/ lunes 8 de mayo de 2023

[Podcast] Cofre de Leyendas│La mano en la reja

Una hermosa joven despertó la envidia de su madrastra, quien sin escrúpulos la encerró en un oscuro sótano

Escucha aquí la leyenda completa↓


La historia comenzó en España. Ahí, don Juan Núñez de Castro, un joven poderoso y acaudalado, conoció a doña Leonor del Paso. Desde el primer momento, los dos quedaron profundamente enamorados el uno del otro. Poco tiempo después decidieron casarse y luego tuvieron a su primera y única hija: la pequeña Leonor.

Sin embargo, para desgracia de la familia, doña Leonor murió una semana después de que la bebé naciera. A pesar del dolor que don Juan sentía, decidió que él necesitaba una esposa y su hija una madre. Así que don Juan volvió a las tertulias y ahí conoció a doña Margarita quien parecía ser una buena mujer.

No obstante, pasaron los años y, los negocios de don Juan no andaban bien, Leonor se había convertido en una joven de belleza extraordinaria. Debido a esto, doña Margarita comenzó a sentir celos y envidia de la muchacha.

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Todo empeoró cuando, por problemas económicos, don Juan decidió mudarse junto con su familia a la ciudad de Valladolid, ahora Morelia. Ahí logró acrecentar significativamente su riqueza, aunque el trabajo lo absorbía por completo. Don Juan debía viajar por largos periodos a Guanajuato. Fue precisamente durante esas ausencias cuando doña Margarita aprovechó para encerrar a Leonor.

La joven permanecía enclaustrada toda la semana a excepción de los domingos. Esos días, doña Margarita le permitía acudir al Santuario Guadalupano. Fue en uno de esos días cuando Leonor conoció a Manrique de la Serna y Frías, un gallardo capitán que pertenecía a la guardia virreinal.

Los dos jóvenes quedaron prendados el uno del otro. Comenzaron a verse a escondidas. De hecho, todo su romance se desarrolló a través de la tercera ventana del sótano donde varias veces juraron casarse y amarse para siempre.

Sin embargo, en un momento de descuido, los jóvenes amantes fueron sorprendidos por doña Margarita quien, furiosa, encerró a Leonor en esa misma habitación mientras Manrique viajaba a la Ciudad de México. La intención de Manrique era solicitar una carta al virrey para después pedir la mano de Leonor.

A pesar de los esfuerzos, los trámites demoraban demasiado y la crueldad de la madrastra solo aumentaba. Llegó un punto en el que prohibió a los sirvientes acercarse a Leonor para darle comida o agua. Esto causó que, en un momento de desesperación, Leonor rompiera uno de los maderos que daban al exterior. Desde ahí, Leonor pedía a quien pasara un poco de pan o agua.

La gente comenzó a sospechar sobre el encierro de Leonor. Sin embargo, doña Margarita se dio cuenta y tapizó la ventana. Además, se libró del asunto diciendo que eran habladurías de la gente chismosa y argumentando que Leonor estaba de viaje. Cabe señalar que doña Margarita no podía ser investigada pues se trataba de una dama de la alta sociedad.

Después de algún tiempo, por fin regresaron a Valladolid don Juan y don Manrique. Al encontrarse, el joven le extendió la carta para pedir la mano de Leonor a don Juan. Al mismo tiempo, doña Margarita trató de huir, sin embargo, fue detenida.

Entonces, una de las sirvientas se dirigió aterrorizada hacia los dos varones para pedirles ayuda. Se trataba de Leonor, quien continuaba encerrada en el sótano. De inmediato bajaron. No obstante, Leonor yacía muerta. La imagen fue desgarradora: Leonor estaba sucia, con un aspecto cadavérico que se había llevado consigo su inigualable belleza.

Los dos hombres estaban devastados. Aunque, aun así, decidieron que se llevara a cabo la boda. Leonor y Manrique se casaron en el lugar que los había unido: el Santuario Guadalupano. Después, velaron a Leonor a los pies de la tercera ventana del sótano y al día siguiente, el joven Manrique llevó el cuerpo de su amada al último árbol de la Calzada y ahí la enterró.

Contrario a lo que pudiera pensarse, la historia no terminó ahí. De hecho, algunas personas han asegurado que después de las ocho y media de la noche, es posible ver una mano cadavérica que sale de la tercera ventana del sótano. Esta aparición es acompañada de una voz que dice con voz desgarradora “un poco de agua o un pedazo de pan por el amor de Dios que me estoy muriendo”.

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La historia comenzó en España. Ahí, don Juan Núñez de Castro, un joven poderoso y acaudalado, conoció a doña Leonor del Paso. Desde el primer momento, los dos quedaron profundamente enamorados el uno del otro. Poco tiempo después decidieron casarse y luego tuvieron a su primera y única hija: la pequeña Leonor.

Sin embargo, para desgracia de la familia, doña Leonor murió una semana después de que la bebé naciera. A pesar del dolor que don Juan sentía, decidió que él necesitaba una esposa y su hija una madre. Así que don Juan volvió a las tertulias y ahí conoció a doña Margarita quien parecía ser una buena mujer.

No obstante, pasaron los años y, los negocios de don Juan no andaban bien, Leonor se había convertido en una joven de belleza extraordinaria. Debido a esto, doña Margarita comenzó a sentir celos y envidia de la muchacha.

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Todo empeoró cuando, por problemas económicos, don Juan decidió mudarse junto con su familia a la ciudad de Valladolid, ahora Morelia. Ahí logró acrecentar significativamente su riqueza, aunque el trabajo lo absorbía por completo. Don Juan debía viajar por largos periodos a Guanajuato. Fue precisamente durante esas ausencias cuando doña Margarita aprovechó para encerrar a Leonor.

La joven permanecía enclaustrada toda la semana a excepción de los domingos. Esos días, doña Margarita le permitía acudir al Santuario Guadalupano. Fue en uno de esos días cuando Leonor conoció a Manrique de la Serna y Frías, un gallardo capitán que pertenecía a la guardia virreinal.

Los dos jóvenes quedaron prendados el uno del otro. Comenzaron a verse a escondidas. De hecho, todo su romance se desarrolló a través de la tercera ventana del sótano donde varias veces juraron casarse y amarse para siempre.

Sin embargo, en un momento de descuido, los jóvenes amantes fueron sorprendidos por doña Margarita quien, furiosa, encerró a Leonor en esa misma habitación mientras Manrique viajaba a la Ciudad de México. La intención de Manrique era solicitar una carta al virrey para después pedir la mano de Leonor.

A pesar de los esfuerzos, los trámites demoraban demasiado y la crueldad de la madrastra solo aumentaba. Llegó un punto en el que prohibió a los sirvientes acercarse a Leonor para darle comida o agua. Esto causó que, en un momento de desesperación, Leonor rompiera uno de los maderos que daban al exterior. Desde ahí, Leonor pedía a quien pasara un poco de pan o agua.

La gente comenzó a sospechar sobre el encierro de Leonor. Sin embargo, doña Margarita se dio cuenta y tapizó la ventana. Además, se libró del asunto diciendo que eran habladurías de la gente chismosa y argumentando que Leonor estaba de viaje. Cabe señalar que doña Margarita no podía ser investigada pues se trataba de una dama de la alta sociedad.

Después de algún tiempo, por fin regresaron a Valladolid don Juan y don Manrique. Al encontrarse, el joven le extendió la carta para pedir la mano de Leonor a don Juan. Al mismo tiempo, doña Margarita trató de huir, sin embargo, fue detenida.

Entonces, una de las sirvientas se dirigió aterrorizada hacia los dos varones para pedirles ayuda. Se trataba de Leonor, quien continuaba encerrada en el sótano. De inmediato bajaron. No obstante, Leonor yacía muerta. La imagen fue desgarradora: Leonor estaba sucia, con un aspecto cadavérico que se había llevado consigo su inigualable belleza.

Los dos hombres estaban devastados. Aunque, aun así, decidieron que se llevara a cabo la boda. Leonor y Manrique se casaron en el lugar que los había unido: el Santuario Guadalupano. Después, velaron a Leonor a los pies de la tercera ventana del sótano y al día siguiente, el joven Manrique llevó el cuerpo de su amada al último árbol de la Calzada y ahí la enterró.

Contrario a lo que pudiera pensarse, la historia no terminó ahí. De hecho, algunas personas han asegurado que después de las ocho y media de la noche, es posible ver una mano cadavérica que sale de la tercera ventana del sótano. Esta aparición es acompañada de una voz que dice con voz desgarradora “un poco de agua o un pedazo de pan por el amor de Dios que me estoy muriendo”.

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