/ lunes 31 de agosto de 2020

Cofre de leyendas │ El callejón del mono prieto

El estilo de vida de doña Marciana Castillo provocó habladurías entre los pobladores de Zacatecas

Escucha aquí el podcast:

La razón por lo que Doña Marciana Castillo, tuviera fama de bruja, se debía a la vida tan misteriosa que llevaba. La casa en que habitaba, estaba aislada de las demás que formaban la antigua Calle de la Merced, hoy de la Ciudad, no tenía ventanas y sobre la azotea, ostentaba un feísimo torreón con angostas mirillas y los “pretiles” estaban defendidos con pedazos de vidrio.

Era fama de que en las altas horas de la noche, el torreón se iluminaba y un humo espeso nauseabundo salía por la tobera que sobre él había.

Por toda compañía tenía la “hechicera”, un horrible mico, que era el terror de los chiquillos del barrio, que se creía que era el diablo en persona.

Se presumía que Doña Marciana, tenía mucho dinero porque siempre que se abastecía de combustibles, en el tendajón del barrio, cambiaba monedas de oro. Sus trajes eran de seda, de varios colores, sus chales de “burato”, con largos flecos, los dedos cubiertos de anillos y en el pecho muchas sartas de corales.

Más a pesar de su indumentaria, su aspecto era repulsivo, por tener el rostro cubierto de cicatrices, los ojos ribeteados de rojo y el cuerpo contrahecho.

Nunca hablaba con nadie, ni iba a la iglesia, ni daba limosna, su puerta y su corazón estaban cerrados al bien.

Una vez llamó a su puerta una infeliz mujer a quien su marido, un borracho perdido, había golpeado y arrojado del humilde cuarto en que vivían, llevando un niño en los brazos y pedía por caridad, un pedazo de pan y que se le permitiera pasar la noche detrás de la puerta, por temor de que su marido la encontrase, Ella no sabía la fama de aquella mujer y si llego allí fue porque vio luz en la torre, la “bruja” no quiso socorrerla y debió asustarla el mico, porque la encontraron muerta, con el terror pintado en su rostro cubierto de arañazos, el niño había desaparecido.

Los vecinos furiosos pretendieron asaltar la casa y hacer un acercamiento pero se los impidió el Comisario del barrio y como nada le pudieron probar a doña Marciana, no se hizo justicia con la “bruja”.

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Pero el odio de la gente estaba encendido y no podía salir de su casa porque la esperaba un diluvio de pedradas, su puerta estaba bloqueada de basura y desperdicio y en vano pedía auxilio a las autoridades porque nadie acudía.

Por fin, una noche se oyó una detonación y los aterrados vecinos pudieron ver salir llamas azules y rojas del torreón de marras, nadie fue a auxiliarla porque creyeron cándidamente que “a la “bruja” se le había llevado el diablo”.

Al día siguiente se presentaron las autoridades y penetraron al antro; arriba en el torreón de marras, encontraron el cadáver de Doña Marciana desfigurado por la explosión, sobre de ella, estaba el mico haciendo horribles visajes dando agudos chillidos, tuvieron que lazarlo para poder acercarse a la puerta, sólo que los lazadores apretaron tanto que lo ahorcaron. No se supo que motivó la explosión, ni lo que hacia Doña Marciana en su laboratorio.

La casa fue demolida buscando tesoros que no se encontraron, el vulgo llamó al callejón donde estaba ubicada la casa “El Callejón del Mono Prieto”

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La razón por lo que Doña Marciana Castillo, tuviera fama de bruja, se debía a la vida tan misteriosa que llevaba. La casa en que habitaba, estaba aislada de las demás que formaban la antigua Calle de la Merced, hoy de la Ciudad, no tenía ventanas y sobre la azotea, ostentaba un feísimo torreón con angostas mirillas y los “pretiles” estaban defendidos con pedazos de vidrio.

Era fama de que en las altas horas de la noche, el torreón se iluminaba y un humo espeso nauseabundo salía por la tobera que sobre él había.

Por toda compañía tenía la “hechicera”, un horrible mico, que era el terror de los chiquillos del barrio, que se creía que era el diablo en persona.

Se presumía que Doña Marciana, tenía mucho dinero porque siempre que se abastecía de combustibles, en el tendajón del barrio, cambiaba monedas de oro. Sus trajes eran de seda, de varios colores, sus chales de “burato”, con largos flecos, los dedos cubiertos de anillos y en el pecho muchas sartas de corales.

Más a pesar de su indumentaria, su aspecto era repulsivo, por tener el rostro cubierto de cicatrices, los ojos ribeteados de rojo y el cuerpo contrahecho.

Nunca hablaba con nadie, ni iba a la iglesia, ni daba limosna, su puerta y su corazón estaban cerrados al bien.

Una vez llamó a su puerta una infeliz mujer a quien su marido, un borracho perdido, había golpeado y arrojado del humilde cuarto en que vivían, llevando un niño en los brazos y pedía por caridad, un pedazo de pan y que se le permitiera pasar la noche detrás de la puerta, por temor de que su marido la encontrase, Ella no sabía la fama de aquella mujer y si llego allí fue porque vio luz en la torre, la “bruja” no quiso socorrerla y debió asustarla el mico, porque la encontraron muerta, con el terror pintado en su rostro cubierto de arañazos, el niño había desaparecido.

Los vecinos furiosos pretendieron asaltar la casa y hacer un acercamiento pero se los impidió el Comisario del barrio y como nada le pudieron probar a doña Marciana, no se hizo justicia con la “bruja”.

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Pero el odio de la gente estaba encendido y no podía salir de su casa porque la esperaba un diluvio de pedradas, su puerta estaba bloqueada de basura y desperdicio y en vano pedía auxilio a las autoridades porque nadie acudía.

Por fin, una noche se oyó una detonación y los aterrados vecinos pudieron ver salir llamas azules y rojas del torreón de marras, nadie fue a auxiliarla porque creyeron cándidamente que “a la “bruja” se le había llevado el diablo”.

Al día siguiente se presentaron las autoridades y penetraron al antro; arriba en el torreón de marras, encontraron el cadáver de Doña Marciana desfigurado por la explosión, sobre de ella, estaba el mico haciendo horribles visajes dando agudos chillidos, tuvieron que lazarlo para poder acercarse a la puerta, sólo que los lazadores apretaron tanto que lo ahorcaron. No se supo que motivó la explosión, ni lo que hacia Doña Marciana en su laboratorio.

La casa fue demolida buscando tesoros que no se encontraron, el vulgo llamó al callejón donde estaba ubicada la casa “El Callejón del Mono Prieto”

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