/ martes 31 de marzo de 2020

Para acabar con el Coronavirus... Agua y jabón ¡Sí funciona!

Se trata una receta antigua para combatir gérmenes

Inconscientemente tocamos nuestros ojos, nariz o boca hasta cada dos y medio minutos, sin pensar detenidamente que las manos pueden transportar microbios potencialmente peligrosos para la salud, debido a que ojos, nariz y boca son puertas de acceso a nuestro cuerpo y pueden causar problemas diarreicos o enfermedades respiratorias, que causan la muerte de 3.5 millones de niños y niñas cada año en todo el mundo.

Por eso, mantener las manos limpias es uno de los pasos más importantes para evitar enfermarnos y propagar gérmenes a otros.

Aunque este hábito de limpieza parece insignificante a simple vista, a nivel molecular es terrorífico para las bacterias y los virus, ya que las moléculas de jabón son como Anfisbena, el monstruo mítico griego con forma de serpiente de dos cabezas, una al inicio y otra al final de la cola.


La primera cabeza de la molécula de jabón es hidrofílica, es decir, se une fácilmente con el agua; mientras que la que se encuentra en la cola es hidrofóbica o mejor dicho, no le gusta el agua y prefiere vincularse con aceites y grasas.

Esto nos viene bien porque virus, como el coronavirus, están recubiertos además de proteínas, de lípidos o ‘grasita’ en su membrana exterior.

Entonces, las partículas de jabón a las que les gusta la cubierta de los virus no sólo se adhieren a ella, sino que también desmenuzan la membrana lípidica en pequeños pedacitos que terminan rodeadas de muchas partículas de jabón.

Así, cuando nos lavamos las manos, la cabeza hidrofóbica del jabón despedaza la cubierta del virus, la aísla y se desecha cuando nos enjuagamos.

Los desinfectantes para manos con al menos 60 por ciento de etanol son tan confiables como el jabón para destruir las membranas de los virus, que comúnmente usan las proteínas que ahí se encuentran, como llave para abrir nuestras células, introducir su material genético y reproducirse; así lo hace el coronavirus.

Sin embargo, los desinfectantes no pueden removerlos tan fácilmente de la piel; pero la limpieza vigorosa con agua y jabón si puede expulsarlos, por lo que el lavado de manos es más efectivo que el desinfectante.

El lavado de manos puede prevenir aproximadamente 30 por ciento de las enfermedades relacionadas con la diarrea y 20 por ciento de las infecciones respiratorias.

El jabón era usado desde hace más de 600 años por los mexicas, para quienes la limpieza constituía un hábito.

De acuerdo con el Códice Florentino —documento que retrata la vida cotidiana de nuestros antepasados—, los mexicas usaban la hierba del copalxocotl (llamada como árbol del jabón por los españoles) y la raíz del xiuhmaolli, las cuales usaban como jabón para bañarse y lavar la ropa, pues ambas generaban burbujas, así lo reportó Fray Bernardino de Sahagún en ese códice.

Esto, combinado con un suministro amplio de agua limpia proveniente de Chapultepec, le permitía mantener a los mexicas sus hábitos de limpieza.

Desde entonces y hasta ahora, el lavado de manos con agua y jabón es una herramienta clave para prevenir enfermedades infecciosas como el COVID-19, más aún cuando no existe una vacuna para hacernos inmunes.

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Inconscientemente tocamos nuestros ojos, nariz o boca hasta cada dos y medio minutos, sin pensar detenidamente que las manos pueden transportar microbios potencialmente peligrosos para la salud, debido a que ojos, nariz y boca son puertas de acceso a nuestro cuerpo y pueden causar problemas diarreicos o enfermedades respiratorias, que causan la muerte de 3.5 millones de niños y niñas cada año en todo el mundo.

Por eso, mantener las manos limpias es uno de los pasos más importantes para evitar enfermarnos y propagar gérmenes a otros.

Aunque este hábito de limpieza parece insignificante a simple vista, a nivel molecular es terrorífico para las bacterias y los virus, ya que las moléculas de jabón son como Anfisbena, el monstruo mítico griego con forma de serpiente de dos cabezas, una al inicio y otra al final de la cola.


La primera cabeza de la molécula de jabón es hidrofílica, es decir, se une fácilmente con el agua; mientras que la que se encuentra en la cola es hidrofóbica o mejor dicho, no le gusta el agua y prefiere vincularse con aceites y grasas.

Esto nos viene bien porque virus, como el coronavirus, están recubiertos además de proteínas, de lípidos o ‘grasita’ en su membrana exterior.

Entonces, las partículas de jabón a las que les gusta la cubierta de los virus no sólo se adhieren a ella, sino que también desmenuzan la membrana lípidica en pequeños pedacitos que terminan rodeadas de muchas partículas de jabón.

Así, cuando nos lavamos las manos, la cabeza hidrofóbica del jabón despedaza la cubierta del virus, la aísla y se desecha cuando nos enjuagamos.

Los desinfectantes para manos con al menos 60 por ciento de etanol son tan confiables como el jabón para destruir las membranas de los virus, que comúnmente usan las proteínas que ahí se encuentran, como llave para abrir nuestras células, introducir su material genético y reproducirse; así lo hace el coronavirus.

Sin embargo, los desinfectantes no pueden removerlos tan fácilmente de la piel; pero la limpieza vigorosa con agua y jabón si puede expulsarlos, por lo que el lavado de manos es más efectivo que el desinfectante.

El lavado de manos puede prevenir aproximadamente 30 por ciento de las enfermedades relacionadas con la diarrea y 20 por ciento de las infecciones respiratorias.

El jabón era usado desde hace más de 600 años por los mexicas, para quienes la limpieza constituía un hábito.

De acuerdo con el Códice Florentino —documento que retrata la vida cotidiana de nuestros antepasados—, los mexicas usaban la hierba del copalxocotl (llamada como árbol del jabón por los españoles) y la raíz del xiuhmaolli, las cuales usaban como jabón para bañarse y lavar la ropa, pues ambas generaban burbujas, así lo reportó Fray Bernardino de Sahagún en ese códice.

Esto, combinado con un suministro amplio de agua limpia proveniente de Chapultepec, le permitía mantener a los mexicas sus hábitos de limpieza.

Desde entonces y hasta ahora, el lavado de manos con agua y jabón es una herramienta clave para prevenir enfermedades infecciosas como el COVID-19, más aún cuando no existe una vacuna para hacernos inmunes.

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