/ lunes 23 de mayo de 2022

Crónica del poder │ Pavorosa sensación ante la violencia

La condena, el repudio, la indignación y la exigencia de justicia son sentimientos ya extendidos entre la sociedad, las familias, comunidades y pueblos enteros, el caso del niño de tres años asesinado en el templo de Fresnillo, no es otra frágil percepción que solo podrá generar conformismo y resignación, es un acontecimiento causante de enorme dolor social que se expande por todos los horizontes y rincones del estado, un homicidio que no puede ser otro dato más para las estadísticas que cada día más ensombrecen la impotencia de las fuerzas públicas que han de garantizar la seguridad y alcanzar paz y tranquilidad.

El rechazo a las manifestaciones de violencia extrema, es popular, y el reclamo a los gobiernos también, lo mismo que a la sociedad y al núcleo familiar que han de ser factores de unidad para enfrentar y abatir esta emergencia social, que como bien opina el obispo Sigifredo Noriega Barceló, ha rebasado todos los límites de la violencia, porque hay que contemplar los hechos con realismo y crudeza, los autores son jóvenes que agotaron sus esperanzas por encontrar oportunidades de estudio, empleo, de vida digna y con facilidad se entregaron a torcer sus vocaciones, aspiraciones y sueños.

David Monral, gobernador; Francisco Murillo, Fiscal de Justicia; y Adolfo Marín, secretario de seguridad, son nombres e instituciones que han de ser actores protagonistas efectivos y de resultados en este episodio, como en los muchos otros que cotidianamente se registran por Zacatecas; el alcalde más atormentado es el fresnillense Saúl Monreal, que no cesa en denunciar abandono y omisiones de Murillo y Marín, y que solo cuenta con el respaldo de su hermano David para reducir percepción y realidad de un pueblo minero que ya vive atemorizado, muchas veces con pánico y cada vez más impactado por el dolor, luto y traiciones.

La gente se resiste, se niega a convivir con la violencia y acostumbrarse a la inseguridad. Nada de que "ni modo esa suerte nos tocó vivir", su crítica y cuestionamientos a las autoridades son irrenunciables, aún en medio de tanta y reiterada violencia, espera que sea logrado un saldo de justicia y que la tiranía de la violencia ceda hasta recuperar la tranquilidad y paz sociales anheladas desde Fresnillo, Zacatecas Capital, Guadalupe, Jerez, Tepetongo, Valparaíso, Río Grande, Nochistlán, Pinos, donde ya no son expresiones silenciosas, sino gritos de alarma, de miedo, terror, ansiedad y desesperación. ¿Acaso no escuchan el doloroso llanto de los padres de ese niño de 3 años? al que le han truncado sueños y al que le han quitado una vida alegre, divertida, feliz al lado de hermanos, amigos y vecinos que hoy lloran y son solidarios.

Este trance amargo y doloroso, de sufrimiento familiar y comunitario, hay que verlo con todo su realismo, ha provocado que el miedo se extienda, hay indignación, ira, impotencia, alerta máxima y el unánime reclamo de toda la sociedad zacatecana a las fuerzas de seguridad pública. ¿Fuerzas? es la interrogante que la gente se plantea. ¿Dónde está la seguridad que tantas veces los gobernantes prometen? Un desafío y reto que a diario deben cumplir, garantizar seguridad y protección en la sociedad, en los pueblos, rancherías y comunidades, en los hogares y las familias que se muestran desesperadas y que no aceptan vivir con miedo y con la vida en un hilo o de espaldas a la metralla. Créanlo, hay indignación, dolor, frustración y decepción. Urge atender más a las niñas, niños, adolescentes y jóvenes.

La condena, el repudio, la indignación y la exigencia de justicia son sentimientos ya extendidos entre la sociedad, las familias, comunidades y pueblos enteros, el caso del niño de tres años asesinado en el templo de Fresnillo, no es otra frágil percepción que solo podrá generar conformismo y resignación, es un acontecimiento causante de enorme dolor social que se expande por todos los horizontes y rincones del estado, un homicidio que no puede ser otro dato más para las estadísticas que cada día más ensombrecen la impotencia de las fuerzas públicas que han de garantizar la seguridad y alcanzar paz y tranquilidad.

El rechazo a las manifestaciones de violencia extrema, es popular, y el reclamo a los gobiernos también, lo mismo que a la sociedad y al núcleo familiar que han de ser factores de unidad para enfrentar y abatir esta emergencia social, que como bien opina el obispo Sigifredo Noriega Barceló, ha rebasado todos los límites de la violencia, porque hay que contemplar los hechos con realismo y crudeza, los autores son jóvenes que agotaron sus esperanzas por encontrar oportunidades de estudio, empleo, de vida digna y con facilidad se entregaron a torcer sus vocaciones, aspiraciones y sueños.

David Monral, gobernador; Francisco Murillo, Fiscal de Justicia; y Adolfo Marín, secretario de seguridad, son nombres e instituciones que han de ser actores protagonistas efectivos y de resultados en este episodio, como en los muchos otros que cotidianamente se registran por Zacatecas; el alcalde más atormentado es el fresnillense Saúl Monreal, que no cesa en denunciar abandono y omisiones de Murillo y Marín, y que solo cuenta con el respaldo de su hermano David para reducir percepción y realidad de un pueblo minero que ya vive atemorizado, muchas veces con pánico y cada vez más impactado por el dolor, luto y traiciones.

La gente se resiste, se niega a convivir con la violencia y acostumbrarse a la inseguridad. Nada de que "ni modo esa suerte nos tocó vivir", su crítica y cuestionamientos a las autoridades son irrenunciables, aún en medio de tanta y reiterada violencia, espera que sea logrado un saldo de justicia y que la tiranía de la violencia ceda hasta recuperar la tranquilidad y paz sociales anheladas desde Fresnillo, Zacatecas Capital, Guadalupe, Jerez, Tepetongo, Valparaíso, Río Grande, Nochistlán, Pinos, donde ya no son expresiones silenciosas, sino gritos de alarma, de miedo, terror, ansiedad y desesperación. ¿Acaso no escuchan el doloroso llanto de los padres de ese niño de 3 años? al que le han truncado sueños y al que le han quitado una vida alegre, divertida, feliz al lado de hermanos, amigos y vecinos que hoy lloran y son solidarios.

Este trance amargo y doloroso, de sufrimiento familiar y comunitario, hay que verlo con todo su realismo, ha provocado que el miedo se extienda, hay indignación, ira, impotencia, alerta máxima y el unánime reclamo de toda la sociedad zacatecana a las fuerzas de seguridad pública. ¿Fuerzas? es la interrogante que la gente se plantea. ¿Dónde está la seguridad que tantas veces los gobernantes prometen? Un desafío y reto que a diario deben cumplir, garantizar seguridad y protección en la sociedad, en los pueblos, rancherías y comunidades, en los hogares y las familias que se muestran desesperadas y que no aceptan vivir con miedo y con la vida en un hilo o de espaldas a la metralla. Créanlo, hay indignación, dolor, frustración y decepción. Urge atender más a las niñas, niños, adolescentes y jóvenes.