/ domingo 17 de octubre de 2021

Justicia selectiva

Imágenes en exclusivo restaurante en Paseo de la Reforma de comensales degustando pato a la Pekín, pudieran pasar como una banal historia en una revista del corazón para el entretenimiento de las élites mexicanas. Pero no. Detrás de esas fotografías y el costoso platillo que difícilmente podrán disfrutar los 55.7 millones de pobres que hay en nuestro país, son el reflejo de la justicia selectiva en la que Emilio Lozoya Austin encarna el rostro de la corrupción, el delincuente que quebrantó a una nación y desde la cúspide del poder tuvo la astucia para sobornar a la clase política. Toda una mente criminal.

Mientras el lodazal de sus actos, comenzando por el caso Odebrecht, siguen esperando el fallo de la justicia y el correspondiente castigo, se suma a la estela de impunidad como la reciente información que ha dado a conocer el periodista, Raúl Olmos, respecto a millonarios sobornos a los que convenía su hermana Gilda como prestanombres, para acceder a obras públicas que fueron traspasados al banco UBS de Suiza. Y no sólo eso, gracias a las revelaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera, sabemos del rastreo del lavado de dinero y triangulación en el extranjero de la fortuna del ex director de Pemex.

Las imágenes de la periodista Lourdes Mendoza no únicamente generaron estupor. Esas fotografías representan la indignación, coraje e impotencia al observar la lozanía y arrogancia del principal artífice de la corrupción del sexenio peñista y en contraparte, la justicia discriminatoria y tardía. En la llamada cifra negra de la impunidad, tenemos que en el 93.3% de los delitos no se presentó denuncia o lo que es peor, hubo omisión, la autoridad no inició una carpeta de investigación, revela la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2021 del Inegi. Y el Índice Global de Estado de Derecho coloca a México en el lugar 135 de 139 como las naciones más corruptas. Dicho de otro modo, somos el cuarto país más corrupto a nivel global.

“Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que parece conocimiento, y por lo tanto, poder”, explica Susan Sontag en su libro ‘Sobre la fotografía’. Efectivamente, las imágenes de Lourdes Mendoza nos dieron poder para cuestionar las fallas del sistema penal en nuestro país. Para aspirar al restablecimiento del Estado de Derecho, requerimos que la justicia sea pronta, expedita y equitativa, partiendo de un real combate a la corrupción, enemigo central de este país. ¿Pato a la Pekín o justicia sin distingos?


Imágenes en exclusivo restaurante en Paseo de la Reforma de comensales degustando pato a la Pekín, pudieran pasar como una banal historia en una revista del corazón para el entretenimiento de las élites mexicanas. Pero no. Detrás de esas fotografías y el costoso platillo que difícilmente podrán disfrutar los 55.7 millones de pobres que hay en nuestro país, son el reflejo de la justicia selectiva en la que Emilio Lozoya Austin encarna el rostro de la corrupción, el delincuente que quebrantó a una nación y desde la cúspide del poder tuvo la astucia para sobornar a la clase política. Toda una mente criminal.

Mientras el lodazal de sus actos, comenzando por el caso Odebrecht, siguen esperando el fallo de la justicia y el correspondiente castigo, se suma a la estela de impunidad como la reciente información que ha dado a conocer el periodista, Raúl Olmos, respecto a millonarios sobornos a los que convenía su hermana Gilda como prestanombres, para acceder a obras públicas que fueron traspasados al banco UBS de Suiza. Y no sólo eso, gracias a las revelaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera, sabemos del rastreo del lavado de dinero y triangulación en el extranjero de la fortuna del ex director de Pemex.

Las imágenes de la periodista Lourdes Mendoza no únicamente generaron estupor. Esas fotografías representan la indignación, coraje e impotencia al observar la lozanía y arrogancia del principal artífice de la corrupción del sexenio peñista y en contraparte, la justicia discriminatoria y tardía. En la llamada cifra negra de la impunidad, tenemos que en el 93.3% de los delitos no se presentó denuncia o lo que es peor, hubo omisión, la autoridad no inició una carpeta de investigación, revela la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2021 del Inegi. Y el Índice Global de Estado de Derecho coloca a México en el lugar 135 de 139 como las naciones más corruptas. Dicho de otro modo, somos el cuarto país más corrupto a nivel global.

“Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que parece conocimiento, y por lo tanto, poder”, explica Susan Sontag en su libro ‘Sobre la fotografía’. Efectivamente, las imágenes de Lourdes Mendoza nos dieron poder para cuestionar las fallas del sistema penal en nuestro país. Para aspirar al restablecimiento del Estado de Derecho, requerimos que la justicia sea pronta, expedita y equitativa, partiendo de un real combate a la corrupción, enemigo central de este país. ¿Pato a la Pekín o justicia sin distingos?