/ jueves 11 de abril de 2024

Democracia y errores partidistas

El actual proceso electoral nos deja bastantes lecciones.

Todos los partidos, sobre todo de la oposición, no valoran en su justa dimensión la expectativa ciudadana de tener verdadero bienestar económico y social, por ende vemos en el seguimiento numérico de aceptación a candidatas y candidato presidenciales hay diferencias significativas que deben ser interpretadas muy objetivamente, tanto por sus militantes y simpatizantes del llamado “voto duro” o “clientelar”. Es dispareja la percepción que se está revirtiendo el deterioro en la calidad de vida, se percibe que ahora por mayor ingreso familiar crece la dinámica económica incluyendo la de hogares, pero contrariamente sigue la inseguridad por grupos criminales y se puede afirmar que aún predomina una clase política ocupando puestos gubernamentales a lo largo y ancho del país que es ineficiente, incompetente en cumplir su función pese a altos salarios, actúan y toman decisiones sin considerar las necesidades intelectuales y cívicas de la ciudadanía, creen erróneamente que con regalar algunos recursos materiales de bajo costo tenían controlados a ciudadanos en desventaja socioeconómica o siguen favoreciendo desde sus puestos o cargos a grupos políticos con los que se identifican.

Pese a ello, la madurez política de la ciudadanía mexicana sigue aumentando. Esto genera nueva correlación de fuerzas entre ciudadanos-electores respecto a políticos-gobernantes, es una nueva etapa superior del pensamiento ciudadano y en muchos aspectos rebasa al de la clase política y partidocracia.

A partir de lo anterior se comparten los siguientes supuestos: 1) está disminuyendo el control político-gubernamental sobre la sociedad; 2) se percibe que el electorado detesta y castiga la demagogia (ese recurso para engañar respecto a la realidad) utilizada por el político malintencionado o bien por ser ignorante.

Ambos factores, control gubernamental y demagogia, tienen su contraparte en la democracia y en la construcción paulatina del integral bienestar ciudadano. El control gubernamental sobre las masas de personas es cada vez más complicado aplicarlo por quienes prefieren esta opción para la gobernanza pues la tecnología y sobre todo la telecomunicación en redes sociales dificulta enormemente tal control sobre el electorado.

En ese contexto la clase política inserta en los partidos debe saber que fracasarán si los métodos de selección de sus candidatos(as) no son mejores o superiores a los esperados por el pueblo que pretende gobernar, que aquello que es bueno para una persona no necesariamente es bueno para una familia, ciudad o país.

En síntesis, los sondeos o encuestas del presente proceso electoral nos demuestran un agradable cambio radical en la conducta electoral, que la visión de la partidocracia para seleccionar sus candidatos(as) a cargos de elección está sujeta al pensamiento y evaluación ciudadana, que la expectativa partidista no es igual a la expectativa democrática de la ciudadanía.

El actual proceso electoral nos deja bastantes lecciones.

Todos los partidos, sobre todo de la oposición, no valoran en su justa dimensión la expectativa ciudadana de tener verdadero bienestar económico y social, por ende vemos en el seguimiento numérico de aceptación a candidatas y candidato presidenciales hay diferencias significativas que deben ser interpretadas muy objetivamente, tanto por sus militantes y simpatizantes del llamado “voto duro” o “clientelar”. Es dispareja la percepción que se está revirtiendo el deterioro en la calidad de vida, se percibe que ahora por mayor ingreso familiar crece la dinámica económica incluyendo la de hogares, pero contrariamente sigue la inseguridad por grupos criminales y se puede afirmar que aún predomina una clase política ocupando puestos gubernamentales a lo largo y ancho del país que es ineficiente, incompetente en cumplir su función pese a altos salarios, actúan y toman decisiones sin considerar las necesidades intelectuales y cívicas de la ciudadanía, creen erróneamente que con regalar algunos recursos materiales de bajo costo tenían controlados a ciudadanos en desventaja socioeconómica o siguen favoreciendo desde sus puestos o cargos a grupos políticos con los que se identifican.

Pese a ello, la madurez política de la ciudadanía mexicana sigue aumentando. Esto genera nueva correlación de fuerzas entre ciudadanos-electores respecto a políticos-gobernantes, es una nueva etapa superior del pensamiento ciudadano y en muchos aspectos rebasa al de la clase política y partidocracia.

A partir de lo anterior se comparten los siguientes supuestos: 1) está disminuyendo el control político-gubernamental sobre la sociedad; 2) se percibe que el electorado detesta y castiga la demagogia (ese recurso para engañar respecto a la realidad) utilizada por el político malintencionado o bien por ser ignorante.

Ambos factores, control gubernamental y demagogia, tienen su contraparte en la democracia y en la construcción paulatina del integral bienestar ciudadano. El control gubernamental sobre las masas de personas es cada vez más complicado aplicarlo por quienes prefieren esta opción para la gobernanza pues la tecnología y sobre todo la telecomunicación en redes sociales dificulta enormemente tal control sobre el electorado.

En ese contexto la clase política inserta en los partidos debe saber que fracasarán si los métodos de selección de sus candidatos(as) no son mejores o superiores a los esperados por el pueblo que pretende gobernar, que aquello que es bueno para una persona no necesariamente es bueno para una familia, ciudad o país.

En síntesis, los sondeos o encuestas del presente proceso electoral nos demuestran un agradable cambio radical en la conducta electoral, que la visión de la partidocracia para seleccionar sus candidatos(as) a cargos de elección está sujeta al pensamiento y evaluación ciudadana, que la expectativa partidista no es igual a la expectativa democrática de la ciudadanía.