Películas de terror hay muchísimas, durante el mes de octubre se estrenan varias esperando llamar la atención de los amantes del género de terror en el séptimo arte. Pero, hay una película que al paso de los años gana más y mejores buenos comentarios, se trata de la cinta “El exorcista”, estrenada en el año de 1973, hace exactamente 50 años.
En el cine de terror actual suelen abusar de los sustos repentinos y recurren excesivamente a efectos especiales o emplean clichés del género para generar temor. Esta saturación ha llevado a que pocas logren verdaderamente asustar.
La cinta fue dirigida por William Friedkin y está basada en la novela homónima del también guionista de la película William Peter Blatty. La novela y la película aborda dilemas centrales propios de la época: la lucha entre el bien y el mal y lo inexplicable para la ciencia.
Según Carlos Hugo Gómez Oliver, docente de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) “La película tuvo un gran impacto por diversas razones. Una de ellas es que era sumamente gráfica para su época. No era común mostrar escenas tan explícitas como las que se presentaron en la cinta. Asimismo, la manera en que se presenta a los personajes es destacable; te los muestran enfrentando conflictos, algunos incluso ético-morales, como el del padre Karras”.
“La película supo aprovechar el contexto en el que se encontraba. Actualmente, el tema del diablo o los exorcismos no atraen tanto, pero en 1973, con tantos cristianos y católicos centrados en estos temas, la película logró crear una atmósfera impresionante”.
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El éxito de “El Exorcista” no solo se debió a su calidad audiovisual. Según Gómez Oliver, el hecho de que estuviera basada en un evento real fue crucial. Cuando Blatty era estudiante en la Universidad de Georgetown, leyó un artículo en el Washington Post titulado “Padre libra a un joven de las garras del demonio”. El relato hablaba de un joven que, tras más de 20 sesiones de exorcismo, fue liberado de una posesión demoniaca. Para proteger su identidad, se usó el seudónimo “Roland Doe”, pero tiempo después se reveló que el afectado fue Ronald Hunkeler, destacado ingeniero de la NASA.
El libro en el que está basado fue un rotundo éxito en ventas, vendió aproximadamente 13 millones de ejemplares solo en Estados Unidos y liderando las listas de best sellers.