/ sábado 3 de diciembre de 2022

Aura García-Junco presenta en la FIL de Guadalajara Mar de piedra

Mar de piedra, es una metáfora de la indiferencia, la desesperación y la violencia que vive el país

GUADALAJARA. Es la Ciudad de México en 2025 y un buen día comienzan a aparecer sistemáticamente, por decreto oficial, estatuas de cientos de desaparecidos sobre el concreto de la Calle de Madero. El acto más que una serie de homenajes, es el símbolo lapidario de que ya no se continuarán con las carpetas de investigación y búsqueda.

Como consecuencia de esto, la ciudad parece irse destruyendo de apoco, por lo que los habitantes viran su fe hacia una nueva religión con cósmicas supersticiones polinesias en las que buscan encontrar no sólo un halo de esperanza, sino el paradero exacto de los desaparecidos.

Este presente distópico que la escritora mexicana Aura García-Junco pensó para su novela Mar de piedra, la cual se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, es una metáfora de la indiferencia, la desesperación y la violencia que vive el país.

"Es cierto que las estatuas oficiales ahora han terminado por no tener sentido alguno. Sí, son homenajes a personajes y acciones, pero ya sólo son parte del paisaje urbano que no nos dice demasiado. Y las antimonumentas que pretenden ser una ruptura de la cotidianidad, cuando se inscriben en la misma cotidianidad, dejan de ser una ruptura”, dice la escritora en entrevista con El Sol de México.

“De repente sí nos obligan a recordar, aunque sea en un parpadeo el por qué están ahí, algo que es muy significativo, pero es muy fácil volvernos ciegos a sus mensajes. Sin embargo, yo creo que siguen teniendo un sentido capaz de hacernos conscientes”, agrega.

“Yo soy atea, pero al mismo tiempo sí veo que han surgido fes que no son meramente religiosas, como los horóscopos. Que miremos las cartas astrales como pistas de nuestro camino y hasta nuestra personalidad o el querer saber nuestro destino, demuestran que ante la incertidumbre estamos en búsqueda de guía.

"Cuando creé la religión que se menciona en la novela pensé en el debate muy discutido a largo de la historia, sobre el destino y el libre albedrío, y cuál es nuestra posibilidad de movilidad”, explica la autora, considerada por la reconocida revista británica Granta, entre las mejores escritoras jóvenes de México.

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A nivel estructural, la novela tiene la particularidad de incluir fragmentos de notas periodísticas, imágenes en torno a las supersticiones polinesias a las que refiere o de hechos que incluso no se vinculan directamente con la trama de la obra; además de presentar alteraciones en los formatos de los diálogos y la distribución del texto en la página.

Sobre esto, García-Junco explica que responde a la idea de mirar los textos escritos "como objetos que tienen una materialidad que pude ser explotada como juego creativo"; mientas que, sobre la irrupción de elementos que interfieren con la trama, buscan que la novela tenga un efecto tridimensional, con más vida, en el que están sucediendo otros hechos alrededor de la historia que está contando.

GUADALAJARA. Es la Ciudad de México en 2025 y un buen día comienzan a aparecer sistemáticamente, por decreto oficial, estatuas de cientos de desaparecidos sobre el concreto de la Calle de Madero. El acto más que una serie de homenajes, es el símbolo lapidario de que ya no se continuarán con las carpetas de investigación y búsqueda.

Como consecuencia de esto, la ciudad parece irse destruyendo de apoco, por lo que los habitantes viran su fe hacia una nueva religión con cósmicas supersticiones polinesias en las que buscan encontrar no sólo un halo de esperanza, sino el paradero exacto de los desaparecidos.

Este presente distópico que la escritora mexicana Aura García-Junco pensó para su novela Mar de piedra, la cual se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, es una metáfora de la indiferencia, la desesperación y la violencia que vive el país.

"Es cierto que las estatuas oficiales ahora han terminado por no tener sentido alguno. Sí, son homenajes a personajes y acciones, pero ya sólo son parte del paisaje urbano que no nos dice demasiado. Y las antimonumentas que pretenden ser una ruptura de la cotidianidad, cuando se inscriben en la misma cotidianidad, dejan de ser una ruptura”, dice la escritora en entrevista con El Sol de México.

“De repente sí nos obligan a recordar, aunque sea en un parpadeo el por qué están ahí, algo que es muy significativo, pero es muy fácil volvernos ciegos a sus mensajes. Sin embargo, yo creo que siguen teniendo un sentido capaz de hacernos conscientes”, agrega.

“Yo soy atea, pero al mismo tiempo sí veo que han surgido fes que no son meramente religiosas, como los horóscopos. Que miremos las cartas astrales como pistas de nuestro camino y hasta nuestra personalidad o el querer saber nuestro destino, demuestran que ante la incertidumbre estamos en búsqueda de guía.

"Cuando creé la religión que se menciona en la novela pensé en el debate muy discutido a largo de la historia, sobre el destino y el libre albedrío, y cuál es nuestra posibilidad de movilidad”, explica la autora, considerada por la reconocida revista británica Granta, entre las mejores escritoras jóvenes de México.

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A nivel estructural, la novela tiene la particularidad de incluir fragmentos de notas periodísticas, imágenes en torno a las supersticiones polinesias a las que refiere o de hechos que incluso no se vinculan directamente con la trama de la obra; además de presentar alteraciones en los formatos de los diálogos y la distribución del texto en la página.

Sobre esto, García-Junco explica que responde a la idea de mirar los textos escritos "como objetos que tienen una materialidad que pude ser explotada como juego creativo"; mientas que, sobre la irrupción de elementos que interfieren con la trama, buscan que la novela tenga un efecto tridimensional, con más vida, en el que están sucediendo otros hechos alrededor de la historia que está contando.

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