Tijuana, México.- Héctor Barajas nacido en Zacatecas pero quefue llevado por su familia a los siete años de edad a los EstadosUnidos, atiende actualmente un "bunker" en el que se brinda apoyo asoldados que sirvieron a los Estados Unidos y que fueron deportadosaún y cuando son reconocidos por ese país como veteranos.
No hay datos públicos sobre cuántos exmilitares han sidodeportados, pero la Casa de Apoyo a los Veteranos Deportados, en laciudad fronteriza de Tijuana, dice tener registro de 301 expulsadosa una treintena de países. Más de 60 son mexicanos. Héctor Barajas, el encargado de gestionar esepequeño local lleno de banderas, estandartes y recuerdos, es unode ellos. Nacido en el estado mexicano de Zacatecas hace 40 años,fue criado en Estados Unidos desde los 7 cuando cruzó ilegalmentela frontera con su familia. Años más tarde y yacon su residencia en regla, se hizo paracaidista. Sirvió en elejército de 1995 a 2001. Barajas creía haberse convertido enciudadano estadounidense al alistarse. Se dio cuenta de que no eraasí cuando, después de pasar año y medio en la cárcel pordisparar a un vehículo, le deportaron en 2004.
"Recuerdo que me llevaron a la frontera, me abrieron una puertay ya", comenta. "Te quedas perdido".
No estaba acostumbrado a hablar español y tampoco sabía cómoganarse la vida. A los seis meses de deportado, volvió a cruzarilegalmente. En 2010 le detuvieron de nuevo y le deportaron de porvida. Entonces montó "el Bunker".
Unos batallaron para buscar trabajo, otros lo consiguieron enlugares como call-centers donde valoran su inglés. Algunosfallecieron lejos de la que siempre consideraron su casa. Otrosvieron morir a los suyos con una frontera de por medio.
Pese a todo, su patriotismo hacia Estados Unidos se mantienefirme.
La ACLU y algunos legisladores han intentado, sin éxito,recabar apoyos para detener o reducir la deportación de veteranos.Frente a ellos, otros defienden las leyes actuales porque, comoargumenta el diputado republicano por Illinois John Shimkus,analizan cada deportación caso por caso y permiten tener en cuentalas circunstancias especiales de cada persona.
"Tenemos una enorme deuda de gratitud con todos los hombres ymujeres que han luchado por nuestra nación pero no podemos hacerexcepciones a las leyes", mantiene Shimkus, coronel retirado delejército.
La iniciativa legislativa más reciente la presentó en febreroLorena González, congresista demócrata de California y esposa deun marine que sirvió en Irak, quien apuesta por crear un fondo queayude legalmente a los veteranos a tramitar su retorno.
Eso podría ayudar a personas como Barajas, quien ya hace unaño solicitó su naturalización con ayuda de abogados y esperauna respuesta oficial este mismo mes.
El Servicio de Ciudadanía e Inmigración no ofreció a la APcifras sobre cuántos veteranos deportados han hecho esa peticiónpero señaló que considera cada solicitud de forma individual.Pase lo que pase, Barajas prepara laapertura de otro "bunker" en Ciudad Juárez, en la frontera conTexas, y espera promover una coalición bipartidista en EstadosUnidos que apoye la causa de estos veteranos.
La tristeza, sin embargo, no les hace olvidar la cadena de mandoy a quien le deben lealtad.
"Donald Trump es el comandante en jefe y tenemos que trabajarcon eso", dice Barajas. "Somos militares".