/ lunes 16 de septiembre de 2019

Toledo, herencia estética y lucha social

Revaloramos la trayectoria del artista cuando la muerte le arrebata la vida. Nos apropiamos de su obra. El artista viene a crear. Mientras que nosotros, simples mortales, necesitamos de su creación, de sus pinceladas y trazados, para poder entender o dar sentido a nuestras vidas.

La belleza del arte no es para observarla. El arte es para vivirlo. En tal sentido, apropiaros del legado de Francisco Toledo es adoptar su particular cosmovisión de nuestro país. Su trabajo plasma los mitos, los rostros, los rasgos de un México que en muchas ocasiones nos es indiferente.

Como muchos otros grandes creadores mexicanos, no sólo les precede su legado cultural. También trascendieron por su compromiso social en el momento histórico que les tocó vivir.

Fascinante la obra de Francisco Toledo, pero cautivadora la obra social y la congruencia ética de sus raíces.

Hombre comprometido con la defensa de la tierra y de nuestros hermanos indígenas. Defensor de la libertad de la palabra y del maíz natural.

Admiramos a Toledo por su sencillez y esa cautivadora personalidad desalineada, tan propia de su autenticidad.

Por su visión. Patrono del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, Centro de Artes de San Agustín y el Centro Fotográfico ‘Manuel Álvarez Bravo’, entre otros proyectos.

Por su disidencia. Creó el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural del Estado de Oaxaca. Fue la época en la que se enfrentó al gobernante represor Ulises Ruíz. Además, fue férreo defensor del centro de la ciudad de Oaxaca.

Por su desprendido altruismo. Regaló libros a los presos. Mientras el sistema carcelario deshumaniza, Toledo les llevaba humanidad.

Por defender las lenguas nativas. Sus obras muestran empatía con las minorías. Su activismo es en sí mismo, obra que debemos reconocer y difundir.

Por su congruente solidaridad. Elevó al cielo 43 papalotes en memoria de los desaparecidos de Ayotzinapa. Entregó 193 toneladas de víveres en Juchitán a los damnificados del sismo del 2017.

Para entender hacia dónde vamos, sostiene Ryszard Kapuscinski, no hace falta fijarse en la política sino en el arte.

Cierro mi escrito con la siguiente anécdota:

A decir del maestro Toledo, el muralismo fue el movimiento más relevante no sólo de nuestro país, sino también de América Latina e incluso Estados Unidos.

Se cuenta que, en cierta ocasión, Diego Rivera, a lado de su entonces secretaria Raquel Tibol, visitó una exposición de Pablo Picasso.

Al preguntarle sobre la exposición, Diego Rivera dijo: “Después de Picasso no hay ‘naiden’ y después de ‘naiden’, está Tamayo”.

Redefinamos la historia. Hoy diríamos: “Después de ‘naiden’, está Francisco Toledo”.

Doble tu legado: artístico y defensor social. Auténtico como pocos.

Revaloramos la trayectoria del artista cuando la muerte le arrebata la vida. Nos apropiamos de su obra. El artista viene a crear. Mientras que nosotros, simples mortales, necesitamos de su creación, de sus pinceladas y trazados, para poder entender o dar sentido a nuestras vidas.

La belleza del arte no es para observarla. El arte es para vivirlo. En tal sentido, apropiaros del legado de Francisco Toledo es adoptar su particular cosmovisión de nuestro país. Su trabajo plasma los mitos, los rostros, los rasgos de un México que en muchas ocasiones nos es indiferente.

Como muchos otros grandes creadores mexicanos, no sólo les precede su legado cultural. También trascendieron por su compromiso social en el momento histórico que les tocó vivir.

Fascinante la obra de Francisco Toledo, pero cautivadora la obra social y la congruencia ética de sus raíces.

Hombre comprometido con la defensa de la tierra y de nuestros hermanos indígenas. Defensor de la libertad de la palabra y del maíz natural.

Admiramos a Toledo por su sencillez y esa cautivadora personalidad desalineada, tan propia de su autenticidad.

Por su visión. Patrono del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, Centro de Artes de San Agustín y el Centro Fotográfico ‘Manuel Álvarez Bravo’, entre otros proyectos.

Por su disidencia. Creó el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural del Estado de Oaxaca. Fue la época en la que se enfrentó al gobernante represor Ulises Ruíz. Además, fue férreo defensor del centro de la ciudad de Oaxaca.

Por su desprendido altruismo. Regaló libros a los presos. Mientras el sistema carcelario deshumaniza, Toledo les llevaba humanidad.

Por defender las lenguas nativas. Sus obras muestran empatía con las minorías. Su activismo es en sí mismo, obra que debemos reconocer y difundir.

Por su congruente solidaridad. Elevó al cielo 43 papalotes en memoria de los desaparecidos de Ayotzinapa. Entregó 193 toneladas de víveres en Juchitán a los damnificados del sismo del 2017.

Para entender hacia dónde vamos, sostiene Ryszard Kapuscinski, no hace falta fijarse en la política sino en el arte.

Cierro mi escrito con la siguiente anécdota:

A decir del maestro Toledo, el muralismo fue el movimiento más relevante no sólo de nuestro país, sino también de América Latina e incluso Estados Unidos.

Se cuenta que, en cierta ocasión, Diego Rivera, a lado de su entonces secretaria Raquel Tibol, visitó una exposición de Pablo Picasso.

Al preguntarle sobre la exposición, Diego Rivera dijo: “Después de Picasso no hay ‘naiden’ y después de ‘naiden’, está Tamayo”.

Redefinamos la historia. Hoy diríamos: “Después de ‘naiden’, está Francisco Toledo”.

Doble tu legado: artístico y defensor social. Auténtico como pocos.