/ lunes 26 de marzo de 2018

Intentó suicidarse dos veces, ahora es una mujer exitosa

Jimena es uno de esos casos, donde la soledad, la ansiedad y la tristeza se apoderaron de sus pensamientos y aniquilaron cualquier esperanza y motivación de vida.

Con tan sólo 20 años de edad, después de haber perdido a sus padres a causa del cáncer, de haber protagonizado dos tentativas de suicidio y de haber estado internada dos veces en el hospital psiquiátrico de Calera. Jimena hoy está al pie del cañón para decir: siempre hay alternativa.

De acuerdo al doctor Jonathan Martínez Cabral, subdirector del Hospital de Especialidades en Salud Mental de Calera, casi el 70 por ciento de la población sufre algún trastorno psicológico, siendo la depresión el que más predomina, ya que en un 50 por ciento de los casos atendidos, los pacientes presentan este malestar.

Jimena es uno de esos casos, donde la soledad, la ansiedad y la tristeza se apoderaron de sus pensamientos y aniquilaron cualquier esperanza y motivación de vida.

Turbia infancia

Después de creer que tenía una vida perfecta y color de rosa, la vida de Jimena cambió radicalmente en un abrir y cerrar de ojos a sus escasos nueve años de edad.

Cuando menos lo imaginó, el ser que más apreciaba en el mundo, su mamá, era víctima del cáncer y su padre del alcoholismo. Esto la enfadó con la vida, y con su familia.

Por cinco largos años, vio como la vida le arrebata “cruelmente” día con día a su madre, y como los problemas no restaban en casa; la bulimia, el faltar a clases, los largos periodos de sueño, la soledad y la tensión familiar, le robaron poco a poco sus días de infancia.

El comienzo del calvario

Tras un largo lustro de sufrimiento, su madre no venció la batalla, y teniendo apenas 14 años de edad, un día sin más, Jimena se quedó sin madre. El dolor no cesó aquí.

En casa aún lidiaba con un padre a menudo ebrio, y una hermana mayor que a su imperfección, fungía como madre y jefa de familia.

“Todo allí empezó, y con los años fue creciendo; a los 16 años yo me sentía feíta, gordita, sola, ya sin mi mamá, mi casa se había ido abajo”, refirió.

No obstante, las cosas no mejoraban, pues pese a sus intentos de buscar ayuda y buscar hablar con alguien, nada mejoraba: su hermana se enojaba cuando trataba de hablar con ella, y para su padre sólo era un problema.

“Ya estuvo bueno, ya no puedo más”

Un lunes por la mañana -puntualizó- la vida no tenía más sentido, a lo que pensó: “ya estuvo bueno, yo ya no puedo más; me siento sola: trato de hablar con mi hermana y se enoja, mi papá con sus borracheras…”. ¿Qué sentido tendría vivir un día más? Ella ya no tenía respuesta.

Cual dulce a su alcance, comentó, ingirió cerca de tres cajas de diazepam y medio frasco de morfina, dopándose fuertemente al interior de su cuarto, siendo esto lo último de lo que se acuerda.

“Cuando desperté, estaba en el hospital, tenía tubos en la garganta, oxígeno en la nariz, llena de parches y conectada a las maquinitas.”

Uno de los médicos que la atendió en aquella ocasión la reprendió y le llamo irresponsable, y niña tonta, diciéndole que si quería llamar la atención lo hiciera de otra forma, porque así sólo le hacía perder el tiempo, pudiendo atender “urgencias reales”.

Al final de cuentas, él tenía razón, ¿para qué seguir perdiendo el tiempo en este mundo? Pensó.

“No me quedé muy a gusto”

Dos días después del primer intento de suicidio, confesó que aún seguía firme en su decisión de quitarse la vida, por lo que, de nueva cuenta, consumió cerca de dos frasquitos de morfina, cuyo efecto la “tumbó” de inmediato.

“A lo que me cuentan, esa vez, estuve a dos de no librarla: estuve dormida como por dos días, y cuando volví a despertar, nuevamente estaba llena de tubos y máquinas.”

Estancia en el Hospital Psiquiátrico

Evidentemente, estas actitudes la llevaron a permanecer interna en el Hospital Psiquiátrico de Calera en dos ocasiones; la primera vez por dos semanas, y la segunda sólo por una, ya que la depresión volvió a intensificarse, llevándola a causarse autolesiones en sus brazos, siendo esto la causa de su segunda internación.

Reconoció que ese lugar le fue de mucha ayuda; no obstante, estuvo medicada por más de medio año con antidepresivos. Para ese tiempo, Jimena rondaba en los 18 años de edad.

Otra vez, el cáncer presente

Justo cuando comenzaba a reponerse, la vida nuevamente la encaró de manera dura, pues en esta ocasión, el cáncer atacó a su papá.

Paradójicamente, señaló, esto le permitió alejarse de sus ideas de muerte, ya que básicamente ella tomó la responsabilidad del cuidado de su padre.

“En esta época casi no hice burradas –refiriéndose al suicidio– porque casi no tenía ni tiempo de pensarlo; mi vida consistía en el hospital y el colegio, nada más”.

Sin embargo, su papá tampoco salió vencedor y después de seis meses falleció; la idea de convertirse ahora en una “joven huérfana” le costó bastante, comentó.

Se trata de seguir

Así pues, tras una larga batalla de diez años contra la depresión y una soledad frecuente, entendió que la vida, aun con sus fuertes lecciones, al final de cuentas, se trata de seguir y luchar.

Ejemplo de ello fueron sus dos padres, quienes le demostraron desde el lecho de su enfermedad como combatían el dolor diariamente. Esto, una vez hecho consciente, la motivó a amar la vida.

De esta manera, hoy está convencida de que siempre hay una alternativa a todo, siempre hay una salida: “siento que tengo mucho por hacer, pero me siento agradecida de estar aquí, de aprovechar mis días, y que, aunque sigo visitando el hospital, al ver todas esas personas (internas), es recordarme y sentirme afortunada por lo que tengo.”

Habla un especialista

En relación al contexto que pasó Jimena: el suicidio y la depresión, Jonathan Martínez, subdirector del Hospital de Especialidades en Salud Mental, explicó que, así como a ella, la depresión es uno de los principales detonantes que persigue a la sociedad zacatecana, pues de tres mil 149 casos atendidos durante el 2017, el 50 por ciento presenta un diagnóstico de este malestar.

Entre otros malestares, indicó, también se encuentran la ansiedad, la esquizofrenia, el consumo de sustancias y la bipolaridad, siendo estos el otro 50 por ciento.

Asimismo, puntualizó que, en la mayoría de los casos de suicidio, el 90 por ciento de los implicados tenían algún trastorno que nunca les fue diagnosticado.

Por otro lado, como los factores principales que suelen orillar a incurrir a estas tendencias, precisó que se encuentran el estrés, la soledad, el ser hombre, la dependencia a sustancias y ser de edad avanzada.

Externó que no es necesario provenir de una fuerte prescripción psicológica, ya que situaciones específicas pueden ocasionar una depresión mayúscula con pensamientos suicidas.

Rompimientos amorosos, familiares, laborales, soledad, divorcio, entre otras causas, también pueden ser factores riesgosos.

Acerca de “ser hombre”, exteriorizó que esto se debe a que la mayoría de los varones que padecen algunos síntomas en cuestión, son renuentes y no se tratan, por lo que, en la actualidad, cerca del 90 por ciento de suicidios han sido protagonizados por masculinos.

Con respecto a las edades más frecuentes, detalló que se ubican primeramente las personas que tienen un rango de edad entre los 30 y 49 años, luego quienes están entre los 20 y 30, y finalmente los que abarcan la tercera edad.

Sin embargo, mencionó que se presenta una vez por año, el suicido de un menor de 15 años.

En otro rubro, abundó que el ahorcamiento es la mayor modalidad utilizada para arrebatarse la vida, cuya muerte deriva en menos de cinco minutos por asfixia normalmente, o por un paro cardiorrespiratorio.

Finalmente, invitó a la ciudadanía a fomentar una cultura a la salud mental, la cual no se trata de ningún estigma o tabú. Asimismo, hizo hincapié en tener una alimentación saludable y la realización de ejercicio, así como practicar actividades sanas de pasatiempo.

Con tan sólo 20 años de edad, después de haber perdido a sus padres a causa del cáncer, de haber protagonizado dos tentativas de suicidio y de haber estado internada dos veces en el hospital psiquiátrico de Calera. Jimena hoy está al pie del cañón para decir: siempre hay alternativa.

De acuerdo al doctor Jonathan Martínez Cabral, subdirector del Hospital de Especialidades en Salud Mental de Calera, casi el 70 por ciento de la población sufre algún trastorno psicológico, siendo la depresión el que más predomina, ya que en un 50 por ciento de los casos atendidos, los pacientes presentan este malestar.

Jimena es uno de esos casos, donde la soledad, la ansiedad y la tristeza se apoderaron de sus pensamientos y aniquilaron cualquier esperanza y motivación de vida.

Turbia infancia

Después de creer que tenía una vida perfecta y color de rosa, la vida de Jimena cambió radicalmente en un abrir y cerrar de ojos a sus escasos nueve años de edad.

Cuando menos lo imaginó, el ser que más apreciaba en el mundo, su mamá, era víctima del cáncer y su padre del alcoholismo. Esto la enfadó con la vida, y con su familia.

Por cinco largos años, vio como la vida le arrebata “cruelmente” día con día a su madre, y como los problemas no restaban en casa; la bulimia, el faltar a clases, los largos periodos de sueño, la soledad y la tensión familiar, le robaron poco a poco sus días de infancia.

El comienzo del calvario

Tras un largo lustro de sufrimiento, su madre no venció la batalla, y teniendo apenas 14 años de edad, un día sin más, Jimena se quedó sin madre. El dolor no cesó aquí.

En casa aún lidiaba con un padre a menudo ebrio, y una hermana mayor que a su imperfección, fungía como madre y jefa de familia.

“Todo allí empezó, y con los años fue creciendo; a los 16 años yo me sentía feíta, gordita, sola, ya sin mi mamá, mi casa se había ido abajo”, refirió.

No obstante, las cosas no mejoraban, pues pese a sus intentos de buscar ayuda y buscar hablar con alguien, nada mejoraba: su hermana se enojaba cuando trataba de hablar con ella, y para su padre sólo era un problema.

“Ya estuvo bueno, ya no puedo más”

Un lunes por la mañana -puntualizó- la vida no tenía más sentido, a lo que pensó: “ya estuvo bueno, yo ya no puedo más; me siento sola: trato de hablar con mi hermana y se enoja, mi papá con sus borracheras…”. ¿Qué sentido tendría vivir un día más? Ella ya no tenía respuesta.

Cual dulce a su alcance, comentó, ingirió cerca de tres cajas de diazepam y medio frasco de morfina, dopándose fuertemente al interior de su cuarto, siendo esto lo último de lo que se acuerda.

“Cuando desperté, estaba en el hospital, tenía tubos en la garganta, oxígeno en la nariz, llena de parches y conectada a las maquinitas.”

Uno de los médicos que la atendió en aquella ocasión la reprendió y le llamo irresponsable, y niña tonta, diciéndole que si quería llamar la atención lo hiciera de otra forma, porque así sólo le hacía perder el tiempo, pudiendo atender “urgencias reales”.

Al final de cuentas, él tenía razón, ¿para qué seguir perdiendo el tiempo en este mundo? Pensó.

“No me quedé muy a gusto”

Dos días después del primer intento de suicidio, confesó que aún seguía firme en su decisión de quitarse la vida, por lo que, de nueva cuenta, consumió cerca de dos frasquitos de morfina, cuyo efecto la “tumbó” de inmediato.

“A lo que me cuentan, esa vez, estuve a dos de no librarla: estuve dormida como por dos días, y cuando volví a despertar, nuevamente estaba llena de tubos y máquinas.”

Estancia en el Hospital Psiquiátrico

Evidentemente, estas actitudes la llevaron a permanecer interna en el Hospital Psiquiátrico de Calera en dos ocasiones; la primera vez por dos semanas, y la segunda sólo por una, ya que la depresión volvió a intensificarse, llevándola a causarse autolesiones en sus brazos, siendo esto la causa de su segunda internación.

Reconoció que ese lugar le fue de mucha ayuda; no obstante, estuvo medicada por más de medio año con antidepresivos. Para ese tiempo, Jimena rondaba en los 18 años de edad.

Otra vez, el cáncer presente

Justo cuando comenzaba a reponerse, la vida nuevamente la encaró de manera dura, pues en esta ocasión, el cáncer atacó a su papá.

Paradójicamente, señaló, esto le permitió alejarse de sus ideas de muerte, ya que básicamente ella tomó la responsabilidad del cuidado de su padre.

“En esta época casi no hice burradas –refiriéndose al suicidio– porque casi no tenía ni tiempo de pensarlo; mi vida consistía en el hospital y el colegio, nada más”.

Sin embargo, su papá tampoco salió vencedor y después de seis meses falleció; la idea de convertirse ahora en una “joven huérfana” le costó bastante, comentó.

Se trata de seguir

Así pues, tras una larga batalla de diez años contra la depresión y una soledad frecuente, entendió que la vida, aun con sus fuertes lecciones, al final de cuentas, se trata de seguir y luchar.

Ejemplo de ello fueron sus dos padres, quienes le demostraron desde el lecho de su enfermedad como combatían el dolor diariamente. Esto, una vez hecho consciente, la motivó a amar la vida.

De esta manera, hoy está convencida de que siempre hay una alternativa a todo, siempre hay una salida: “siento que tengo mucho por hacer, pero me siento agradecida de estar aquí, de aprovechar mis días, y que, aunque sigo visitando el hospital, al ver todas esas personas (internas), es recordarme y sentirme afortunada por lo que tengo.”

Habla un especialista

En relación al contexto que pasó Jimena: el suicidio y la depresión, Jonathan Martínez, subdirector del Hospital de Especialidades en Salud Mental, explicó que, así como a ella, la depresión es uno de los principales detonantes que persigue a la sociedad zacatecana, pues de tres mil 149 casos atendidos durante el 2017, el 50 por ciento presenta un diagnóstico de este malestar.

Entre otros malestares, indicó, también se encuentran la ansiedad, la esquizofrenia, el consumo de sustancias y la bipolaridad, siendo estos el otro 50 por ciento.

Asimismo, puntualizó que, en la mayoría de los casos de suicidio, el 90 por ciento de los implicados tenían algún trastorno que nunca les fue diagnosticado.

Por otro lado, como los factores principales que suelen orillar a incurrir a estas tendencias, precisó que se encuentran el estrés, la soledad, el ser hombre, la dependencia a sustancias y ser de edad avanzada.

Externó que no es necesario provenir de una fuerte prescripción psicológica, ya que situaciones específicas pueden ocasionar una depresión mayúscula con pensamientos suicidas.

Rompimientos amorosos, familiares, laborales, soledad, divorcio, entre otras causas, también pueden ser factores riesgosos.

Acerca de “ser hombre”, exteriorizó que esto se debe a que la mayoría de los varones que padecen algunos síntomas en cuestión, son renuentes y no se tratan, por lo que, en la actualidad, cerca del 90 por ciento de suicidios han sido protagonizados por masculinos.

Con respecto a las edades más frecuentes, detalló que se ubican primeramente las personas que tienen un rango de edad entre los 30 y 49 años, luego quienes están entre los 20 y 30, y finalmente los que abarcan la tercera edad.

Sin embargo, mencionó que se presenta una vez por año, el suicido de un menor de 15 años.

En otro rubro, abundó que el ahorcamiento es la mayor modalidad utilizada para arrebatarse la vida, cuya muerte deriva en menos de cinco minutos por asfixia normalmente, o por un paro cardiorrespiratorio.

Finalmente, invitó a la ciudadanía a fomentar una cultura a la salud mental, la cual no se trata de ningún estigma o tabú. Asimismo, hizo hincapié en tener una alimentación saludable y la realización de ejercicio, así como practicar actividades sanas de pasatiempo.

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