/ lunes 12 de febrero de 2024

El Estudianticidio

En nuestro México inigualable a nivel planetario y, digamos también, en la dimensión del universo conocido y circundante, la costumbre en voga, o sea, lo de moda hoy por hoy son las ocurrencias. De todos tipos y sabores. A nievel de la esfera pública, social y privada. Basten algunos ejemplos para ilustrar a los dos escasos lectores de estas líneas para tratar de hacernos entender, frase esta precisa y muy diversa a decir: “para ver si me comprenden”, pues de esta manera trasladamos las carencias de entendimiento a los intelectos atrofiados de quien ahora escribe.

Así tenemos, verbigracia, que nuestros ínclitos legisladores, de cualquier nivel, para decir, ya estamos trabajando en el combate a la delincuencia, pues entonces vamos a aumentar a ciento veinte años de prisión a quien asalte en carreteras, y entonces, se razona equivocadamente, de esta manera, acabaremos con los robos en despoblado, como antiguamente se hacía con los salteadores de caminos. Y yo digo, pues se quedaron cortos, mejor hubiesen puesto quinientos años de cárcel, y tan tan, se acabó ese delito. Error craso, porque estos ígnaros de las sociologías delincuenciales piensan que cambiando las pinchurrientas leyes van a cambiar al mundo, cuando lo que funciona es combatir y agarrar esos criminales para que no sigan robando, o sea, exterminar la impunidad.

También se ha dicho, pues para acabar con la pobreza hay que darle a la gente del presupuesto gubernamental dinero contante y sonante en sus manos, y así se acabó la jodidez, cuando eso lo único que va a provocar a corto, mediano y largo plazo es más precariedad, puesto que, es una verdad de perogrullo, el dinero no se da en macetas y alguien tiene que trabajar y producir para repartir, y entre menos laboren por estar estirando la mano sólo para recibir limosnas, menos riqueza, menos que repartir, y más y más jodidos cada día.

En días pasados una puntada de antología: a algunas personalidades educativas de nivel superior del vecino estado de Jalisco se les ocurrió proponer una iniciativa de ley que tipificara el “Estudianticidio” como un novísimo y novedoso tipo penal, o en el lenguaje coloquial, delito, sugiriendo, concomitantemente, que quien privase de la vida a un estudiante o estudianta (sic) sea perseguido y castigado de manera ejemplar. Algo parecido, similar o igual al llamado “Feminicidio” que ya tiene rato en nuestras leyes, y que, como todos sabemos, ha servido para un carajo en el aspecto de combatir realmente este crimen en contra de mujeres.

Y entonces, en esa impecable lógica jurídica, o diríamos mejor, en esa racionalidad impoluta de política criminal, propondríamos que se tipificaran los siguientes delitos: albañilicidio, privar de la vida a un albañil, jubilicidio, privar de la vida a un jubilado, abogadicidio, asesinar a un abogado, ingeniericidio (¿así se escribirá?), privar de la vida a un ingeniero, doctoricidio, matar a un doctor, y si se quisiera defender a la inservible e inútil clase política ¿qué les parece: senarodicidio, matar a un senador, diputicidio, asesinar a un diputado y qué tal secretaricidio?, y, ya entrados en gastos, de una vez el toricidio, el perricidio y el gaticidio, digo. Y así, ad infinitum y ad nauseam.

Entonces, bien pronto, acabaríamos con la criminalidad en este país.

En nuestro México inigualable a nivel planetario y, digamos también, en la dimensión del universo conocido y circundante, la costumbre en voga, o sea, lo de moda hoy por hoy son las ocurrencias. De todos tipos y sabores. A nievel de la esfera pública, social y privada. Basten algunos ejemplos para ilustrar a los dos escasos lectores de estas líneas para tratar de hacernos entender, frase esta precisa y muy diversa a decir: “para ver si me comprenden”, pues de esta manera trasladamos las carencias de entendimiento a los intelectos atrofiados de quien ahora escribe.

Así tenemos, verbigracia, que nuestros ínclitos legisladores, de cualquier nivel, para decir, ya estamos trabajando en el combate a la delincuencia, pues entonces vamos a aumentar a ciento veinte años de prisión a quien asalte en carreteras, y entonces, se razona equivocadamente, de esta manera, acabaremos con los robos en despoblado, como antiguamente se hacía con los salteadores de caminos. Y yo digo, pues se quedaron cortos, mejor hubiesen puesto quinientos años de cárcel, y tan tan, se acabó ese delito. Error craso, porque estos ígnaros de las sociologías delincuenciales piensan que cambiando las pinchurrientas leyes van a cambiar al mundo, cuando lo que funciona es combatir y agarrar esos criminales para que no sigan robando, o sea, exterminar la impunidad.

También se ha dicho, pues para acabar con la pobreza hay que darle a la gente del presupuesto gubernamental dinero contante y sonante en sus manos, y así se acabó la jodidez, cuando eso lo único que va a provocar a corto, mediano y largo plazo es más precariedad, puesto que, es una verdad de perogrullo, el dinero no se da en macetas y alguien tiene que trabajar y producir para repartir, y entre menos laboren por estar estirando la mano sólo para recibir limosnas, menos riqueza, menos que repartir, y más y más jodidos cada día.

En días pasados una puntada de antología: a algunas personalidades educativas de nivel superior del vecino estado de Jalisco se les ocurrió proponer una iniciativa de ley que tipificara el “Estudianticidio” como un novísimo y novedoso tipo penal, o en el lenguaje coloquial, delito, sugiriendo, concomitantemente, que quien privase de la vida a un estudiante o estudianta (sic) sea perseguido y castigado de manera ejemplar. Algo parecido, similar o igual al llamado “Feminicidio” que ya tiene rato en nuestras leyes, y que, como todos sabemos, ha servido para un carajo en el aspecto de combatir realmente este crimen en contra de mujeres.

Y entonces, en esa impecable lógica jurídica, o diríamos mejor, en esa racionalidad impoluta de política criminal, propondríamos que se tipificaran los siguientes delitos: albañilicidio, privar de la vida a un albañil, jubilicidio, privar de la vida a un jubilado, abogadicidio, asesinar a un abogado, ingeniericidio (¿así se escribirá?), privar de la vida a un ingeniero, doctoricidio, matar a un doctor, y si se quisiera defender a la inservible e inútil clase política ¿qué les parece: senarodicidio, matar a un senador, diputicidio, asesinar a un diputado y qué tal secretaricidio?, y, ya entrados en gastos, de una vez el toricidio, el perricidio y el gaticidio, digo. Y así, ad infinitum y ad nauseam.

Entonces, bien pronto, acabaríamos con la criminalidad en este país.