/ domingo 24 de mayo de 2020

La otra pandemia

La pandemia del Covid-19 trae aparejada otra, silenciosa, lúgubre, invisible como ella: los trastornos en la salud mental. Desde la visión de Aristóteles sabemos que el ser humano es un ser sociable y esta crisis sanitaria que nos mantiene recluidos, en aislamiento, genera paulatinamente ansiedad, estrés, miedo, actitudes violentas. Se sabe de suicidios por un mal manejo en las emociones y por la cantidad excesiva, por ejemplo, de tareas o trabajos. Recordemos que en estos tiempos de emergencia sanitaria la prioridad tiene que ser la integridad física y emocional de las personas, la empatía, la solidaridad, la ayuda. Tenemos la imperiosa necesidad de reflejarnos en nuestra otredad. Sentir sus problemas y necesidades. Tratar de entenderlos. Si hemos de salir avante de esta pandemia tendrá que ser de manera conjunta.

Y esto no solo involucra al Estado sino a la sociedad. El gobierno, a través de la Secretaría de Salud y Educación, tiene que comenzar a generar mecanismos preventivos que combatan los trastornos en la salud mental para esta etapa sin precedentes en la historia de la humanidad. Nos interesa la salud, física y emocional, de todas las personas; es el eje medular, por antonomasia, del Estado. Por ello, debemos subrayar esta prioridad. No queremos que en un futuro se incrementen casos de suicidio, violencia de género o inclusive, algunos que quizá pasan desapercibidos pero que se mantienen latente en las personas: insomnio, depresión, ansiedad y miedo. Los humanos somos seres bioquímicos, no debemos olvidarlo. Las emociones juegan un papel fundamental en nuestra forma de convivencia e interacción cotidiana, por ello mismo requieren de la mayor atención. Es un asunto de salud pública. De ese tamaño debe ser su cuidado.

Es tiempo de atender prioridades: la salud mental no es un juego. Se requiere de cooperación, de involucramiento de las instituciones, así como el cuidado mismo entre todas las personas. Casos focalizados deben ser atendidos pero también se deben generar mecanismos preventivos que no permitan que esta otra pandemia avance y cobre más vidas. Centros de atención de llamadas urgentes, psicólogos y psiquiatras atendiendo casos, empatía ante la necesidad de las personas vulnerables como niños y jóvenes, entendimiento de centros laborales y escuelas donde la prioridad, se ha dicho, sea la salud física y también la emocional.

La salud mental es la base para el funcionamiento efectivo de las personas y de su comunidad. Sin ella, no existirá un completo bienestar físico, emocional y social. Sociedades resilientes y gobiernos evolutivos deparan el futuro próximo. Debemos estar preparados.

La pandemia del Covid-19 trae aparejada otra, silenciosa, lúgubre, invisible como ella: los trastornos en la salud mental. Desde la visión de Aristóteles sabemos que el ser humano es un ser sociable y esta crisis sanitaria que nos mantiene recluidos, en aislamiento, genera paulatinamente ansiedad, estrés, miedo, actitudes violentas. Se sabe de suicidios por un mal manejo en las emociones y por la cantidad excesiva, por ejemplo, de tareas o trabajos. Recordemos que en estos tiempos de emergencia sanitaria la prioridad tiene que ser la integridad física y emocional de las personas, la empatía, la solidaridad, la ayuda. Tenemos la imperiosa necesidad de reflejarnos en nuestra otredad. Sentir sus problemas y necesidades. Tratar de entenderlos. Si hemos de salir avante de esta pandemia tendrá que ser de manera conjunta.

Y esto no solo involucra al Estado sino a la sociedad. El gobierno, a través de la Secretaría de Salud y Educación, tiene que comenzar a generar mecanismos preventivos que combatan los trastornos en la salud mental para esta etapa sin precedentes en la historia de la humanidad. Nos interesa la salud, física y emocional, de todas las personas; es el eje medular, por antonomasia, del Estado. Por ello, debemos subrayar esta prioridad. No queremos que en un futuro se incrementen casos de suicidio, violencia de género o inclusive, algunos que quizá pasan desapercibidos pero que se mantienen latente en las personas: insomnio, depresión, ansiedad y miedo. Los humanos somos seres bioquímicos, no debemos olvidarlo. Las emociones juegan un papel fundamental en nuestra forma de convivencia e interacción cotidiana, por ello mismo requieren de la mayor atención. Es un asunto de salud pública. De ese tamaño debe ser su cuidado.

Es tiempo de atender prioridades: la salud mental no es un juego. Se requiere de cooperación, de involucramiento de las instituciones, así como el cuidado mismo entre todas las personas. Casos focalizados deben ser atendidos pero también se deben generar mecanismos preventivos que no permitan que esta otra pandemia avance y cobre más vidas. Centros de atención de llamadas urgentes, psicólogos y psiquiatras atendiendo casos, empatía ante la necesidad de las personas vulnerables como niños y jóvenes, entendimiento de centros laborales y escuelas donde la prioridad, se ha dicho, sea la salud física y también la emocional.

La salud mental es la base para el funcionamiento efectivo de las personas y de su comunidad. Sin ella, no existirá un completo bienestar físico, emocional y social. Sociedades resilientes y gobiernos evolutivos deparan el futuro próximo. Debemos estar preparados.