/ martes 4 de octubre de 2016

La Chiquita... El sabor de una tradición

││Jaime Rodríguez Rivas ││

Tepetongo, Zac.- Muchas personas, cuando ven negocios sólidos yestables creen que lo único que se necesita para mantenerlos esdinero y dedicación. Esto sin considerar todo el esfuerzo, lossacrificios, y los momentos en que parece no progresar el negocio;pero que con pequeñas gratificaciones y mucha perseverancia, esascaídas se convierten en aprendizajes, que luego se transformaránen éxitos.

Tal es el caso del dueño la Panadería “La Chiquita” deTepetongo, Zacatecas; que en 24 años de servicio, ha vivido unsinfín de experiencias que le permitieron ser lo que es hoy endía. Desde sus ocho años de edad,Elías Rodríguez, actual dueño de la panadería, comenzó atrabajar en una panadería que perteneció a María Montes, en elmismo municipio de Tepetongo, en dicho lugar trabajó por cincoaños para luego enfocarse en el oficio de su padre: laherrería.

Por algunos años se mantuvo en ello, pero al contraermatrimonio con su actual esposa, Toña Rivas, intentó lacarpintería, la agricultura, y otros oficios más, sin saber quesu verdadera vocación ya había llegado a él tiempo atrás.

Fue un domingo cuatro de octubre, cuando luego de haberloplaneado, y de haber conseguido, lo que para Elías era necesariorespecto a materia prima y estructura, con la ayuda de su esposaToña, de su cuñada Betty Rivas y de su amigo Juan Martínez,comenzaron a hacer pan.

Sobre una mesa, y sin ningunamáquina más que los propios brazos, comenzaron a batir la masapara las conchas, arepas, el cortado y el bolillo, dejándolasreposar en un balde. En ese momento no había nadie que le dijera aElías qué y cómo hacer las cosas, sino que él tenía quedemostrar que, aunque habían transcurrido más de 17 años desdeque estuvo en la panadería, recordaba aún cómo hacer las piezasde pan.

El horno es una de las principalescaracterísticas de esta panadería, pues desde su inicio hasta laactualidad utilizan un horno de adobe y ladrillo calentado porleña, dándole un sabor y textura exquisito alpan.

Una vez cocidos los panes, Elías, Toña y sus dos hijos mayoresOscar y Oswaldo, salieron a las calles a venderlos. “El pan loponíamos en las cajitas de los jugos Jumex, o en las de cerveza, ycada quien se iba por una calle tocando de casa en casa y gritandopara que salieran a comprarnos pan”, narra Elías mientrasrecuerda los inicios de su negocio.

En aquel entonces, el pan tenía un costo de 35 centavos, por loque al final del día Elías y Toña se sentaban a la mesa a contarlos pesos y centavos que habían recabado de la venta, separando loque necesitaban para comprar los ingredientes del día siguiente, yguardando las pequeñas ganancias que habían obtenido.Al adquirir “la cascarita”, comonombraban a su camioneta en la que repartían el pan, vieron quepodían expandir su área de venta; entonces decidieron vender enlas comunidades vecinas de El Salitral, El Salitre, El Salitrillo,La Cuadrilla, y Víboras. María de Jesús Reveles,mejor conocida como “Chitona”, de la comunidad de Víboras,Tepetongo, le sugirió a Elías que también hiciera gorditas demaíz colorado y las vendiera. “Unas gorditas de maíz colorado,saben muy ricas” recordaba Elías; “yo le dije que no teníaninguna receta, pero ella me dijo que me daba una”. Y desde eseentonces comenzó a preparar las gorditas, modificando y mejorandola receta hasta ser lo que son en la actualidad.

El crecimiento que ha tenido la panadería, a lo largo de estos24 años, se lo deben a la preferencia de los clientes, como a losmás de siete trabajadores que han pasado por la panadería y hanbrindado su tiempo, dedicación y esfuerzo por preservar el sabortradicional. Tal es el orgullo delos panaderos, que cuentan que sus clientes les han dicho que hanllevado sus gorditas de maíz colorado a lugares como Alemania,Inglaterra, Japón, Cuba, y muchas partes de Estados Unidos, asícomo a varios estados de la República. Sin duda,la perseverancia y el esfuerzo son la clave del éxito de lasempresas, así como el buen trato a la clientela. El esfuerzo pormantener el sabor tradicional del pan y la honradez mantienen aPanadería “La Chiquita” los mantienen en el gusto de losconsumidores de la región.

││Jaime Rodríguez Rivas ││

Tepetongo, Zac.- Muchas personas, cuando ven negocios sólidos yestables creen que lo único que se necesita para mantenerlos esdinero y dedicación. Esto sin considerar todo el esfuerzo, lossacrificios, y los momentos en que parece no progresar el negocio;pero que con pequeñas gratificaciones y mucha perseverancia, esascaídas se convierten en aprendizajes, que luego se transformaránen éxitos.

Tal es el caso del dueño la Panadería “La Chiquita” deTepetongo, Zacatecas; que en 24 años de servicio, ha vivido unsinfín de experiencias que le permitieron ser lo que es hoy endía. Desde sus ocho años de edad,Elías Rodríguez, actual dueño de la panadería, comenzó atrabajar en una panadería que perteneció a María Montes, en elmismo municipio de Tepetongo, en dicho lugar trabajó por cincoaños para luego enfocarse en el oficio de su padre: laherrería.

Por algunos años se mantuvo en ello, pero al contraermatrimonio con su actual esposa, Toña Rivas, intentó lacarpintería, la agricultura, y otros oficios más, sin saber quesu verdadera vocación ya había llegado a él tiempo atrás.

Fue un domingo cuatro de octubre, cuando luego de haberloplaneado, y de haber conseguido, lo que para Elías era necesariorespecto a materia prima y estructura, con la ayuda de su esposaToña, de su cuñada Betty Rivas y de su amigo Juan Martínez,comenzaron a hacer pan.

Sobre una mesa, y sin ningunamáquina más que los propios brazos, comenzaron a batir la masapara las conchas, arepas, el cortado y el bolillo, dejándolasreposar en un balde. En ese momento no había nadie que le dijera aElías qué y cómo hacer las cosas, sino que él tenía quedemostrar que, aunque habían transcurrido más de 17 años desdeque estuvo en la panadería, recordaba aún cómo hacer las piezasde pan.

El horno es una de las principalescaracterísticas de esta panadería, pues desde su inicio hasta laactualidad utilizan un horno de adobe y ladrillo calentado porleña, dándole un sabor y textura exquisito alpan.

Una vez cocidos los panes, Elías, Toña y sus dos hijos mayoresOscar y Oswaldo, salieron a las calles a venderlos. “El pan loponíamos en las cajitas de los jugos Jumex, o en las de cerveza, ycada quien se iba por una calle tocando de casa en casa y gritandopara que salieran a comprarnos pan”, narra Elías mientrasrecuerda los inicios de su negocio.

En aquel entonces, el pan tenía un costo de 35 centavos, por loque al final del día Elías y Toña se sentaban a la mesa a contarlos pesos y centavos que habían recabado de la venta, separando loque necesitaban para comprar los ingredientes del día siguiente, yguardando las pequeñas ganancias que habían obtenido.Al adquirir “la cascarita”, comonombraban a su camioneta en la que repartían el pan, vieron quepodían expandir su área de venta; entonces decidieron vender enlas comunidades vecinas de El Salitral, El Salitre, El Salitrillo,La Cuadrilla, y Víboras. María de Jesús Reveles,mejor conocida como “Chitona”, de la comunidad de Víboras,Tepetongo, le sugirió a Elías que también hiciera gorditas demaíz colorado y las vendiera. “Unas gorditas de maíz colorado,saben muy ricas” recordaba Elías; “yo le dije que no teníaninguna receta, pero ella me dijo que me daba una”. Y desde eseentonces comenzó a preparar las gorditas, modificando y mejorandola receta hasta ser lo que son en la actualidad.

El crecimiento que ha tenido la panadería, a lo largo de estos24 años, se lo deben a la preferencia de los clientes, como a losmás de siete trabajadores que han pasado por la panadería y hanbrindado su tiempo, dedicación y esfuerzo por preservar el sabortradicional. Tal es el orgullo delos panaderos, que cuentan que sus clientes les han dicho que hanllevado sus gorditas de maíz colorado a lugares como Alemania,Inglaterra, Japón, Cuba, y muchas partes de Estados Unidos, asícomo a varios estados de la República. Sin duda,la perseverancia y el esfuerzo son la clave del éxito de lasempresas, así como el buen trato a la clientela. El esfuerzo pormantener el sabor tradicional del pan y la honradez mantienen aPanadería “La Chiquita” los mantienen en el gusto de losconsumidores de la región.

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