/ jueves 22 de febrero de 2024

57 aniversario del Tratado de Tlatelolco

El pasado 14 de febrero se conmemoró el 57 aniversario del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, también conocido como “Tratado de Tlatelolco”, por haberse adoptado y abierto a firma en esa misma fecha, pero de 1967, en la antigua sede de la Cancillería mexicana, ubicada junto a la zona arqueológica de Tlatelolco.

El Tratado fue impulsado por el Gobierno de nuestro país y, en particular, por el entonces canciller Alfonso García Robles, promotor y conductor de las negociaciones para la adopción del mismo, y quien, en 1982, recibió el Premio Nobel de la Paz.

A continuación, algunas de las obligaciones plasmadas en el Tratado:

  1. Las Partes se comprometen a utilizar exclusivamente con fines pacíficos el material y las instalaciones nucleares sometidos a su jurisdicción, y a prohibir e impedir en sus respectivos territorios:
  1. El ensayo, uso, fabricación, producción o adquisición, por cualquier medio, de toda arma nuclear, por sí mismas, directa o indirectamente, por mandato de terceros o en cualquier otra forma;
  2. El recibo, almacenamiento, instalación, emplazamiento o cualquier forma de posesión de toda arma nuclear, directa o indirectamente, por sí mismas, por mandato a terceros o de cualquier otro modo;
  1. Las Partes Contratantes se comprometen, asimismo, a abstenerse de realizar, fomentar o autorizar, directa o indirectamente, el ensayo, el uso, la fabricación, la producción, la posesión o el dominio de toda arma nuclear o de participar en ello de cualquier manera.

Las zonas libres de armas nucleares alientan la paz y la estabilidad a nivel regional y global, ya que proscriben la posesión de estas, su adquisición, producción, almacenamiento, emplazamiento y utilización. Por ello, el instrumento brinda plenas garantías para esas zonas —incluido Mongolia, que se declaró Estado libre de ese tipo de arsenal—, además de que alienta la creación de otras.

Asimismo, se creó el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina (Opanal), a fin de garantizar la observancia del Tratado.

Cabe señalar que los 33 países miembros del Opanal, cuya sede es México, emitieron un comunicado el pasado 14 de febrero. En él, manifiestaron su preocupación por la amenaza que representa para la supervivencia de la humanidad la existencia de alrededor de 12,512 ojivas nucleares, así como por el catastrófico impacto humanitario y las consecuencias ambientales de su uso o de cualquier detonación intencional o accidental.

De este número de ojivas, se estima que la Unión Americana posee 5200; Rusia, 5900, y el resto se reparte entre China, Francia, el Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte.

No se puede olvidar que las armas nucleares son los únicos dispositivos capaces de terminar con cualquier forma de vida en la tierra; que sus efectos generan la disminución o desaparición de poblaciones completas; que sus grandes cantidades de humo y polvo generarían un descenso de temperatura importante, debido a un bloqueo parcial de la luz solar, así como altos índices de contaminación del agua, lo cual sería un foco de enfermedades y epidemias, entre otras consecuencias.

La importancia del Tratado no radica solo en la visión que tuvo nuestro país para oponerse al desarrollo y a la utilización de la energía nuclear para fines bélicos, sino también en su intención de evitar que las generaciones presentes y futuras puedan padecer una eventual e irreversible catástrofe que muy probablemente termine con gran parte del planeta y muchas formas de vida que coexisten en él.

La conmemoración de un año más de existencia del Tratado de Tlatelolco nos recuerda, asimismo, el valor de la diplomacia multilateral y de los esfuerzos para seguir preservando la paz y la seguridad internacionales.

El pasado 14 de febrero se conmemoró el 57 aniversario del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, también conocido como “Tratado de Tlatelolco”, por haberse adoptado y abierto a firma en esa misma fecha, pero de 1967, en la antigua sede de la Cancillería mexicana, ubicada junto a la zona arqueológica de Tlatelolco.

El Tratado fue impulsado por el Gobierno de nuestro país y, en particular, por el entonces canciller Alfonso García Robles, promotor y conductor de las negociaciones para la adopción del mismo, y quien, en 1982, recibió el Premio Nobel de la Paz.

A continuación, algunas de las obligaciones plasmadas en el Tratado:

  1. Las Partes se comprometen a utilizar exclusivamente con fines pacíficos el material y las instalaciones nucleares sometidos a su jurisdicción, y a prohibir e impedir en sus respectivos territorios:
  1. El ensayo, uso, fabricación, producción o adquisición, por cualquier medio, de toda arma nuclear, por sí mismas, directa o indirectamente, por mandato de terceros o en cualquier otra forma;
  2. El recibo, almacenamiento, instalación, emplazamiento o cualquier forma de posesión de toda arma nuclear, directa o indirectamente, por sí mismas, por mandato a terceros o de cualquier otro modo;
  1. Las Partes Contratantes se comprometen, asimismo, a abstenerse de realizar, fomentar o autorizar, directa o indirectamente, el ensayo, el uso, la fabricación, la producción, la posesión o el dominio de toda arma nuclear o de participar en ello de cualquier manera.

Las zonas libres de armas nucleares alientan la paz y la estabilidad a nivel regional y global, ya que proscriben la posesión de estas, su adquisición, producción, almacenamiento, emplazamiento y utilización. Por ello, el instrumento brinda plenas garantías para esas zonas —incluido Mongolia, que se declaró Estado libre de ese tipo de arsenal—, además de que alienta la creación de otras.

Asimismo, se creó el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina (Opanal), a fin de garantizar la observancia del Tratado.

Cabe señalar que los 33 países miembros del Opanal, cuya sede es México, emitieron un comunicado el pasado 14 de febrero. En él, manifiestaron su preocupación por la amenaza que representa para la supervivencia de la humanidad la existencia de alrededor de 12,512 ojivas nucleares, así como por el catastrófico impacto humanitario y las consecuencias ambientales de su uso o de cualquier detonación intencional o accidental.

De este número de ojivas, se estima que la Unión Americana posee 5200; Rusia, 5900, y el resto se reparte entre China, Francia, el Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte.

No se puede olvidar que las armas nucleares son los únicos dispositivos capaces de terminar con cualquier forma de vida en la tierra; que sus efectos generan la disminución o desaparición de poblaciones completas; que sus grandes cantidades de humo y polvo generarían un descenso de temperatura importante, debido a un bloqueo parcial de la luz solar, así como altos índices de contaminación del agua, lo cual sería un foco de enfermedades y epidemias, entre otras consecuencias.

La importancia del Tratado no radica solo en la visión que tuvo nuestro país para oponerse al desarrollo y a la utilización de la energía nuclear para fines bélicos, sino también en su intención de evitar que las generaciones presentes y futuras puedan padecer una eventual e irreversible catástrofe que muy probablemente termine con gran parte del planeta y muchas formas de vida que coexisten en él.

La conmemoración de un año más de existencia del Tratado de Tlatelolco nos recuerda, asimismo, el valor de la diplomacia multilateral y de los esfuerzos para seguir preservando la paz y la seguridad internacionales.