereses particulares mezquinos y adversos al progreso, desarrollo social, económico y político del país.
La historia señala que el 9 de febrero de 1913 la capital de la Ciudad de México se vio sacudida por un pronunciamiento militar en contra del presidente constitucional, Francisco Ignacio Madero, encabezada por los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, apoyados por la Escuela Militar de Aspirantes, por fracciones del primero, segundo y quinto regimientos de artillería, dos escuadrones del primer regimiento de caballería la mayor parte de la Gendarmería Montada y la casi totalidad del Batallón de Seguridad del Distrito Federal, así como otros militares y políticos, quienes iniciaron el motín desde Tacubaya y Tlalpan.
Llegaron al Zócalo, donde lograron apoderarse de Palacio Nacional y de los edificios principales.
Sin embargo, el general Lauro Villar, con soldados leales del segundo y cuarto Batallón de Infantería, logró recuperar Palacio Nacional e hizo prisioneros a los alumnos de la Escuela Nacional de Aspirantes.
Mientras tanto, el general Manuel Mondragón, con los generales Cecilio Ocón y Gregorio Ruiz, alcanzaron la prisión de Tlaltelolco, donde pusieron en libertad al general Bernardo Reyes, a quien se le consideró jefe de la rebelión.
Después se dirigieron a la penitenciaría de Lecumberri, donde liberaron al general Félix Díaz y se encaminaron a Palacio Nacional.
El general Bernardo Reyes, jefe de la rebelión, confiado en la amistad que tenía con el general Villar, intentó atraerlo a su partido, oferta que fue rechazada, mientras que sus tropas hicieron fuego y acribillaron al general Reyes.
El presidente Madero, al saber de los acontecimientos, ordenó al teniente coronel Víctor Hernández Covarrubias, subdirector del Colegio Militar, que los alumnos del plantel se prepararan para salir en uniforme de gala y con su dotación de cartuchos completa, a fin de darle escolta y seguridad.
Una vez en el patio del Castillo de Chapultepec, el presidente Francisco I. Madero, acompañado del general Ángel García Peña, secretario de Guerra, exhortó a los cadetes de la siguiente manera: “Jóvenes cadetes, unos cuantos malos mexicanos militares y civiles, se han sublevado esta madrugada contra mi gobierno, en estos momentos la situación ha sido dominada por el pundonoroso general Lauro Villar, comandante de Guarnición, y el Palacio Nacional está nuevamente en poder de las tropas leales.
“Ustedes, herederos de las más puras y nobles tradiciones de lealtad a las instituciones legalmente constituidas, van a escoltarme en columna de honor a palacio Nacional, para demostrar al pueblo capitalino que hemos triunfado derrotando a los infidentes y desleales”.
Enseguida, se inició la marcha rumbo a la ciudad con una sección de la primera compañía como descubierta para el señor presidente y su comitiva.
El itinerario que siguió la marcha fue por Paseo de la Reforma y después por las calles que dan al jardín Guardiola.
De ahí se dividió la fuerza en dos fracciones y un núcleo principal, una seguiría por la calle 5 de Mayo a las órdenes del mayor Tomás Marín, la otra por las calles de san Francisco y Plateros, hoy Madero, a las órdenes del capitán primero Federico Dávalos y el núcleo principal, al mando del teniente coronel Hernández Covarrubias, que avanzaría por la calle 16 de Septiembre.
Durante la marcha, el contingente fue agredido por parte de los rebeldes, por lo que el presidente tuvo que ser resguardado en los edificios aledaños, donde se unieron, entre otros, los ministros de Fomento y Hacienda, así como el general Victoriano Huerta.
Los alumnos del Colegio Militar continuaron su camino hacia el Zócalo hasta que llegaron a la Plaza de la Constitución, donde el general Villar informó al presidente Madero que la situación en la Plaza de Armas o Zócalo había sido dominada.
Más tarde, fue sustituido por el general Victoriano Huerta como comandante de plaza.
Después, Madero continuó su avance a Palacio Nacional escoltado por los alumnos del Colegio Militar y gente del pueblo.
Los alumnos del Colegio Militar proporcionaron seguridad al presidente desde el Castillo de Chapultepec a Palacio Nacional, en donde relevaron la guardia en prevención, permanecieron ese domingo, todo el lunes, y hasta la medianoche del martes en la calle de la Corregidora y Acequia, donde estaba antes el cuartel de zapadores, cubriendo también las bocacalles que dan a Pino Suárez y Correo Mayor.
Durante la noche de este último día se ordenó que se retiraran a Chapultepec, donde los alumnos permanecieron en situación de alerta, teniendo sus puestos establecidos en los linderos del bosque, hasta que finalizó esta etapa.
El 17 de febrero, Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron hechos prisioneros y, mientras permanecieron en Palacio nacional, fueron obligados a presentar su renuncia respectiva, ante un Congreso reunido en sesión extraordinaria, que nombró presidente a Pedro Lascuráin, que era ministro de Relaciones Exteriores.
Lascuráin, a su vez, renunció a la Presidencia de la República, y el Congreso nombró a Victoriano Huerta como presidente.
Mientras tanto, los prisioneros esperaban en vano un tren que los conduciría al puerto de Veracruz, de donde se embarcarían a Cuba al exilio.
Los cadetes leales al presidente, el 9 de febrero de 1913, demostraron su lealtad mediante acciones realizadas del Castillo de Chapultepec a Palacio Nacional, en defensa de la paz interior y la permanencia de las instituciones legalmente constituidas, al combatir a los sublevados, adictos al régimen porfirista, dejando huella en la historia del instituto armado.