/ lunes 6 de febrero de 2023

[Podcast] Cofre de leyendas | La historia de Donají y Nucano

Al nacer Donají un sacerdote descifró su destino, que terminaría en una tragedia

Escucha el episodio completo aquí↓

El monarca zapoteco Cosijoeza y la reina Coloyocaltzin tuvieron una hija a la que llamaron Donají, que significa “alma grande”. Al nacer, el sacerdote de Mitla le descifró su destino; indicando que en el cielo había aparecido el signo de la fatalidad…

Años después se desató una guerra entre zapotecas y mixtecos, un día de conflicto como cualquier otro, leales guerreros llevaron un prisionero al reino de Cosijoeza. A pesar de estar malherido su atuendo y armamento indicaba alta jerarquía, así que le dejaron solo, pensando que podría ser de utilidad más adelante.

Desconocían que se trataba del príncipe mixteco Nucano, “fuego grande”.

Donají vio sus heridas y se apiadó de él, lo alejó de cualquier posibilidad de batalla y esperó a que su cuerpo sanara… así fue, pero la guerra continuaba, entonces el príncipe pidió a la princesa que lo dejara libre, para seguir peleando por su pueblo. Ella sabía cómo se sentía esa responsabilidad y le permitió irse.

También escucha la leyenda en:


El pueblo mixteco se llenó de confianza con el regreso de su príncipe y continúo la guerra, hasta obligar al rey Cosijoeza a abandonar Zaachila, el asentamiento más importante de los zapotecas.

Las negociaciones de paz terminaron, pero Nucano mostraba desconfianza del rey zapoteca, quien había perdido demasiado. Los pensamientos de venganza eran inevitables. Fue así que pidió a la princesa Donají como una garantía de paz.

La llevaron a Monte Albán y fue tratada de acuerdo a su condición.

Cerca de este conflicto comenzaba la expansión de los españoles por territorio mesoamericano, y la princesa fue bautizada como Juana Cortés.

Donají se sentía abrumada por la idea de haberle fallado a su casa y se convenció de que la única manera de evitarlo era revivir la guerra. Envió a una criada a Zaachila con un mensaje… el de atacar al anochecer y de que se le fuera enviada una señal para indicar el momento apropiado para su escape.

La batalla tomó por sorpresa a los mixtecos y muchos de ellos perecieron. A la recámara de la princesa entró un dardo por la ventana que fue descubierto por unos guerreros, quienes, dándose cuenta de su plan la tomaron prisionera y huyeron del lugar.

En los márgenes del río Atoyac Donají fue decapitada, y sus restos enterrados para que nadie la encontrara.

El tiempo pasó y un pastor que caminaba por la orilla del río encontró un hermoso lirio del valle, lo suficiente para captar su atención en otro momento, pues seguía terso y lozano como la primera vez, pues algo parecía mantenerle intacto.

Decidió tomarlo para él y enorme fue su sorpresa cuando al intentar desenterrarlo de la raíz también trajo a la superficie la cabeza de Donají, sin degradarse, como si sólo estuviera durmiendo.

El príncipe Nucano, “fuego grande”, jamás dejó de lamentar la muerte de la princesa. Gobernó a los zapotecas y les cuidó celosamente, como ella lo hubiera hecho. Eventualmente fue bautizado por los españoles como don Diego de Aguilar.

Actualmente, la flor naciente de Donají se mantiene majestuosa en el escudo de Oaxaca, honrando a la princesa que murió por su gente.

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El monarca zapoteco Cosijoeza y la reina Coloyocaltzin tuvieron una hija a la que llamaron Donají, que significa “alma grande”. Al nacer, el sacerdote de Mitla le descifró su destino; indicando que en el cielo había aparecido el signo de la fatalidad…

Años después se desató una guerra entre zapotecas y mixtecos, un día de conflicto como cualquier otro, leales guerreros llevaron un prisionero al reino de Cosijoeza. A pesar de estar malherido su atuendo y armamento indicaba alta jerarquía, así que le dejaron solo, pensando que podría ser de utilidad más adelante.

Desconocían que se trataba del príncipe mixteco Nucano, “fuego grande”.

Donají vio sus heridas y se apiadó de él, lo alejó de cualquier posibilidad de batalla y esperó a que su cuerpo sanara… así fue, pero la guerra continuaba, entonces el príncipe pidió a la princesa que lo dejara libre, para seguir peleando por su pueblo. Ella sabía cómo se sentía esa responsabilidad y le permitió irse.

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El pueblo mixteco se llenó de confianza con el regreso de su príncipe y continúo la guerra, hasta obligar al rey Cosijoeza a abandonar Zaachila, el asentamiento más importante de los zapotecas.

Las negociaciones de paz terminaron, pero Nucano mostraba desconfianza del rey zapoteca, quien había perdido demasiado. Los pensamientos de venganza eran inevitables. Fue así que pidió a la princesa Donají como una garantía de paz.

La llevaron a Monte Albán y fue tratada de acuerdo a su condición.

Cerca de este conflicto comenzaba la expansión de los españoles por territorio mesoamericano, y la princesa fue bautizada como Juana Cortés.

Donají se sentía abrumada por la idea de haberle fallado a su casa y se convenció de que la única manera de evitarlo era revivir la guerra. Envió a una criada a Zaachila con un mensaje… el de atacar al anochecer y de que se le fuera enviada una señal para indicar el momento apropiado para su escape.

La batalla tomó por sorpresa a los mixtecos y muchos de ellos perecieron. A la recámara de la princesa entró un dardo por la ventana que fue descubierto por unos guerreros, quienes, dándose cuenta de su plan la tomaron prisionera y huyeron del lugar.

En los márgenes del río Atoyac Donají fue decapitada, y sus restos enterrados para que nadie la encontrara.

El tiempo pasó y un pastor que caminaba por la orilla del río encontró un hermoso lirio del valle, lo suficiente para captar su atención en otro momento, pues seguía terso y lozano como la primera vez, pues algo parecía mantenerle intacto.

Decidió tomarlo para él y enorme fue su sorpresa cuando al intentar desenterrarlo de la raíz también trajo a la superficie la cabeza de Donají, sin degradarse, como si sólo estuviera durmiendo.

El príncipe Nucano, “fuego grande”, jamás dejó de lamentar la muerte de la princesa. Gobernó a los zapotecas y les cuidó celosamente, como ella lo hubiera hecho. Eventualmente fue bautizado por los españoles como don Diego de Aguilar.

Actualmente, la flor naciente de Donají se mantiene majestuosa en el escudo de Oaxaca, honrando a la princesa que murió por su gente.

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