Apenas a sus 200 días de vida su mundo completo es una prisión. A pesar de que no cometió ningún delito, que no está acusada de nada, la bebé de apenas siete meses de edad cumple una sentencia, que en su caso será de tres años, luego la condena será mayor, ya que tendrá que ser separada de los brazos de su madre.
El sonido de las cadenas en las puertas, el rechinido que hacen cuando se abren y se cierran, los pasos que se multiplican con el eco del vacío, de ese vacío que se siente al interior de una cárcel, se han vuelto cotidianos para la bebé.
La denominada estancia infantil se trata de una celda más, en donde se encuentran de cuatro a cinco camas, y cerca de cinco cunas amontonadas, sin espacio para ningún juguete, tienen la ropa clasificada y bien acomodada por cada niño o niña, lo único que da luz a esas cuatro paredes es un dibujo que las propias madres pintaron.
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La aprehensión
Aquel 30 de julio de 2017, Fernanda (la madre, se omite el nombre real por seguridad de la Persona Privada de la Libertad –PPL -), fue detenida en el municipio de Fresnillo, para entonces contaba ya con tres meses de embarazo y 21 años de edad.
Fue trasladada el 23 de diciembre de ese mismo año al Centro Regional de Reinserción Social Femenil (Cerereso) de Cieneguillas, Zacatecas, acusada de homicidio.
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En ese establecimiento penitenciario las mujeres tienen derecho a ejercer su maternidad.
Su pequeña actualmente tiene siete meses. Ella es una de los ocho menores que se suman a la estadística estatal y los aproximadamente 700 hijos de mujeres privadas de su libertad en las penitenciarías en México.
“Niños Invisibles”
Algunos los han nombrado “niños invisibles”, son los hijos de las mujeres privadas de su libertad, niños que deben pasar algunos años de su vida cumpliendo la condena de un crimen que nunca cometieron, en un entorno poco prometedor tanto para su desarrollo emocional como físico, la estadística más alta registrada hasta la fecha en Zacatecas es de ocho menores que viven al interior de este centro.
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Y aunque muchos los denominan niños invisibles, la realidad es que sí existen y se encuentran al interior de los centros de reinserción social, su acceso a la salud, a la educación y la protección no están siempre garantizados, y muchos de ellos sufren actos de violencia física y sexual.
Secuestro y delincuencia organizada
De las siete madres internas con hijos dentro del Centro Femenil de Reinserción Social de Cieneguillas, la mayoría se encuentra ahí por secuestro, seguido de homicidio.
En términos generales las personas privadas de la libertad se encuentran por secuestro, delincuencia organizada y transporte de estupefacientes.
“El tiempo pasa y ya no puede regresar”
Con su pequeña en brazos, Fernanda relata que, aunque en ocasiones se siente sola, su hija le ha ayudado a que sus pensamientos sean otros “esperemos que estos tres años sean muy buenos, el tiempo pasa y ya no puede regresar”.
Por ahora, menciona no tener miedo de lo que pueda llegar a suceder dentro del Centro, lo que ronda por su mente es cuando llegue el día en que tenga que desprenderse de su hija.
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Fernanda deberá cumplir una condena de 16 años por homicidio
El día en que su pequeña cumpla tres años deberá alejarse de su madre y podrá salir de esas cuatro paredes “yo no quiero que ella pase lo mismo que yo, aquí lo que se pierde es la libertad”.
Fernanda tiene otra hija, quien se encuentra bajo el cuidado de su abuela.
Para ella, un día normal es estar al pendiente de su hija prácticamente todo el día, en cumplimiento de sus necesidades, refiriendo que se cuenta con las condiciones necesarias para el cuidado de todos los niños que ahí viven.
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Fue un parto complejo. Dio a luz en el Hospital de la Mujer Zacatecana y fue gracias a sus propias compañeras del Cerereso, que tanto ella como su hija pudieron recibir buenas atenciones, sin embargo, aceptó que no hay nada mejor que el propio hogar para que los hijos puedan crecer de una mejor manera.
700 niños en cárceles
Saskia Niño de Rivera, presidenta de la Fundación Reinserta, informó que, a nivel nacional se tiene un registro aproximado de 700 niños y niñas que viven en prisión con sus madres, esta estadística cambia constantemente y es poco explorada, siendo el mismo autogobierno de los penales que hace “que sea prácticamente imposible para que comisiones como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) puedan tener un conteo real de los niños que ahí viven”.
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La última cifra que arroja el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) del año 2016 respecto al Censo Nacional de Gobierno, Seguridad Pública y Sistema Penitenciario fue de 542 menores que vivían con sus madres en prisiones estatales; respecto a los resultados de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) que detalla que durante el año 2013 el número de niños era de 396, y para el año 2016 esta estadística casi se duplicó con un total de 618 niñas y niños en un total de 214 establecimientos penitenciarios que los alberga.
En México, aproximadamente 12 mil mujeres se encuentran recluidas en penitenciarías estatales, municipales, un penal federal de mujeres y uno militar, 88 por ciento de ellas son madres.
El 60 por ciento de las mujeres se encuentran privadas de su libertad por la comisión de conductas delictivas.
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Hay quienes viven en penales mixtos, mismas que a menudo se enfrentan a redes de prostitución, violencia de género y que viven en condiciones en donde no existen áreas con perspectiva de género.
Reinserta
Reinserta nace con el objetivo de mejorar la seguridad en México por medio de un sistema penitenciario funcional, trabajando en dos áreas específicas: maternidad en prisión y adolescentes en conflicto con la ley; en el país no existe un solo estado que tenga una política pública o un programa social dirigido a la prevención en materia de maternidad en prisión.
La Ley Nacional de Ejecución Penal que entró en vigor en el año 2016, dicta en su artículo décimo a la maternidad en prisión como un derecho a nivel federal, estipulando que cualquier niño que nace en prisión puede quedarse con su madre hasta los tres años de edad.
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En esta fundación se trabaja en cuatro fases dentro del modelo de intervención: Trabajo en dignificación carcelaria, previniendo afectación en el desarrollo del niño por su situación de reclusión “generando espacios adentro de la cárcel para que los niños pueden estar en un espacio libre de violencia y en donde su desarrollo sea óptimo”, así como la creación debebetecas, espacios lúdicos al interior de los reclusorios para que los menores pueden jugar y desarrollarse con mayor plenitud.
Otro de ellos es el taller de apego, vínculo afectivo materno-infantil; trabajo con mujeres que están embarazadas hasta las que tienen a sus bebés.
Como tercera fase se encuentran las salidas de los niños y su relación con el mundo exterior con aproximadamente cinco salidas al año; y finalmente maternidad compartida “el acompañamiento del niño y la mamá, una vez que el niño ya esté por cumplir los tres años y tenga que separarse de su mamá de forma permanente”.
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Se trabaja de manera activa en dos penales del Estado de México, y en uno más en la Ciudad de México; en los estados de Sinaloa y Guerrero ya se levantó un diagnóstico que fue presentando con una propuesta de intervención en materia de género dentro de los penales, las cuales se esperan efectuar en todo el país.
No creemos en la separación inmediata cuando nace el menor, porque no sólo la etapa de la lactancia, también la parte afectiva.
En algunos otros penales en donde existe autogobierno predomina la delincuencia “y los centros son espacios delictivos”, un ejemplo claro es el Centro Preventivo y de Reinserción Social de Topo Chico, en Monterrey Nuevo León, en donde en donde en el año 2016 se registró un motín que dejó un saldo de 49 muertos, realidad en la que están inmersos los menores.
Es “reconocido como el penal más violento de Latinoamérica, ahí tenemos más de 50 niños viviendo”.
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