Como pocos: sin miedo a la muerte y con el privilegio de haber escrito su última novela a modo de “testamento literario”, el escritor norteamericano Paul Auster (1947-2024) murió el 30 de abril, a los 77 años de edad como consecuencia del cáncer de pulmón que le fue diagnosticado el año pasado, hecho que entonces hizo público su propia esposa, la novelista Siri Hustvedt, a través de redes sociales.
Pero su muerte no silencia su caudal de tinta, que desemboca en más de 16 novelas, nueve libros de no ficción, cuatro de ensayos, dos obras dramáticas, cinco guiones de películas y un sin número de poemas y traducciones, con los que se convirtió en uno de los autores estadounidenses más importantes en el mundo, durante la segunda mitad del siglo XX y el casi cuarto de siglo de lo que va de este.
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En entrevistas con El Sol de México, los escritores mexicanos Myriam Moscona, Mauricio Montiel Figueiras y Hernán Bravo Varela, asiduos lectores del autor de la icónica novela La trilogía de Nueva York (1985-1987), refieren a la impronta de su obra en generaciones enteras alrededor del mundo y explican sus principales características literarias.
“Yo estoy realmente sorprendida de que este sentimiento por la partida de Auster sea tan compartido, no sólo por mi generación sino por muchas más. No quiero decir que la excelencia esté peleada con la popularidad, pero es poco frecuente lo que está sucediendo con él. Auster conforme fueron pasando sus libros se convirtió en una especie de espejo retrovisor de toda una época”, afirma la narradora y poeta Moscona, Premio de Poesía Aguascalientes en 1989.
El azar como condición
Nacido en el seno de una familia judía polaca de clase media en Nueva Jersey en 1947, la obra de Auster se caracterizó principalmente por poner el acento en temas existenciales, entre ellos, con gran fuerza el azar como elemento fundamental en el devenir humano.
Sobre el azar, que –coinciden los tres escritores entrevistados– es el tema más recurrente y perceptible en la obra de Auster, Mauricio Montiel recuerda que el mismo autor contó en sus escritos que esta especie de obsesión nació a partir de dos momentos de su vida: uno cuando pudo haber muerto electrocutado por un rayo cuando era niño, y, otro, cuando uno de sus jugadores favoritos de beisbol, su deporte favorito, no le pudo firmar una pelota porque ninguno de los dos tenía una pluma en el bolsillo.
Sin embargo, Montiel Figueiras también apunta que la visión del azar, junto a la contingencia y el accidente, en Auster tienen una connotación ontológica: “El azar aparece en su obra como condición cósmica y elemento rector de los encuentros que nos caracterizan como género humano. Cómo los pequeños momentos el mundo o la existencia parece que nos manda señales accidentales para hacernos reflexionar sobre nuestro papel en la tierra”, afirma el escritor, Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés en el año 2000.
Detective existencialista
Los entrevistados también hablan sobre las aportaciones que Auster hizo para el género policiaco, el cual practicó desde su primer libro “Jugada de presión” (1982) firmada bajo el pseudónimo de Paul Benjamin, y que llegó a su completa madurez con “La trilogía de Nueva York” y que debió tener una influencia de su contacto con la literatura francesa, de la cual tradujo a varios escritores como Jean-Paul Sartre y Georges Simenon.
“Yo diría que él abordó este género desde una perspectiva metafísica y existencial, influido por los autores franceses que leyó mucho en su juventud. Si bien ese es un elemento que ya estaba esbozado en otros autores del género como el siciliano Leonardo Sciascia o el suizo Friedrich Dürrenmatt, la figura del detective que se pierde en su propio laberinto era muy novedosa en los años 80, fue un elemento muy visionario”, afirma Montiel Figueiras, quien recuerda que en aquella trilogía Auster planteó un paralelismo entre la figura del detective, el escritor y el lector dentro del cosmos.
Maestro de la bigrafía
Myriam Moscona destaca la faceta de Auster como autobiógrafo, tanto en su obra considerada de “autoficción”, como en sus ensayos, los cuales en su mayoría parten de experiencias personales del autor, como sucede en los libros “La invención de la soledad” (1982) o su “Diario de invierno” (2012).
“Creo que él fue un verdadero maestro del ensayo biográfico. Hay ciertos escritores, que aparte de todo lo que pueden enriquecer a partir de su obra literaria, tienen el poder de remitir a tu propia vida. Para mí Auster es un disparador de la memoria. El era un hombre tremendo, que podía decir la vida en cualquier género”, afirma Moscona, quien también en su propia obra ha disertado sobre la memoria y la vida, difuminando fronteras entre géneros.
Poeta metafísico
Aunque menos conocida entre sus lectores, la obra poética de Auster se caracterizó, a decir de Hernán Bravo Varela, por un perfil bastante metafísico, parecido al de varios poetas franceses que también tradujo del inglés al francés, como Mallarmé, cuyas poéticas se centraron en la exploración de ser, la realidad, el vacío y la naturaleza y alcances de las palabras, preocupaciones presentes también en las novelas del escritor fallecido.
“El trabajo poético de Auster se centró en el silencio como materia fundante e intrínseca y habló, como se revela en sus poemas, sobre las fracturas del lenguaje y la incapacidad de decir en plenitud lo que con él debería o podría decirse. Por eso cuando lo leemos vemos que juega mucho con los silencios y los espacios en blanco de las páginas. Yo recomiendo leer sus poemas a la par de sus obras narrativas”, afirma Bravo Varela, director del Periódico de Poesía, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Buena salida literaria
Montiel Figueirs asegura que la obra de Auster tiene muchos otros temas, entre ellos la errancia citadina, la identidad, la soledad, el absurdo y la vida estadounidense. Estos temas también se pueden ver en libros como “Leviatán” (1992), que lo hizo ganar el premio Médicis de Francia; El libro de las ilusiones (2002), donde narra la historia de un profesor universitario que entra en depresión tras la muerte de su familia en un accidente aéreo; y en “4321”, que considera como la gran novela norteamericana de Auster.
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De “Baumgartner”, su última novela, Montiel Figueiras afirma que se trata de una obra de “corte seriamente autobiográfico”, la cual tuvo la fortuna de ver publicada y que conmueve al lector, con gran efectividad, recurriendo a los temas obsesivos de Auster –la memoria, el azar y la contingencia– al reflexionar sobre la vejez.
“Creo que es una obra de madurez plena, de un hombre que contempla con ironía y melancolía el fin de su vida. Qué bueno que haya sido una obra de gran calidad la que cierra la obra austeriana, porque luego la muerte es el editor más cruel que existe” finaliza.