/ martes 30 de abril de 2024

El terror no os hará libres

Suenan voces de guerra en Europa y Estados Unidos (EUA). Buscan advertir y provocar. Insisten en la necesidad de prepararse para la extensión del conflicto Rusia-Ucrania, en el tiempo y en el espacio. Supieron armarlo, ya sabrán prolongarlo. Son políticos y representantes de la industria armamentística asociada a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con intereses por encima de los de su población.

EUA creó la OTAN en 1949 como alianza militar internacional para la defensa compartida ante la temida expansión del comunismo de posguerra. En medio del desarme para la paz, en 1991 la Unión Soviética se desmanteló voluntariamente, seguida del Pacto de Varsovia que había reunido a países europeos vecinos para unificar los ejércitos frente a la embestida occidental.

Contrariamente, la OTAN ya injustificada en sus propósitos, se fortaleció y expandió. Esto a pesar de que durante las negociaciones con los soviéticos en 1990, EUA, Francia, Reino Unido y la recientemente reunificada Alemania, garantizaron que no avanzarían hacia Rusia una sola pulgada de los dos mil kilómetros que por entonces la separaban de la Organización.

Sólo siete años más tarde, EUA comenzó la expansión de la alianza para ganar influencia en Europa, desoyendo el rechazo publicado por cincuenta expertos de su propio país. Contra la advertencia de que arrinconar a la entonces débil Rusia eventualmente los enfrentaría a ella, el presidente en turno, Bill Clinton en búsqueda de reelección, y sus sucesores fueron cercándola con ejércitos y armas convencionales y nucleares.

El tamaño del territorio y las riquezas naturales que contiene, han llevado a Rusia durante siglos a proteger sus fronteras, privilegiando estrategias comerciales y de intercambio cultural. La historia muestra cómo las invasiones de Napoleón y Hitler terminaron en derrotas. También enseña que Europa ha vivido sus mejores tiempos de paz y progreso cuando ha mantenido abiertas las vías de la cooperación y la diplomacia.

Sin embargo, ni el bienestar de millones suele ser rentable para quienes viven del conflicto. El éxito de la Unión Europea se ha explicado por el impulso de Alemania, Reino Unido y Francia, pero se olvida que la alianza con Rusia la hizo competitiva con energía y granos seguros y baratos. Así que la agenda destructiva consistió en la separación británica conocida como Brexit, y la aniquilación económica de los dos pilares restantes mediante la provocación al gobierno ruso por la OTAN, expandida gracias al doble ofrecimiento de recursos y de defensa ante un país que, aseguraban, eventualmente los atacaría. Desde 1991 ese país ya no existe.

Los belicistas occidentales han sostenido a conveniencia visiones contradictorias respecto a Rusia. La han descrito débil y retrasada. Efectivamente, lo estuvo en los tiempos de su desintegración como Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Y aun recientemente, al inicio de las hostilidades armadas en Ucrania, la presidente de la Comisión Europea Ursula von der Leyen menospreció las capacidades del ejército ruso al declarar que éste no disponía de más chips para sus armas inteligentes que los de las lavadoras. La guerra real ha mostrado que la caricatura retrata en todo caso a occidente en abasto y desarrollo tecnológico.

Pero la estrategia más eficaz de los gobiernos de EUA y Europa para sostener la guerra en Ucrania y desviar recursos con el consentimiento de sus ciudadanos es una narrativa de terror a una Rusia poderosa y expansionista. A ella le seguirá China. Al final, estos enemigos de occidente construidos a modo, por lo menos saben a quién enfrentar. Otro es el problema de los europeos, que con su asistencia económica y militar al conflicto estadounidense pierden progreso y bienestar. Mejor vivirían libres de su protector.

Suenan voces de guerra en Europa y Estados Unidos (EUA). Buscan advertir y provocar. Insisten en la necesidad de prepararse para la extensión del conflicto Rusia-Ucrania, en el tiempo y en el espacio. Supieron armarlo, ya sabrán prolongarlo. Son políticos y representantes de la industria armamentística asociada a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con intereses por encima de los de su población.

EUA creó la OTAN en 1949 como alianza militar internacional para la defensa compartida ante la temida expansión del comunismo de posguerra. En medio del desarme para la paz, en 1991 la Unión Soviética se desmanteló voluntariamente, seguida del Pacto de Varsovia que había reunido a países europeos vecinos para unificar los ejércitos frente a la embestida occidental.

Contrariamente, la OTAN ya injustificada en sus propósitos, se fortaleció y expandió. Esto a pesar de que durante las negociaciones con los soviéticos en 1990, EUA, Francia, Reino Unido y la recientemente reunificada Alemania, garantizaron que no avanzarían hacia Rusia una sola pulgada de los dos mil kilómetros que por entonces la separaban de la Organización.

Sólo siete años más tarde, EUA comenzó la expansión de la alianza para ganar influencia en Europa, desoyendo el rechazo publicado por cincuenta expertos de su propio país. Contra la advertencia de que arrinconar a la entonces débil Rusia eventualmente los enfrentaría a ella, el presidente en turno, Bill Clinton en búsqueda de reelección, y sus sucesores fueron cercándola con ejércitos y armas convencionales y nucleares.

El tamaño del territorio y las riquezas naturales que contiene, han llevado a Rusia durante siglos a proteger sus fronteras, privilegiando estrategias comerciales y de intercambio cultural. La historia muestra cómo las invasiones de Napoleón y Hitler terminaron en derrotas. También enseña que Europa ha vivido sus mejores tiempos de paz y progreso cuando ha mantenido abiertas las vías de la cooperación y la diplomacia.

Sin embargo, ni el bienestar de millones suele ser rentable para quienes viven del conflicto. El éxito de la Unión Europea se ha explicado por el impulso de Alemania, Reino Unido y Francia, pero se olvida que la alianza con Rusia la hizo competitiva con energía y granos seguros y baratos. Así que la agenda destructiva consistió en la separación británica conocida como Brexit, y la aniquilación económica de los dos pilares restantes mediante la provocación al gobierno ruso por la OTAN, expandida gracias al doble ofrecimiento de recursos y de defensa ante un país que, aseguraban, eventualmente los atacaría. Desde 1991 ese país ya no existe.

Los belicistas occidentales han sostenido a conveniencia visiones contradictorias respecto a Rusia. La han descrito débil y retrasada. Efectivamente, lo estuvo en los tiempos de su desintegración como Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Y aun recientemente, al inicio de las hostilidades armadas en Ucrania, la presidente de la Comisión Europea Ursula von der Leyen menospreció las capacidades del ejército ruso al declarar que éste no disponía de más chips para sus armas inteligentes que los de las lavadoras. La guerra real ha mostrado que la caricatura retrata en todo caso a occidente en abasto y desarrollo tecnológico.

Pero la estrategia más eficaz de los gobiernos de EUA y Europa para sostener la guerra en Ucrania y desviar recursos con el consentimiento de sus ciudadanos es una narrativa de terror a una Rusia poderosa y expansionista. A ella le seguirá China. Al final, estos enemigos de occidente construidos a modo, por lo menos saben a quién enfrentar. Otro es el problema de los europeos, que con su asistencia económica y militar al conflicto estadounidense pierden progreso y bienestar. Mejor vivirían libres de su protector.