/ martes 8 de noviembre de 2022

[Podcast] Cofre de leyendas | El sacerdote de las hostias

Hay deudas que no terminan con la muerte...

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Se cuenta que allá por el año 1900, cuando apenas se festejaban los novenarios a la virgen de Guadalupe en la nueva capilla del Santuario, los habitantes de El Tuitán en Jalpa, Zacatecas, tenían el compromiso de ir por el sacerdote para que, muy temprano, oficiara la primera misa que empezaba a las seis de la mañana.

El sacerdote, muy diligente, desde las cuatro estaba listo para tomar el camino a las cinco de la mañana de un frío 12 de diciembre, el cura emprendió la marcha hacia la cumbre. Para esto se colocó sus hábitos y tomó el copón donde llevaba las hostias sagradas con las que daría comunión a los habitantes de la comunidad.

Al llegar al camino del santuario en donde empezaba la subida le dieron el primer campanazo de llamada.

Avanzó rápidamente por el camino, alumbrándose con una lámpara, y llegó al tramo más largo, en donde escuchó la segunda llamada.

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Esto hizo que acelerara el paso, pero se le dificultaba porque traía ya puesta su sotana.

Al ya estar cansado, decidió subir el último tramo por unos caminos que la gente llama: travesía.

Por este sendero se ahorran muchas vueltas, pero la última parte es más empinada y difícil de subir. Al llegar ahí se tropezó con una raíz, por lo que soltó el copón con todo y hostias, la cuales fueron a dar al polvo del camino. Asustado, el sacerdote recogió como pudo las hostias que alcanzó a ver y llegó apurado casi cuando terminaban de dar la última campanada.

Pasó mucho tiempo. El sacerdote se cambió a otro municipio, llegó a viejo y murió.

Al llegar al cielo, ya lo esperaba San Pedro. Dice la leyenda que le dijo:

—Tú tienes una deuda pendiente con la tierra.

—Yo he sido un buen sacerdote —dijo el cura—. Nunca falté a mi juramento. ¿Qué deuda puedo tener?

—Acuérdate de Jalpa —le contestó San Pedro.

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Con estas palabras, el sacerdote recordó su accidente rumbo al Santuario.

—Para entrar al cielo debes traer cada una de las hostias que perdiste aquel día —dijo San Pedro.

En cuanto terminó de decir aquellas palabras, el sacerdote apareció en el lugar de los hechos.

Se cuenta que, desde ese día, el pobre hombre anda penando, mientras sube y baja al Santuario con su linterna buscando las dichosas hostias.

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Se cuenta que allá por el año 1900, cuando apenas se festejaban los novenarios a la virgen de Guadalupe en la nueva capilla del Santuario, los habitantes de El Tuitán en Jalpa, Zacatecas, tenían el compromiso de ir por el sacerdote para que, muy temprano, oficiara la primera misa que empezaba a las seis de la mañana.

El sacerdote, muy diligente, desde las cuatro estaba listo para tomar el camino a las cinco de la mañana de un frío 12 de diciembre, el cura emprendió la marcha hacia la cumbre. Para esto se colocó sus hábitos y tomó el copón donde llevaba las hostias sagradas con las que daría comunión a los habitantes de la comunidad.

Al llegar al camino del santuario en donde empezaba la subida le dieron el primer campanazo de llamada.

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Al ya estar cansado, decidió subir el último tramo por unos caminos que la gente llama: travesía.

Por este sendero se ahorran muchas vueltas, pero la última parte es más empinada y difícil de subir. Al llegar ahí se tropezó con una raíz, por lo que soltó el copón con todo y hostias, la cuales fueron a dar al polvo del camino. Asustado, el sacerdote recogió como pudo las hostias que alcanzó a ver y llegó apurado casi cuando terminaban de dar la última campanada.

Pasó mucho tiempo. El sacerdote se cambió a otro municipio, llegó a viejo y murió.

Al llegar al cielo, ya lo esperaba San Pedro. Dice la leyenda que le dijo:

—Tú tienes una deuda pendiente con la tierra.

—Yo he sido un buen sacerdote —dijo el cura—. Nunca falté a mi juramento. ¿Qué deuda puedo tener?

—Acuérdate de Jalpa —le contestó San Pedro.

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—Para entrar al cielo debes traer cada una de las hostias que perdiste aquel día —dijo San Pedro.

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